¿Por qué, cuándo, cómo y quiénes hicieron la Constitución de 1917?


Constitución de 1917

Javier Garcíadiego*/El Colegio de México

Venustiano Carranza

Este artículo pretende demostrar que la Constitución de 1917 fue una propuesta de Venustiano Carranza y de su círculo de colaboradores civiles más cercanos. Primero tenían que desligarse de la Constitución de 1857, que era la bandera original de su lucha. Después tendrían que encontrar el momento más adecuado para convocar a un Congreso Constituyente que elaborara la nueva Constitución. Obviamente, el tema fundamental era escoger a quienes serían los más adecuados para ser constituyentes: los Constitucionalistas cercanos a Carranza que tuvieran experiencia legislativa. Luego, el artículo describe todos los pasos seguidos por Carranza y su grupo para conservar el control y dominio del Congreso Constituyente, decididos a evitar que se repitiera la experiencia de la fracasada Convención. En efecto, las similitudes y características compartidas por la mayoría de los diputados explican la ausencia de grandes polémicas y las votaciones mayoritarias y hasta unánimes para muchos artículos. Por último, analizando sociológicamente al conjunto de diputados constituyentes se llega a la conclusión de que en Querétaro se dio un proceso de alternancia sociohistórica: si los sectores rurales populares habían acabado con el Antiguo Régimen, los creadores del nuevo Estado mexicano fueron sectores de la clase media urbana.

Francisco I. Madero

La Constitución de 1917 es el documento más importante de la revolución mexicana; más aún, es el documento más importante de la historia moderna y contemporánea de México; de hecho, es el documento más importante del presente del país y de su futuro inmediato. Una duda permeará el debate público durante este año de su centenario: ¿seguirá siendo igual de importante a mediano y largo plazo? Por lo pronto, nadie se atreve a cuestionar la relevancia de conocer sus principales antecedentes y la forma y condiciones en que fue elaborada.1

La revolución mexicana, habiendo sido un proceso que se prolongó por más de siete años y en el que participaron numerosos protagonistas individuales y colectivos, comprensiblemente generó numerosos planes y programas.2 Unos tuvieron como objetivo derrocar a determinado gobierno, acusándolo de dictatorial y de ilegítimo. Los mejores ejemplos serían el Plan de San Luis Potosí, firmado por Francisco I. Madero el 5 de octubre de 1910,3 y el Plan de Guadalupe, con 71 firmantes y fechado el 26 de marzo de 1913:4 el primero buscaba derrocar por las armas a Porfirio Díaz; el segundo, a Victoriano Huerta. Otros planes estuvieron dirigidos a resolver los problemas y reclamos de un grupo social particular; en este caso, los mejores ejemplos serían el Plan de Ayala, firmado por Emiliano Zapata y medio centenar de jefes del Ejército Libertador a finales de noviembre de 1911 en Ayoxustla, Puebla, con el objetivo de luchar hasta que las comunidades campesinas recuperaran las tierras que habían perdido indebidamente,5 y el pacto firmado el 17 de febrero de 1915 entre los líderes de la Casa del Obrero Mundial y el gobierno constitucionalista, entonces asentado en Veracruz, para resolver los problemas del proletariado del país.6

Victoriano Huerta

Por último, hubo también planes y programas de carácter regionalista: uno fue, por ejemplo, el firmado en Oaxaca en julio de 1914, con el objeto de aislar la entidad de un proceso revolucionario que repudiaba.7 Evidentemente, varios planes combinaban un par de estos rasgos, como el Plan de Agua Prieta, firmado en abril de 1920 por los principales políticos sonorenses, resueltos a derrocar a Venustiano Carranza por los agravios que había infligido a su entidad,8 y con el propósito de alcanzar el mando del país.

Hubo muy pocos planes que contuvieran programas de gobierno generales y comprensivos; que fueran instrumentos para gobernar y no para derrocar gobiernos o para resolver problemas sociales particulares. Uno fue el Programa del Partido Liberal, elaborado en Estados Unidos en julio de 1906; otro fue el Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Soberana Convención Revolucionaria, promulgado en abril de 1916 pero elaborado por la asamblea de delegados convencionistas a lo largo de casi 16 meses de debates, los que tuvieron lugar, con participantes cambiantes, en varias poblaciones: Aguascalientes, Ciudad de México, Toluca, Cuernavaca, Cuautla y Jojutla.9 Sin embargo, el Programa del Partido Liberal fue elaborado por un pequeño grupo de oposicionistas antiporfiristas que se encontraban en el exilio y cuyo objetivo era promover el ideario Liberal para que se organizara un partido político que lo tuviera como base ideológica y programática, con la transformación del sistema político mexicano a la muerte de Díaz como horizonte.10 A su vez, el programa de reformas hecho por la Convención fue concluido luego de que dicha facción hubiera sido derrotada militar y políticamente, sin posibilidad alguna de que pudiera ser aplicado, porque tenía una muy reducida presencia territorial en el país.11

Emiliano Zapata

ESTADOS UNIDOS

INVADE A MÉXICO

A diferencia de ésta, la facción constitucionalista era la vencedora en el proceso revolucionario: había derrotado, sucesivamente, al gobierno usurpador huertista y a la facción convencionista, conformada por una fallida alianza entre los zapatistas y los villistas. Además, tenía una muy amplia y creciente presencia territorial, con dominio sobre casi todo el país, y podía presumir de contar con un apreciable soporte social pluriclasista; por último, desde octubre de 1915 había obtenido el reconocimiento diplomático de facto -aún no de jure– del gobierno de Washington.12 Así, la nueva Constitución, más que un plan, sería un auténtico programa de gobierno, una propuesta de Estado.

Esto no quiere decir que la situación fuera satisfactoria, que no se padeciera problema alguno. En realidad estos eran tantos como los logros constitucionalistas: para comenzar, el ataque de Villa a la población estadounidense de Columbus, a principios de 1916, había dado lugar a que Estados Unidos invadiera una parte del norte de México con un ejército que llegó a tener hasta 10 000 hombres y al que se conoció con el nombre de Expedición Punitiva.13 Por si esto fuera poco, el país padecía a varios grupos rebeldes, los más importantes de los cuales eran, además de los villistas y los zapatistas, el pelaecista, que operaba en la región petrolera; el felicista, en la zona central de Veracruz; los ejércitos de los finqueros de Chiapas; los «soberanistas» de Oaxaca, y los chavistas de Michoacán. Para colmo, sus relaciones con la Iglesia católica eran peor que malas, se padecían graves epidemias y la economía del país estaba muy atrofiada y sin posibilidades de recuperación hasta que concluyera la primera guerra mundial y se lograra una cabal pacificación nacional.

 

CARRANZA NUNCA

RECONOCIÓ A HUERTA

 

Porfirio Díaz

Además de estos problemas diplomáticos, militares, sociales y económicos, en cuanto a retos políticos sin duda el mayor era pasar de grupo armado triunfante a gobierno legal. Considérese que el movimiento constitucionalista había surgido entre febrero y marzo de 1913 para oponerse a la llegada al poder de Victoriano Huerta, y que si bien la presidencia de éste difícilmente podría ser considerada legal, lo cierto es que nunca desconoció la Constitución de 1857; de hecho, siempre procuró que sus actos de gobierno, comenzando por su llegada al poder, quedaran enmarcados con aquella ley. Por su parte, Carranza siempre alegó ser el defensor de dicha Constitución y nunca reconoció a Huerta ni a las autoridades que lo apoyaron. Tampoco reconocería a las autoridades convencionistas, que intentaron gobernar el país desde finales de 1914 hasta principios de 1916. Sin embargo, a pesar de encabezar a la facción victoriosa, Carranza no podía simplemente decretar que él se convertía en presidente del país, con legalidad plena.

En el ámbito político enfrentaba tres problemas mayúsculos: la conversión de Primer Jefe a presidente exigía que Carranza surgiera como triunfador de una contienda democrática y legal; esto es, en un proceso electoral. Segundo, era evidente que la Constitución de 1857 se había vuelto anacrónica e inoportuna: no atendía problemas antes inexistentes, como el petróleo y el proletariado; además, no permitía que las comunidades campesinas pudieran ser propietarias de tierras en común, que en buena medida era por lo que llevaban luchando seis años, con resultados positivos. Así, en las condiciones del país en 1916 dicha Constitución hubiera sido inoperante. Para colmo, habiendo concedido la Constitución de 1857 pocas facultades al Poder Ejecutivo, había forzado a Porfirio Díaz a ignorarla y violarla, convirtiendo a su gobierno en una dictadura.14 Para evitar que esto se repitiera, la principal norma nacional tenía que ser modificada de manera sustancial.

Maclovio Herrera

Sobre todo, Carranza había encabezado la lucha contra Huerta y contra la Convención ofreciendo, diseñando y aplicando una amplia y variada legislación en asuntos políticos, administrativos, económicos, civiles y sociales -agrarios o laborales-. ¿Qué hacer con dicha normatividad, elaborada por él y por sus colaboradores cercanos desde 1914?15 Elevarla por decreto a rango constitucional sería ilegal, y erróneo en términos políticos. Ignorarla sería regresivo y absolutamente inaceptable para los grupos que habían simpatizado con la Revolución y apoyado al grupo constitucionalista. Piénsese, para comenzar, en los campesinos beneficiados con la ley del 6 de enero de 1915, y en las mejoras económicas, políticas y sociales obtenidas por los obreros. Dejar que la Constitución de 1857 fuera reformada paulatinamente, en las siguientes legislaturas en su carácter de constituyente permanente,16 sería un proceso lento y, sobre todo, incierto, y Carranza sabía que consoli­dar sus reformas con este procedimiento dependería del carácter ideológico y de la naturaleza política de las futuras legislaturas, tanto nacionales como locales. El triste recuerdo de la XXVI Legislatura, durante la presidencia de Madero, seguramente lo previno contra esta estrategia.

 

ELIGIENDO EL MOMENTO

ADECUADO PARA ACTUAR

Maximiliano de Hasburgo

Desde muy tempranas fechas Carranza y su círculo íntimo de colaboradores percibieron que la única forma aceptable de elevar a rango constitucional las propuestas normativas de la facción constitucionalista era mediante una nueva constitución. En términos políticos era difícil hacer pública esa decisión, pues precisamente se habían levantado en armas para hacer cumplir la Constitución de 1857, para restaurarla a cabalidad. Fueron varios los momentos y lugares en los que paulatinamente se fue anunciando la conveniencia de una nueva constitución. Fueron también varios los personajes que lo hicieron. Para algunos el primer anuncio lo hizo Carranza desde septiembre de 1913, al establecerse en Sonora.17 Sin embargo, el compromiso de restaurar la Constitución de 1857 hecho en el Plan de Guadalupe era muy reciente, apenas de seis meses antes. Además, en ese momento el resultado final de la lucha era todavía incierto: recuérdese que Carranza y sus hombres habían sido vencidos y expulsados de su entidad, Coahuila, por el ejército huertista. Sobre todo, para entonces los constitucionalistas norteños aún no llegaban al centro del país, por lo que desconocían la problemática de las comunidades campesinas sin tierras y no habían firmado aún pacto alguno con el movimiento obrero. Sin embargo, es cierto que al ser obligado a dejar Coahuila, Carranza hizo una larga travesía en busca del cobijo sonorense, cuya ruta le permitió conocer y negociar con revolucionarios muy distintos a sus paisanos, los colaboradores iniciales.

Miguel Miramón

Por ejemplo, entró en contacto con los hermanos­ Arrieta en Canatlán, Durango, y luego conoció en Parral, Chihuahua, a los hermanos Luis y Maclovio Herrera; por último, al llegar a Sonora fue recibido por numerosos contingentes yaquis, lo que lo hizo cambiar de ideas sobre la naturaleza de la lucha: si en marzo, con el Plan de Guadalupe, creía que el objetivo debía ser jurídico y político, durante su travesía se convenció de que la Revolución era una «lucha de clases».18

El cambio ideológico de Carranza entre sus meses de rebelde en Coahuila y el tiempo que pasó en Sonora no puede minimizarse. Si durante la redacción del Plan de Guadalupe se había negado a incluir promesas de reforma social, en Sonora, a finales de 1913 y principios de 1914, y acaso como compromiso con los revolucionarios locales, ante quienes debía reafirmar su liderazgo, claramente anunció que al triunfo del movimiento se harían las reformas sociales que requerían todas las clases sociales del país.19 Su nueva postura se sintetiza en el lema que impuso a principios de 1914 a su gobierno: «Constitución y Reformas».20

Tomás Mejía

Casi medio año después, en el mes de julio, con tal de conservar la alianza con los villistas21 en la etapa final de la lucha contra Huerta, Carranza accedió a que un pequeño grupo de representantes del Cuerpo de Ejército del Noreste22 buscara la reconciliación con los villistas. Para ello se reunieron en Torreón, donde aceptaron que al final de la lucha se conformara una convención de generales para «discutir y fijar el programa» que debería poner en práctica el inminente gobierno revolucionario.23 En rigor, Carranza primero cuestionó la naturaleza del compromiso firmado por sus representantes, pues el concepto de convención generaba enormes compromisos y expectativas, tanto en términos históricos y legales como políticos, por lo que buscó reducirla al nivel de una «junta»; además, le preocupó que fuera exclusivamente para militares.24 Sin embargo, obligado a cumplir el compromiso, don Venustiano convocó a dicha convención luego de ocupar la Ciudad de México, la que se reunió allí a principios de octubre. En ella Luis Cabrera, muy cercano a Carranza y veterano de la XXVI Legislatura, y por esto mismo consciente de los límites temporales y de la pluralidad ideológica que contiene toda legislatura, lo que la hace incapaz de reformar a fondo una constitución en un solo periodo legislativo, propuso que la Convención fuera un paso previo y preparativo, pues de ella debía surgir un congreso constituyente «más grande que el de 57».

 

GUERRA DE

 FACCIONES

 

Casa del Obrero Mundial

Menos de dos meses después estalló la llamada guerra de facciones, que se prolongaría, en su etapa de mayor intensidad, durante buena parte de 1915.26 Claro está que la guerra no se limitó a sus acciones bélicas, sino que los beligerantes compitieron también por obtener el mayor soporte social. Para ello, en diciembre de 1914 Carranza promulgó sus «Adiciones al Plan de Guadalupe», en las que se comprometió a legislar durante la inminente guerra con el propósito de resolver los problemas que aquejaban a los sectores populares.27 Tan sólo dos semanas después los constitucionalistas lanzaron su propuesta de reforma agraria, y al mes siguiente establecieron una firme alianza con el movimiento obrero, al que se otorgaron varias concesiones sociales a cambio de su respaldo en la guerra contra villistas y zapatistas.28 El impacto de esta estrategia sociopolítica en el resultado final de la contienda no puede ser menospreciado: a fines de 1915 el constitucionalismo era la facción victoriosa, pero había adquirido graves compromisos con los sectores populares del país.

Antonio Díaz Soto y Gama

Por otra parte, su victoria obligaba al gobierno constitucionalista a emprender prontos y radicales cambios políticos, puesto que para 1916 no había ya pretexto para que se prolongara el llamado periodo preconstitucional. Sin embargo, la simple restauración de la Constitución de 1857 no dejaba satisfechos a los ideólogos constitucionalistas, sabedores de que, o las elevaban por decreto o quedarían al margen todas las leyes y normas elaboradas por ellos mismos durante los años revolucionarios de 1914 y 1915. Así, con una estrategia bien diseñada, a principios de 1916 comenzó a difundirse la idea de que lo conducente era elaborar una nueva constitución que incorporara los compromisos sociales adquiridos y los cambios políticos que exigía el Estado posrevolucionario. De hecho, Félix Palavicini, uno de los hombres más cercanos a Carranza, poseedor de la experiencia política y legislativa de la XXVI Legislatura, desde principios de 1915 había comenzado a argumentar que lo que debía hacerse eran profundas reformas a la Constitución de 1857, pero mediante un congreso constituyente que la hiciera considerablemente distinta.29 La campaña en favor de una nueva constitución a partir de cambiar radicalmente la de 1857, introduciéndole aspectos sociales y modificando la estructura política del país, no sólo se hizo en la prensa constitucionalista. Carranza externó sus objetivos a su representante en Washington, Eliseo Arredondo, con el claro propósito de que difundiera en los círculos políticos estadounidenses su compromiso de que cuando se alcanzara la paz convocaría a un congreso constituyente «debidamente electo por todos los ciudadanos […] para elevar a preceptos constitucionales las reformas dictadas durante la lucha».30

Gabriel Cervera Riza

Sin embargo, su propuesta era entonces claramente prematura, pues primero debían acabar con el desafío convencionista, lo que lograron hasta finales de 1915, cuando acotaron a un debilitado villismo a sus entornos geográficos originales. Esto es, primero tenían que conocer las dimensiones de los compromisos sociales y políticos adquiridos durante la lucha. En efecto, era muy importante, antes de que los constitucionalistas iniciaran su labor constituyente, que los convencionistas hubieran fracasado plenamente con la suya.31 Asimismo, Carranza estaba convencido de que antes de convocar a dicho congreso constituyente debía obtenerse el reconocimiento diplomático de Estados Unidos, lo que se logró en octubre de 1915, pues para Estados Unidos sería difícil diplomáticamente romper relaciones con México si no le satisfacían las reformas a la Constitución de 1857; de hecho, con el reconocimiento había quedado obligado formalmente a aceptar la legislación mexicana.

A pesar de su evidente victoria, los constitucionalistas no pudieron iniciar de inmediato el proceso transformatorio pues el país enfrentó el grave problema de la Expedición Punitiva. Fue hasta que se hizo evidente que las fuerzas estadounidenses se limitarían a perseguir a Villa en la región fronteriza y que pronto regresarían a Estados Unidos, cuando Carranza decidió iniciar los preparativos para elaborar una nueva constitución.

Eliseo Céspedes

Una de las primeras decisiones para tal propósito fue encargar la redacción del anteproyecto de la nueva carta magna a José Natividad Macías y a Luis Manuel Rojas.32 Además de que ambos eran cercanos a don Venustiano, los dos eran abogados y tenían una amplia experiencia legislativa;33 sobre todo, ambos habían encabezado la elaboración de la normatividad preconstitucional desde que a finales de 1914 habían conformado la Sección de Legislación Social junto con Félix Palavicini y Alfonso Cravioto.34 Por lo mismo, era previsible que hubiera una continuidad, como en efecto sucedió, entre la normatividad preconstitucional y la nueva constitución. Si bien se ha dicho que la Constitución de 1917 refleja influencias de otras propuestas del periodo, en particular del Programa del Partido Liberal de 1906 y del Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Convención,35 en realidad su antecedente inmediato y directo es la legislación hecha por los constitucionalistas durante el periodo preconstitucional, entre 1914 y 1916. Es con ésta con la que hay una evidente continuidad, misma que aclara la autoría de la Constitución, su paternidad.

 

CÓMO INICIÓ

EL PROCESO

Enrique Colunga

El afán legislativo de la facción constitucionalista no se redujo al grupo de Palavicini, Macías, Rojas y Cravioto, antiguo compañero de los liberales magonistas.36 Desde su llegada a Veracruz los funcionarios de la Secretaría de Fomento también se dedicaron «al estudio de leyes […] para los diversos ramos que le estaban encomendados».37 Sin duda su mayor logro fue la Ley del 6 de enero de 1915, para la que se contó con la colaboración de Luis Cabrera y de Andrés Molina Enríquez, ley que fue antecedente directo del artículo 27 de la Constitución de 1917, continuidad que se explica por haber participado en ambas redacciones el secretario de Fomento de Carranza y luego diputado constituyente, Pastor Rouaix.38 El notable afán legislativo de los carrancistas lo confirma el que don Venustiano encargara a otro grupo de colaboradores un estudio sobre las diferencias que tenía la normatividad de 1914 y 1915 con la Constitución de 1857. En efecto, apenas un mes después de anuncia­do el encargo hecho a Macías y Rojas se hizo pública la solicitud hecha al secretario de Justicia, Roque Estrada,39 y a sus principales colaboradores, como el oficial mayor Ignacio Ramos Praslow o el licenciado José Diego Fernández,40 así como a otros distinguidos juristas, entre ellos Fernando Lizardi, director de la Escuela de Jurisprudencia, todos «escogidos a dedo» por Carranza.41 No está claro si el estudio de Roque Estrada sirvió de apoyo a Macías y Rojas. En realidad, el grupo de la Secretaría de Justicia, basado en el trabajo previo de José Diego Fernández, aprovechó para proponer reformas que debían incorporarse a la nueva constitución, pero sin un carácter integral ni sistemático.42 Lo cierto es que nunca se habló de una competencia entre ambos grupos, y es indudable que predominaba el de Macías y Rojas.43 Como lo había hecho con los miembros de la Sección de Legislación Social, Carranza se ocupó de que algunos de los participantes en el equipo de la Secretaría de Justicia llegaran también a Querétaro.

Plan de San Luis Potosí

La preparación del Congreso Constituyente no se limitó a la redacción del anteproyecto. Como buen político, Carranza sabía que la propuesta de elaborar una nueva constitución debía socializarse, para que su legitimación fuera más fácil. Así, utilizó sobre todo dos publicaciones para difundir y defender la idea: la Revista de Revistas, propiedad de uno de sus colaboradores más involucrados en el tema, Luis Manuel Rojas, y en los periódicos de Félix Palavicini, primero El Pueblo y luego El Universal, fundado el 1º de octubre de 1916, al inicio de las campañas electorales para la integración del Congreso Constituyente,44 ­luego de que Carranza emitiera la «Convocatoria a elecciones de diputados para integrar un Congreso Constituyente».45 Al hacer este llamado Carranza anunciaba oficialmente que habría una nueva constitución, pues para solo restaurar la de 1857 bastaba con elegir a la XXVII Legislatura.46 Como había sucedido después de la guerra de independencia con la Constitución de 1824, y luego del triunfo de los liberales en la rebelión de Ayutla, un movimiento social, político y militar de la magnitud de la revolución de 1910 debía concluir con la elaboración de una nueva constitución.47Siempre se ha sostenido que Carranza tenía una apreciable información histórica, en especial del periodo del triunfo liberal, a mediados del siglo XIX.48 De otra parte, es incuestionable que tenía una gran capacidad para el análisis político.

Francisco Ramírez Villarreal

Por lo mismo, cuando don Venustiano convocó a la redacción de una nueva constitución seguramente tuvo en consideración la historia del país y la experiencia al respecto del proceso revolucionario. Para comenzar, es evidente que reflexionó sobre la reciente XXVI Legislatura, en particular en la labor obstruccionista y antimaderista del grupo del «cuadrilátero»,49 por lo que se dispuso que no podrían ser electos como constituyentes los que hubieran sido enemigos del constitucionalismo, ya se tratara de huertistas, villistas o zapatistas. Su objetivo era no perder en la tribuna lo que se había ganado en los campos de batalla.50 Esta estrategia, sin lugar a dudas excluyente, era comprensible y compartida: lo mismo había sucedido con la asamblea convencionista, pues para ser miembro de ella se tenía que ser un destacado jefe villista o zapatista, o su representante. El riesgo no era que fuera electo un anticonstitucionalista notorio, la mayoría de ellos exiliados, sino que llegaran varios enemigos anónimos.51

También se decidió que el lugar donde tendría lugar la asamblea constituyente sería Querétaro. Los argumentos en su favor eran varios: era un sitio histórico que vincularía a la Revolución con las otras grandes gestas nacionales: el inicio de la guerra de independencia, con el grupo de «conspiradores» vinculado al corregidor Miguel Domínguez, y el final de la guerra de intervención, final también del ejército conservador, con los juicios y fusilamientos de Maximiliano, Miguel Miramón y Tomás Mejía.52 Además, era un sitio sin riesgo militar alguno, lejos de cualquier amenaza villista o zapatista.53 Por último, estaba bien comunicado y los precios de hospedaje y alimentación eran menores que los de la Ciudad de México, lo mismo que sus sitios de distracción, tanto nocturna como diurna.

Ignacio Pesqueira

Atento también a las experiencias de las asambleas que promulgaron las constituciones de 1824 y 1857, así como al Programa de la Convención, Carranza dispuso que la reunión de Querétaro no podría prolongarse más de dos meses, diciembre de 1916 y enero de 1917,54 al margen de que los últimos diez días de noviembre debían dedicarse a la «discusión de credenciales»; esto es, a comprobar la legalidad de las elecciones en que habían triunfado los aspirantes a constituyentes, así como a revisar sus antecedentes políticos, para impedir que llegaran los que violaban la cuarta cláusula de la convocatoria, sobre el impedimento a participar para los enemigos del constitucionalismo. El límite temporal de dos meses se completó con otra disposición fundamental para que resultara una asamblea eficiente: que los diputados constituyentes tendrían como base para sus propuestas y debates un solo texto, el anteproyecto de reformas a la Constitución de 1857, elaborado los meses previos por algunos colaboradores cercanos de Carranza.

Una excesiva prolongación de los debates tendría varios riesgos: el primero y más evidente, los gastos del propio Congreso. Segundo, la dispersión legislativa; esto es, que utilizaran el tiempo, en el caso de ser éste amplio o ilimitado, a debatir temas ajenos a la propia constitución, tal como había sucedido en las dos grandes asambleas constituyentes del siglo XIX. Si la temporalidad acotada y la obligatoriedad de circunscribirse a debatir el texto del anteproyecto buscaban evitar las discusiones inacabables e inútiles, también se impidió la discusión sobre asuntos «de principios» o de visiones generales o alternativas, pues el anteproyecto no podía ser discutido «en lo general»,55 sino artículo por artículo. Sin duda estas estrategias concurrentes prueban la perspicacia política de Carranza, pues limitar la duración de la asamblea tenía una motivación mayor: don Venustiano y sus colaboradores involucrados en la nueva constitución sabían de las dinámicas que siempre toman este tipo de asambleas. Carranza sabía, por ejemplo, que sus representantes habían ido a Torreón para conservar la alianza militar con los villistas y habían terminado por aceptar que después de obtener el triunfo se organizara una convención que definiera el programa del grupo revolucionario. Sobre todo, Carranza sabía que dicha Convención había tenido como primeros objetivos resolver las diferencias entre los revolucionarios y llegar a acuerdos sobre las reformas que requería el país, pero que sin embargo pronto se había declarado­ soberana, lo había desconocido y luego le había declarado la guerra.56 Comprensiblemente, su principal objetivo era evitar que la asamblea constituyente pudiera radicalizarse, imbuirse de una legitimidad parlamentaria y terminara enfrentada a él.57

Manuel Diéguez

Los comicios para elegir a los diputados constituyentes tuvieron lugar el 22 de octubre de 1916. Aunque todavía se enfrentaban numerosos problemas graves, era indudable que la situación nacional mejoraba cada día, como lo prueba que la publicación del Programa de Reformas Políticas y Sociales de la Convención no haya generado la recuperación de esa facción; al contrario, se había autodisuelto en mayo de 1916.58 Asimismo, era evidente que el único futuro de la Expedición Punitiva era retirarse en fecha próxima, y que la diplomacia de Carranza había resultado victoriosa. Finalmente, el proceso de convertirse en gobierno ya había comenzado, y hasta se dispuso que antes de las elecciones para el Congreso Constituyente tuvieran lugar los comicios para elegir presidentes municipales en todo el país.59 El objetivo era doble: además de que sirvieran como un ejercicio previo, don Venustiano deseaba contar con autoridades legales que pudieran organizar y calificar, con toda legitimidad, las elecciones de diputados constituyentes.

Como prueba de la mejoría nacional, las elecciones tuvieron lugar en prácticamente todo el territorio nacional, aunque padeciéndose algunas irregularidades y un considerable abstencionismo tal como lo vaticinó una vecina a Carranza,60 previsible por la falta de una tradición electoral consolidada en el país, el poco aprecio que se tenía por el Poder Legislativo y la ausencia de partidos políticos que pudieran organizar las actividades de los aspirantes y convencer a los ciudadanos de que votaran.61 Por otro lado, la ausencia de partidos que se encargaran de postular a un solo candidato por distrito dio lugar a que fueran muchos los aspirantes: por lo general hubo entre tres y cinco aspirantes en cada distrito, pero en el estado de Puebla hubo uno que contó con más de 30 candidatos a diputado propietario y más de 40 para suplente.62 En efecto, la ausencia de partidos permitió que se autopostularan ciudadanos sin mayores méritos ni experiencia alguna.63

Francisco J

El que la asamblea constituyente se haya conformado mediante un proceso electoral de alcance nacional marca una de sus mayores diferencias con la Soberana Convención,64 pues ésta se integró con meros representantes personales de los principales jefes militares del villismo y del zapatismo, a razón de un delegado por cada 1 000 soldados de las fuerzas en cuestión,65 sin importar que se careciera de estadísticas castrenses oficiales y validadas, confiables. Por lo mismo, además de que la legalidad y la legitimidad del Constituyente serían mayores que las de la asamblea convencionista, la representatividad social de ésta sería limitada, pues sólo incluiría a representantes provenientes de los sectores populares de dos regiones del país, aunque en rigor buen número de los delegados zapatistas fueron más bien elementos asimilados procedentes de distintos espacios urbanos:66baste como ejemplo su delegado más protagónico y significativo, el abogado potosino Antonio Díaz Soto y Gama.67

Las elecciones para Querétaro se basaron en el censo de 1910 y en la distritación electoral de 1912, y se acordó que por cada 70 000 habitantes se conformaba un distrito electoral.68 Así, el Congreso Constituyente tuvo casi 220 diputados, de poco más de 240 posibles, procedentes de prácticamente todos los estados del país, pues la rebelión que se padecía en varias regiones impidió que hubiera elecciones en 25 distritos.69 Todo esto explica las diferencias entre el número de diputados que tuvo cada estado, dependiendo del tamaño de su población, pues las entidades norteñas, a pesar de haber sido las que tuvieron mayor protagonismo revolucionario, eran extensas pero poco pobladas. Por lo tanto, Durango envió siete diputados, Coahuila seis, Sonora cuatro y Chihuahua sólo uno. En cambio, los estados del centro, con menor participación en la lucha armada pero mucho mayor población, contaron con muchos más diputados constituyentes: Jalisco tuvo 21, Guanajuato 19, Puebla y Veracruz 18 cada uno, Michoacán 16 y el Distrito Federal 14. En términos comparativos, Jalisco o Guanajuato, de reducida participación revolucionaria, tuvieron más representantes que todos los estados norteños protagonistas juntos. Del mismo modo, la capital del país, también poco activa en la lucha armada, tuvo el doble de representantes que Durango, la más poblada de las entidades norteñas.70

Esta argumentación permite concluir que fueron distintas las regiones del país que destruyeron al Antiguo Régimen, personificado en los gobiernos y ejércitos de Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, a las que luego diseñaron la construcción del México posrevolucionario. Sin embargo, este argumento requiere dos precisiones: puesto que la Revolución consistió, en términos sociológicos y demográficos, en una migración violenta de los ejércitos norteños rumbo al centro y sur del país,71 es un hecho que algunos representantes de los estados centrales eran norteños asentados recientemente allí por razones militares o políticas. Por ejemplo, el sonorense Ignacio Pesqueira representó al D. F.; Francisco Ramírez Villarreal, abogado del noreste del país, representó a Colima, donde era secretario de Gobierno;72 Gabriel Cervera Riza, normalista coahuilense, representó a Michoacán, donde había llegado con las fuerzas norteñas de Alfredo Elizondo;73 Gilberto de la Fuente, médico neoleonés, estuvo­ al frente de los servicios militares del Ejército Constitucionalista en Puebla, estado al que representó,74 y Luis T. Navarro, ingeniero coahuilense emparentado con Madero, por quien peleó a las órdenes de Cándido Aguilar en Veracruz, luego estuvo al frente de la 2ª Brigada de la División de Oriente, lo que explica que haya representado a Puebla.75 Sin embargo, también es cierto que algunos diputados de origen norteño se habían radicado en el centro del país desde mucho tiempo antes: un ejemplo es el coahuilense Enrique Colunga, cuya familia se trasladó a Guanajuato, donde estudió abogacía; otro es el duranguense Paulino Machorro, cuya familia migró a Guadalajara, donde también estudió Derecho;76 un ejemplo más es el de Antonio de la Barrera, sonorense que se trasladó a la Ciudad de México para estudiar en la Escuela de Jurisprudencia y luego luchó bajo las órdenes de Rafael Cepeda y Fernando Dávila en la División de Oriente, por lo que representó a Puebla. Evidentemente, los cerca de 15 diputados norteños migrantes -7%- no modifican el carácter mayoritariamente mesoamericano del Congreso Constituyente.

VISIÓN CENTRALISTA

DE LA CARTA MAGNA

 

Por lo que se refiere a Morelos, otro estado de amplia participación en la lucha revolucionaria, su reducido tamaño, su población predominantemente rural y la lucha armada que tenía lugar en la región, igual que en el caso de Chihuahua, explican que sólo haya enviado a Querétaro tres diputados, procedentes, significativamente, de los distritos electorales de Cuernavaca, Jojutla y Cuautla, todos ellos urbanos.77 La reducida representación de Morelos no invalida la afirmación de que la Constitución de 1917 fue redactada básicamente por diputados del centro del país, los que enfrentaban una problemática social propia y tenían una cultura política diferente a la de los norteños.

Comprensiblemente, en los aspectos sociales se dio un fenómeno similar. Aunque en algunos casos las clasificaciones profesionales no resultan muy precisas78 y se carece del perfil biográfico exacto de varios constituyentes, puede decirse que predominaron los abogados, que eran 61, equivalentes a 28%,79 seguidos de 20 ingenieros y de la misma cantidad de médicos, con 9% para cada profesión. Después de éstos seguían 15 profesores y 9 periodistas, con apenas 7 y 4% respectivamente. Al margen de una representación laboral más amplia pero poco representativa,80 el número de militares que estuvo presente en Querétaro es un asunto de difícil definición, pues participaron varios que habían dejado las armas pero no el grado militar al momento de asumir responsabilidades políticas y gubernamentales una vez vencido Huerta o luego de derrotada la Convención. PARTICIPACIÓN

DE MILITARES

 

 

 

 

Así, fueron 33 los militares en activo que asistieron al Congreso Constituyente, supuestamente con su licencia correspondiente;81 esto es, 15%, casi la mitad que los abogados, porcentaje notoriamente pequeño tratándose de una constitución producto de una lucha armada que se había prolongado por seis años. Por lo tanto, puede concluirse que los militares no simpatizaron con la idea de una asamblea constituyente, pues reconocían carecer de dotes tribunicias y porque percibían que allí iniciaba el proceso de traspaso del poder del sector castrense al de los políticos civiles.82 También pudo darse el caso de que algunos militares hayan decidido no participar en las elecciones para el Constituyente, pues se les impedía competir en el distrito donde tenían mando de fuerzas, disposición que resultó ciertamente disuasoria.83

Por lo mismo, resulta evidente, pero sobre todo comprensible, que varios de los supuestos militares que estuvieron en Querétaro cumplían más bien funciones políticas y administrativas dentro de la milicia, como lo prueba la presencia de varios que habían sido jefes de Estado Mayor, como Francisco Ramírez Villarreal, del general Manuel Diéguez; Ignacio Ramos Praslow, del general Enrique Estrada; Alberto Peralta, del general Martín Espinosa, y Eliseo Céspedes, que estuvo al frente del Estado Mayor de Cándido Aguilar.84 Con el mismo criterio debe verse la participación de Antonio de la Barrera, quien había representado al general Andrés Saucedo en las primeras semanas de la Convención,85 y sobre todo la de Ignacio Pesqueira, de larga trayectoria política: diputado local sonorense -por Arizpe- al triunfo de Madero, gobernador interino de su estado al inicio de la lucha contra Huerta, luego presidente del Supremo Tribunal Militar y en 1916 subsecretario de Guerra­.86 Esto es, aunque tuvieran grado militar, su actividad era política y administrativa, y de ninguna manera representaron en Querétaro los intereses de la institución castrense, afirmación que vale sobre todo para diputados como Cándido Aguilar,87 general pero también alto funcionario y ­político carrancista; Esteban Baca Calderón,88 reconocido líder obrero, lo mismo que Heriberto Jara y Francisco J. Múgica,89 periodista, ideólogo y administrador. Como atinadamente se ha dicho, Jara y Múgica «eran más bien políticos vestidos de caqui».90 Cierto, todos éstos tenían grado, pero no función ni mentalidad militar, por lo que debe insistirse en que el número de militares ha sido sobreestimado al tomarse sólo en cuenta su membrete formal. También debe insistirse en que el Congreso Constituyente fue el primer triunfo significativo e irreversible del civilismo dentro de la revolución mexicana.91

Claro está que la reducida participación del sector castrense en el Congreso Constituyente es otra diferencia con la Convención, en la que su participación fue mayoritaria.92 Así como la suma de los diferentes oficios y profesiones permite aducir que la mayoría de los diputados constituyentes provenían del sector civil, también puede asegurarse que el nivel socioeconómico de la mayoría era el de las clases medias urbanas.93 Así se dio otro cambio de protagonismo histórico, pues los sectores que habían conformado los ejércitos revolucionarios habían surgido del sector campesino, en particular en el ámbito rural popular. Por lo mismo, en términos sociológicos -de clase social-, fueron unos los

En este sentido puede asegurarse que casi no hubo presencia de líderes campesinos auténticos, previsiblemente poco hábiles o nada interesados en las labores legislativas, parlamentarias y tribunicias.

REPRESENTACIÓN

DE QUERÉTARO

 

Además, su dispersión habitacional dificultaba las labores organizativas con propósitos electorales. El perfil sociológico que sí podía encontrarse en Querétaro es el de los pequeños y medianos propietarios,94 o sea, rancheros convertidos en militares durante la lucha armada, por lo que su representatividad sería más castrense que campesina, y más de la clase media rural que de su sector popular.

Por otro lado, considerando que México era un país rural,95 con poca industrialización y escaso proletariado, este sector estuvo generosamente representado en Querétaro, a pesar de que a mediados de 1916 había habido un duro enfrentamiento entre trabajadores y gobierno.96 Pese a ello, la desproporción en la representatividad de ambos sectores populares se explica por la mayor madurez ideológica y política de los líderes obreros, por su capacidad organizativa y por su relativa experiencia en cuestiones electorales. Es así que se registra la asistencia y participación de varios líderes obreros, destacando, además de Baca Calderón, el veracruzano Heriberto Jara, miembro del Partido Liberal Mexicano y veterano de los conflictos de Río Blanco; Héctor Victoria, sindicalista ferrocarrilero yucateco;99 Nicolás Cano, dirigente minero guanajuatense; Antonio Hidalgo, conocido líder obrero en la industria textil tlaxcalteca, así como Carlos Gracidas, tipógrafo de Toluca, de larga vida sindical y quien como miembro de la Casa del Obrero Mundial había luchado en los Batallones Rojos a favor del Ejército Constitucionalista. Si bien ninguno de éstos era un líder obrero radical, y la mayoría tenía de tiempo atrás actividades o relaciones gubernamentales, comparar la participación de los obreros con la de los abogados, ingenieros, médicos, profesores y periodistas confirma plenamente que el Congreso Constituyente estuvo dominado, abrumadoramente, por miembros de la clase media urbana. Esto obliga a reiterar el argumento: si los ejércitos que derrotaron al Antiguo Régimen de Díaz y Huerta estuvieron conformados por elementos del sector popular rural, quienes construyeron­ el nuevo Estado mexicano provinieron de las clases medias urbanas.