Provocadores


Ari Salgueiro

Este domingo, 5 de junio, asistimos al proceso electoral más sucio, viciado y salpicado de la historia del país.

Muchas elecciones, muchas triquiñuelas y mucha desesperanza entre la población mexicana.

La verdad es que no hay motivos para que nadie se sienta orgulloso de un proceso en el que quedó evidenciado el hartazgo de una población fastidiada por las promesas incumplidas y por la corrupción que ha enriquecido a unos cuantos políticos y ha empobrecido a millones de personas en todo el país.

Acusaciones, denuncias, amenazas y ataques abundaron en este proceso electoral.

La guerra sucia ocupo las páginas de los medios de comunicación y los ataques cada vez estuvieron más subidos de tono, hasta convertirse en verdaderas invasiones al espacio privado de las personas.

Varios de los procesos terminarán dirimiéndose en los tribunales, los cuales deberán decidir a los ganadores, ganadores que durante todo el tiempo que ocupen sus cargos tendrán que lidiar con el fantasma de haber hecho trampa para ganar la elección, sea cierto o no.

¿Que ha llevado a esta desafortunada crisis electoral en el país, en el que la credibilidad hacia las instituciones está por los suelos?

Son muchos los factores que nos llevaron a esta circunstancia, pero sin duda el más importante es que la insidia y la provocación se convirtieron en el elemento central de las campañas electorales.

Y es que hay actores políticos en el escenario nacional que, históricamente, se han dedicado a encender a la muchedumbre, para convertirla en un factor, de mucho peso, a la hora de tomar decisiones y que aprovecharon al máximo el sui generis proceso electoral de este cinco de junio.

Sin respeto a la ciudadanía

La incursión de este tipo especial de políticos tomo por sorpresa a sus adversarios tradicionales, que bien a bien, no han sabido cómo responder a la estrategia de provocación  de estos personajes.

La siembra de odios siempre es un campo fructífero para quienes tienen la sangre fría de asumirla como su forma, por excelencia, de ganar adeptos.

Sólo hay que ver el ejemplo de Andrés Manuel López Obrador, quien es un experto en caldear los ánimos contra quienes considera sus enemigos, exacerbando los ánimos de la población contra los que ha calificado como “la mafia del Poder”.

Este sujeto reúne todas las características del líder incendiario, pues es capaz de llevar a las multitudes hasta el paroxismo del odio contra alguien en particular (lo que ha dejado, sobre todo a periodistas muy mal parados en más de una ocasión) para después ignorar las consecuencias, rechazando, con absoluto descaro y desparpajo, ser responsable de la violencia que sus mismas palabras generan.

La escuela pejeana tiene muchos y cada vez más variopintos seguidores que se han aplicado en la lección y que han convertido las campañas, en todos los puntos del país en auténticos infiernitos que juntos conforman el averno.

Así que además de los problemas ya conocidos, como la incursión, cada vez más notoria del crimen organizado en los escenarios electorales de algunos puntos del país y la violencia en zonas en donde imperan los usos y costumbres, ahora debemos sumar la violencia artificiosamente creada por aquellos que lo único que buscan es hacerse con el poder pasando por encima de sus contrincantes con base en ataques arteros, engaños y denostaciones.

Sin duda este es el mal mayor, pues los odios políticos son difíciles de superar y pueden ser la base para la violencia desbordada, como ya hemos podido ver en fechas recientes en varias zonas del país.

Es preocupante la mezquindad de quienes, a sabiendas de esto, insisten en buscar la inflamación de estos rencores entre la sociedad mexicana.

Habrá que ver que va a pasar al final de este proceso y como quedan acomodadas las fuerzas políticas del país, sin embargo sería bueno que los actores implicados recuerden que las cosas también se pueden revertir, pues quien siembra vientos, cosecha tempestades.

los partidos políticos en México