Ruiz Healy Times : Las deportaciones de Trump: más pérdidas que beneficios


Donald Trump

Eduardo Ruíz-Healy

Hispanos laborando en industria de la construcción en USA

Donald Trump inició su gobierno con una ofensiva masiva contra la inmigración ilegal, comenzando con la deportación de inmigrantes con antecedentes criminales, estimados entre 400,000 y 500,000. El jueves pasado, 538 de ellos fueron arrestados y cientos más deportados en aviones militares, en lo que su gobierno calificó como «la mayor operación de deportación masiva de la historia».

La expulsión de criminales busca reforzar la seguridad pública, pero la de indocumentados que respetan la ley golpeará a las comunidades y familias afectadas, generará graves problemas políticos y desestabilizará sectores clave de la economía que dependen profundamente de ellos.

La mayoría de los 11 millones de indocumentados (entre 4.5 y 5 millones de ellos mexicanos) realiza tareas críticas en sectores que los ciudadanos y migrantes legales tienden a evitar. Estas son los que resultarán más afectados por las deportaciones: agricultura (41.2% de mano de obra indocumentada), procesamiento de carne y aves (30%-50%), colocación de techos (36%), instalación de paneles de yeso (36%), pintura en edificaciones (31%), jardinería (21%), manufactura textil y de ropa (20%), cuidado infantil (20%), servicios de limpieza y mantenimiento (19%), servicios de lavandería y tintorería (18%), producción y procesamiento de alimentos (16%), construcción (13.7%), hotelería y restaurantes (7.1%) y cuidado personal y asistencia en salud en el hogar (6.9%).

En Washington se rumora que se ha diseñado un plan en tres fases: primero serán deportados los indocumentados de las grandes ciudades como Nueva York, Los Ángeles, Chicago, San Francisco y Seattle; luego, los que viven en ciudades medianas como Filadelfia, Phoenix, Las Vegas, Miami, Denver, Detroit, Milwaukee, Atlanta, Orlando y Minneapolis; y finalmente, los que radican en áreas rurales y ciudades pequeñas como Portland, Salt Lake City, Albuquerque, Charlotte, Nashville, Columbus, Indianápolis, Kansas City, Omaha y Boise. Este enfoque busca limitar el impacto inmediato en los lugares donde dominan los republicanos y afectar principalmente a los gobernados por los demócratas.

Inmigrantes en el proceso de aves en EU

Implementar esta estrategia no será fácil. Habrá conflictos entre el gobierno federal y los gobiernos estatales y locales demócratas. La separación de familias y las violaciones de derechos humanos generarán protestas en muchas ciudades. Además, se prevé una pérdida del 1.4% del PIB en el primer año y hasta un 2.6% a largo plazo, con pérdidas acumuladas de 4.7 billones de dólares en 10 años, sumadas a costos de implementación cercanos a $88 mil millones anuales. Debido a esta contracción económica, el gobierno federal podría perder casi $900,000 millones en ingresos fiscales en ese mismo periodo.

Habrá que ver cuál será la reacción de los estadounidenses cuando sientan el encarecimiento de la mano de obra y el aumento de precios en numerosos productos y servicios.

Resolver el problema de la migración ilegal requiere más que deportaciones: exige un enfoque que aborde las causas que orillan a la gente a migrar, valore las contribuciones de los migrantes y ofrezca soluciones sostenibles a largo plazo. El plan de Trump aumentará la polarización en un país que depende, aunque lo niegue, de la labor silenciosa de millones de migrantes.

TRUMP Y DEEPSEEK SACUDEN 

POLÍTICA Y ECONOMÍA

Migrantes laborando en hotelería

No sólo Donald Trump conmocionó al mundo con su regreso al poder el 20 de enero, sino que también el modelo chino de inteligencia artificial (IA) DeepSeek R1 causó una sacudida global. Mientras millones de personas asimilaban las primeras decisiones de Trump, la industria tecnológica enfrentó un terremoto: China lanzó un modelo de IA que amenaza con destronar a los gigantes del sector con una inversión mínima.

DeepSeek R1, desarrollado por la empresa china DeepSeek, se convirtió en una sensación inmediata tras su lanzamiento el 10 de enero. En pocos días, superó a ChatGPT y Gemini en la App Store de Apple, demostrando que la hegemonía estadounidense en IA no es intocable. Su impacto zarandeó los mercados financieros: la caída del 17% en las acciones de Nvidia el 27 de enero de 2025 eliminó casi 600 mil millones de dólares en valor de mercado, dejando claro que los inversionistas no esperaban un golpe de esta magnitud.

Lo que hace a DeepSeek R1 aún más revolucionario es su eficiencia en costos. Con un presupuesto de desarrollo de menos de seis millones de dólares, según la empresa, ha logrado en diversas evaluaciones comparativas resultados similares e incluso superiores a los de Chat GPT-4 de OpenAI. Esto contradice la narrativa de que la IA de vanguardia requiere inversiones multimillonarias en hardware y centros de datos. ¿Qué sentido tiene entonces el megaproyecto Stargate de 500 mil millones de dólares que anunció Trump la semana pasada?

Restaurantes dependen del trabajo de migrantes

Stargate, diseñado para construir una infraestructura masiva de IA en EEUU, parece ahora un plan obsoleto o al menos mal justificado. DeepSeek R1 demuestra que la clave del éxito no solo está en la cantidad de dinero invertido, sino en la optimización de los algoritmos y en enfoques innovadores de entrenamiento. Si China lo logró con una décima parte de los recursos de OpenAI o Google, es evidente que el paradigma del desarrollo de IA está cambiando.

El código abierto de DeepSeek R1 añade otra capa de disrupción. Mientras OpenAI y Google han optado por modelos cada vez más cerrados, China apuesta por la accesibilidad y el uso libre de su tecnología. Cualquier empresa o investigador en el mundo puede experimentar con DeepSeek R1 y adaptarlo sin restricciones, lo que acelera la innovación a una velocidad sin precedentes.

Si la IA china está al alcance de todos, incluidos gobiernos y actores con intereses turbios, la presión sobre EEUU y Europa para regular su uso crecerá exponencialmente. Pero regular la IA sin entorpecer la carrera tecnológica es difícil.

DeepSeek R1 no solo cambió la conversación sobre IA, sino evidenció la vulnerabilidad del liderazgo estadounidense. Hasta ahora, la creencia era que las empresas de EEUU, con sus enormes presupuestos y acceso a la mejor tecnología e infraestructura, dictarían el futuro de la IA. Sin embargo, China demostró que el monto de los recursos invertidos no es determinante.

Lo que queda por ver es cómo responderán EEUU y sus gigantes tecnológicos a esta inesperada disrupción. En menos de un mes, el tablero geopolítico y tecnológico ha cambiado. Ocurrió lo que se veía muy difícil: Trump recuperó el poder y el dominio estadounidense sobre la inteligencia artificial recibió su primer golpe serio.

LA ERA TRUMP, CUANDO LA 

ECONOMÍA SOMETE SOBERANÍA

La disputa entre Colombia y Estados Unidos del fin de semana pasado es un hecho inesperado y sorprendente que debe servir de advertencia para cualquier país que desafíe las decisiones, o peor aún, los caprichos de Donald Trump. La abrupta revocación de permisos de aterrizaje para aviones estadounidenses cargados con migrantes deportados por parte del presidente colombiano Gustavo Petro, y la respuesta de Trump, revelan las tensiones entre dependencia económica y soberanía política.

Todo comenzó cuando Petro, en un gesto inusual, prohibió la llegada de vuelos militares y del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) que transportaban migrantes colombianos deportados desde California. Justificó su decisión aludiendo a la dignidad de los deportados, especialmente al ser trasladados en aeronaves militares. Lo que parecía un acto de resistencia simbólica desencadenó la furia de Trump, quien respondió con un arsenal de medidas coercitivas: amenazas de aranceles de hasta el 50% sobre productos colombianos, sanciones de visa a funcionarios y controles aduaneros más estrictos.

Elon Musk

La lección fue clara y contundente: la dependencia económica de Colombia, donde el 27% de sus exportaciones tienen como destino EEUU, limitó sus márgenes de maniobra. Al final, la presión de Trump resultó abrumadora. Petro aceptó las condiciones impuestas: vuelos sin restricciones, tanto civiles como militares, y la recepción de todos los migrantes deportados.

El caso deja múltiples lecciones. Primero, evidencia que Trump maneja la política exterior con la misma lógica transaccional y agresiva con la que negocia acuerdos comerciales. No hay espacio para concesiones ni matices: o aceptas sus condiciones o enfrentas un castigo económico. Segundo, confirma la vulnerabilidad de los países ante EEUU. La amenaza de aranceles o sanciones es suficiente para doblegar incluso a los gobiernos más reticentes.

Más preocupante aún, este episodio establece un precedente. Si Colombia, pese a su rol estratégico en la región, no pudo resistir la presión, ¿qué esperanza tienen otras naciones? Este patrón podría replicarse con México, donde la creciente presión migratoria y los acuerdos dentro del T-MEC podrían ser el próximo campo de batalla en la agenda de Trump.

El mensaje para América Latina es claro: la falta de integración económica regional y la excesiva dependencia de EEUU colocan a la región en una posición desventajosa. Mientras los países sigan actuando de forma aislada, serán presa fácil de las estrategias de presión estadounidenses.

El episodio entre Colombia y EEUU no es un hecho aislado; es una advertencia sobre el futuro de las relaciones diplomáticas en una era de políticas exteriores dominadas por el pragmatismo extremo. Aquellos que desafíen a Trump deben estar preparados para pagar el costo, porque en su mundo no hay lugar para la resistencia sin consecuencias.

Ayer, al ser cuestionada sobre el tema, la presidenta Claudia Sheinbaum, en contraste con la postura que quizá habría asumido su antecesor, evitó tomar partido, celebró el acuerdo entre Colombia y EEUU y resaltó la importancia del diálogo. Enfatizó el respeto mutuo entre países y evitó recomendar qué hacer a otros gobernantes, salvo actuar con prudencia y con “la cabeza fría”.

CON TRUMP, EUA ES UNA

 PLUTOCRACIA DISFRAZADA

Con Donald Trump nuevamente en la presidencia de Estados Unidos, el sistema político de ese país se ha convertido en una real plutocracia: un gobierno controlado por los más ricos. Los datos no dejan dudas. El nuevo gabinete de Trump tiene un valor neto combinado superior a 460 mil millones de dólares, mientras que los 20 senadores más ricos acumulan más de 1,800 millones. En un país donde el valor neto medio de un hogar es de 121,700 dólares, esta concentración de riqueza en manos de quienes gobiernan demuestra que el poder político está reservado para una élite económica. Es irónico que la nación que se presenta como bastión de la democracia haya permitido que sus instituciones sean capturadas por quienes representan al 0.0001% más rico de su población.

El problema no radica únicamente en la riqueza personal de los líderes políticos, sino en cómo utilizan ese poder para reforzar su control. Los grandes capitales financian campañas, cabildean agresivamente y moldean políticas a su conveniencia, perpetuando un ciclo donde los ricos diseñan un sistema que los beneficia aún más. La línea entre gobierno e intereses corporativos se ha difuminado, como lo demuestra la presencia de figuras como Elon Musk en posiciones clave. Las instituciones que deberían regular estas dinámicas han demostrado ser incapaces de limitar este dominio, lo que pone en riesgo la esencia de la democracia.

No es la primera vez que EEUU enfrenta acusaciones de plutocracia. A finales del siglo XIX los barones del ferrocarril y el petróleo prácticamente gobernaban el país. La diferencia es que ahora lo hacen desde el Congreso y la Casa Blanca. El control económico no solo afecta la política interna, sino también la agenda internacional de EEUU. Las decisiones en política exterior responden como nunca antes a los intereses de grandes corporaciones en lugar de a principios diplomáticos o valores democráticos. Esto perpetúa desigualdades globales y refuerza un sistema donde las alianzas se diseñan en función de los beneficios de la élite económica.

México no escapa de las consecuencias de este sistema. La reciente amenaza de Trump de imponer aranceles adicionales y presionar para que las fábricas localizadas en nuestro país regresen a EEUU es un ejemplo de cómo la plutocracia estadounidense afecta a México. Estas medidas, aunque se justifican bajo un discurso de “fortalecer a Estados Unidos”, responden a los intereses de sectores industriales que buscan maximizar ganancias a costa de economías dependientes como la mexicana.

En pocas palabras: la gobernanza estadounidense está dominada por una élite que controla el destino de millones de personas, tanto dentro como fuera de sus fronteras.

El gobierno de Trump no solo consolida el poder de una sino que amplifica su influencia global. El acceso al poder político está reservado para los más ricos, mientras las instituciones democráticas son incapaces de limitar su alcance. Para países como México, las consecuencias son claras: una relación asimétrica que se profundiza a medida que las decisiones de la plutocracia priorizan el beneficio de unos pocos por encima del bienestar de muchos. La democracia estadounidense está convirtiéndose en una fachada que oculta el control absoluto de una élite económica.

Twitter: @ruizhealy