¿Realmente la polarización social es un fenómeno nuevo en México?


Hartazgo social
  • «Nacos», «gente bonita», «fifis», «chairos», «indio», «ladino», una terminología peyorativa que nos lleva a la deriva como país

Ivette Rivera Abarca*

 La desigualdad social ha existido históricamente en nuestra sociedad, la falta de oportunidades para la gran mayoría de los mexicanos no es algo que surgió de pronto.

Promesas de campaña

La categorización de las personas por su condición socioeconómica o color de piel, no es nada nuevo, pues los adjetivos peyorativos como “naco” y la gente “bien” sólo han sido sustituidos, en estos tiempos, por los de “chairos” y “fifis”. Ser “alguién” es para esta sociedad todo aquel que ostente un puesto de poder, pertenecer a una “buena familia” es decir con suficientes recursos financieros para cubrir todo tipo de frivolidades.

La ausencia de liderazgo que México ha padecido por décadas es precisamente el origen de esta polarización. Que hoy se hable de ello como un fenómeno nuevo, tal vez influido por las redes sociales (el surgimiento de la internet) en las que si no hay un verdadero discernimiento para elegir los contenidos que consumimos de manera automática, lo que nos lleva a emitir juicios sin ninguna base objetiva.

La existencia, casi nula, de personajes que motiven la capacidad de proporcionar una respuesta a las necesidades sociales, en este caso ciertos políticos, en múltiples ámbitos de la realidad mexicana es lo que ha llevado al hartazgo social.

Ser líder, significa tener la suficiente sensibilidad para detectar las necesidades de un pueblo, es tener la pasión y la capacidad de influir, motivar, organizar, dirigir y conducir a grandes grupos para realizar acciones con objetivos en común para construir causas que beneficien a las mayorías y sobre todo, que ayude a mejorar el nivel de vida de las personas en condiciones menos favorecidas.

México perdió la posibilidad de tener liderazgos legítimos, hace décadas, debido a que se vio rebasado por el abuso y la voracidad de personajes públicos y del sector empresarial, que destruyeron la confianza de la sociedad, razón por la cual, los mexicanos cayeron en la incredulidad y el hartazgo.

La percepción de la corrupción que se volvió endémica y que ha prevalecido históricamente en nuestro país, provocó que la sociedad mexicana, optara por un cambio, debido a que la propuesta de erradicar la corrupción llamó la atención de propios y extraños y fue precisamente ese hartazgo social, fue lo que definió las elecciones presidenciales del 2018.

Los sectores que se sienten desfavorecidos porque las cosas cambiaron, porque en el proceso de erradicar los privilegios de los que gozaban y como todo proceso que no es comprendido y aceptado como tal, alzan sus voces descontentas y con ello se  perpetúa la división o polarización, desconectados a los problemas graves que atañen a nuestra sociedad.

Temas como la salud, economía o seguridad, han sido prioridad del gobierno actual que es y será muy difícil de resolver si como individuos nos cegamos ante el bien común.

Vivimos inmersos en la descalificación, criticando con base en la desinformación.

No hay una comprensión de que los problemas multidimensionales y complejos de la realidad, no pueden resolverse, sino hay una verdadera sensibilidad por parte de cada ciudadano; no somos ajenos a todo lo que acontece en nuestro entorno pues tenemos la responsabilidad de modificarlo por el bien de todos.

Si bien es cierto que el hartazgo social, fue el principal factor que influyó en el resultado de las últimas elecciones presidenciales, es este mismo hartazgo, el que nos debe llevar a cambiar y mejorar toda condición con la que no estemos de acuerdo.

La sociedad se cansó de proyectos sin rumbo y además ficticios, de gobiernos rapaces, con falta de visión y de estrategias de gobierno o clientelares que solo beneficiaban a unos cuantos.

Es urgente identificar y promover discursos que construyan puentes y que impulsen la unidad, como ciudadanos debemos participar activamente vigilando que las promesas de campaña se cumplan, la indiferencia y el conformismo enferma de manera sistémica.

La actual pandemia trajo un antes y un después.

Son muchas las incógnitas que existen y que aún el panorama a nivel nacional y mundial no es muy claro pero todo señala, que se instauraron nuevas prioridades en la escala de valores, que regirán en nuestra sociedad después de la pandemia.

Es importante plantearnos si, como sociedad, seamos más solidarios y si esta crisis supondrá una lección de humildad y una motivación para el cambio de hábitos, lo ideal es que después de una experiencia como la que todos hemos pasado saquemos a luz lo mejor de nosotros mismos a lo que se le llama resiliencia.

El impacto generado por la pandemia, ha forzado a muchas personas a hacer las cosas de una manera radicalmente diferente y a ver la vida desde otra perspectiva, pero conforme avanza el tiempo nos damos cuenta qué para algunos, la pandemia ha significado algo temporal y transitorio, debido que a la dificultad de romper con las rutinas que nos devuelven la “normalidad” hace que poco a poco las personas dejan en el olvido los cuidados básicos, para evitar que el contagio se agrave.

Imposible no tomar en cuenta el aprendizaje generado por la crisis a nivel mundial que acabamos de sufrir, imposible pensar que seguiremos permitiendo los mismos abusos que tanto daño le han hecho a nuestra sociedad, imposible seguir igual que antes de la llegada de la pandemia que nos ha devorado, imposible pensar que nuestro país, seguirá siendo gobernado por personajes sin rumbo, sin ideas, sin propuestas, sin estrategias, sin experiencia, sin liderazgo pero por encima de todo sin congruencia…

“La Conciencia no despierta con una idea; despierta con una experiencia: con una emoción consciente”

“Lo que define a una persona son sus compromisos”

*Lic. Terapeuta de lenguaje

*Consultora y Comunicadora en Semiología de la Vida Cotidiana.