Política Inconfesable: Rompecabezas


Ricardo Anaya y diputados federales del PAN
  • Meteórica carrera política de Ricardo Anaya; trampas y traiciones.
  • No hay que olvidar los “moches” solicitados ediles y gobernadores.

Rodrigo Villar

Inicio un proceso de campañas electorales que se extenderán poco menos de tres meses, y el panorama que pinta es de incertidumbre política. El escenario que vivimos es tan diferente a los anteriores, que persiste en el ambiente una competencia entre dos proyectos que son resultado de la polarización social.

Por una parte, un sector de ciudadanos ha optado por respaldar un proyecto de combate a la corrupción y su  consecuente resultado en la impunidad y, del otro lado aquellos que sostienen la necesidad de desterrar esos males, pero manteniendo el sistema macro-económico.

En esa disputa se haya trabado el candidato de la coalición Por México al Frente, Ricardo Anaya, quien vapuleado por sí mismo al haber incurrido en acciones poco éticas y morales, comprando a precio de regalo, y sin recursos propios para hacerlo, terrenos para después venderlos a precios exhorbitantes, obviamente enriqueciéndose con esas triangulaciones rocambolescas, y dejando en el camino rastros de corrupción inconfesable, pretende posicionarse como la tercera vía electoral que sacará al país con acciones de modernidad.

Ricardo Anaya Cortés

Eso es lo que él dice va hacer.

No obstante vayamos a los últimos hechos concretos que han dado de que hablar en torno a Anaya y su intentona por hacerse del poder.

Partamos de que a nadie se le debe escatimar el derecho a aspirar. Es un asunto subjetivo sin duda. Imaginarnos en ciertas posiciones de poder o dominio forma parte de la naturaleza humana.

Pero en qué recae la aspiración de Ricardo Anaya: en la traición.

Cada quien relata su propia historia como más le conviene. De pequeñas narraciones personales nacen las historias de los prohombres. En el caso de Ricardo Anaya, nada de lo humano le es ajeno.

De ser secretario particular de un gobernador panista hasta la candidatura presidencial, en menos de diez años, es una historia loable y digna de ser emulada. Pero en este caso tiene sus asegunes:

La cercanía con el gobernador de su estado le valió como premio haberse desempeñado, posteriormente como subsecretario de obras en Querétaro. De ahí al estrellato nacional, al Congreso federal como diputado federal.

Ricardo Anaya no es un estadista, ni una eminencia en política. Tampoco una figura consagrada en la academia o en el generar ideas o proyectos.

Gustavo Madero

Tiene la virtud de ser arrojado. Así lo demostró en la Cámara de Diputados -contando con el respaldo de su jefe y guía, Gustavo Madero, cuando éste dominaba el PAN y se consideraba viable aspirante a la candidatura presidencial de su partido-, cuando demostró dotes de orador y polemista al que resultaba difícil derrotar en las discusiones, tanto al interior de su bancada, como en los debates entre fracciones parlamentarias.

En San Lázaro comenzó a construir su candidatura, y comenzó a levantar un grupo de panistas incondicionales que al día de hoy le siguen.

El problema es que él como sus socios levantaron un imperio de corrupción y manejos irregulares, que hoy se configura en señalamientos de enriquecimiento ilícito y lavado de dinero.

Recordemos lo moches, esa forma nefasta de chantajear desde el Congreso a gobernadores, y alcaldes, quienes a cambio de una infame rajada de 10 o 20 por ciento de los recursos públicos destinados a la construcción de obra pública, cobraban los integrantes de esa mafia panista en la Cámara de Diputados, encabezados por el maestro de esas artimañas, Gustavo Madero y su alumno más avanzado: Ricardo Anaya Cortés.

Seguramente en las próximas semanas vamos a ver más pruebas que inculpan al candidato presidencial de acciones corruptas. Y veremos cómo va a patalear victimizándose, ya basta de simulaciones…