Política confesable


* Relevo de gobierno, sin sobresaltos.

* El retrato de Gabino Cué Monteagudo.

* Por comprobar, 6 mil millones de pesos.

Tomás Ezequiel Toledo

La única definición que encaja en la toma de protesta de Alejandro Murat Hinojosa, en las primeras horas del 1o de diciembre, es que se realizó sin sobresaltos.

Como ha expresado en las diferentes entrevistas que se le han realizado desde que asumió el poder, con el respaldo de todas las fuerzas políticas que convergen en la 53 legislatura del Congreso del estado, se privilegió la paz y concluyó también la época de lo «políticamente correcto».

El cambio de poder en el estado se realizó pues en calma, a diferencia de la forma en que llegó, hace 12 años el sátrapa Ulises Ruiz Ortiz, y hace seis el inútil de Gabino Cué, que deja a Oaxaca en el desastre.

En una de las entrevistas que ofreció como gobernador, en la que publicó el sábado La Jornada, el gobernador anticipó que se han detectado irregularidades por 6 mil millones de pesos en el gasto del año pasado, y que serán develadas en febrero por la Auditoría Superior de la Federación.

Tal cifra se acumula, por supuesto, a la de 10 mil millones de pesos que la auditoría había observado al gasto de Gabino Cué en los primeros cuatro años de su mal gobierno, y que formarían parte del desfalco al que este personaje sometió al estado.

Si bien los casos de Javier Duarte de Ochoa, en Veracruz y de Roberto Borge Angulo, de Quintana Roo han sido escandalosos por la forma en que esos personajes saquearon sus respectivos estados, la forma en que Cué metió mano a las arcas públicas no lo es menos.

En efecto, el escrutinio se ha centrado en aquellos dos, sin embargo comienza a tomar forma la demanda de castigo al ex gobernador.

Ya el viernes pasado lo hizo la presidenta del Partido de la Revolución Democrática, Alejandra Barrales Magdaleno, exigió que se castiguen las prácticas de corrupción que ejerció Gabino. La demanda tiene como base el hecho de que hace seis años Cué llegó como candidato de una alianza de ese partido con Acción Nacional que, como es su costumbre en casos de corrupción de sus gobernantes, ha callado.

Es cierto que toda investigación y, por ende, cualquier proceso penal debe estar bien documentado para evitar que los presuntos responsables se evadan de la justicia.

Con todo, hay indicios que apuntan a cómo se robó el dinero público y que uno de los sectores con más daño es el de Salud, donde Gabino dejó hacer a Germán Tenorio, que del expolio al presupuesto de la dependencia a su cargo logró comprarse un avión y derrochar en gastos como el de boletos para la Fórmula 1 que, en el área donde estuvo el Doctor Muerte, cada uno costó un millón quinientos mil pesos.

Sí, Gabino lo cesó cuando se dio cuenta de la forma en que Tenorio cometió el hurto, pero no le inició un proceso. No lo metió a la cárcel, ni siquiera en la que inauguró. Lo dejó ir con todos los millones destinados a la salud de los oaxaqueños, que hoy sufren un grave desabasto de medicinas, además de la falta de médicos y enfermeras.

A estas alturas, Germán Tenorio debía ser uno de los reos más célebres del penal de Tlacolula que inauguró en marzo Gabino Cué también tendría que estar ahí próximamente.

En cambio Cué Monteagudo está libre, esperemos que no por mucho tiempo, y ya es célebre la fotografía que se logró tomar de él en un restaurante, rumiando la soledad que inevitablemente rodea a quienes lo han tenido todo, en especial el mando y el poder, y un día amanecen mortales.

Hace seis años Gabino Cué inició muy abierto a las entrevistas con los reporteros, pero poco a poco se envileció aún más. Al correr del sexenio iba rodeado de mujeres policías, a remedo de las que resguardaban en sus tiempos de jefe de Gobierno a Andrés Manuel López Obrador.

Ya no se podía hablar con él, nadie podía traspasar el círculo de seguridad. Y también es célebre cómo, a mitad del mandato, Gabino Cué se inventó una enfermedad terminal, y con ello justificó la lejanía con los oaxaqueños.

De esa forma Cué se llevó de muertito el ejercicio de la gubernatura.

Cuando finalmente se dio cuenta que el poder es finito, ¿qué hizo? Bueno, se dio a la tarea de caminar del despacho Juárez al Salón de Gobernadores del Palacio de Gobierno.

Ahí se detuvo junto al retrato que pende del muro poniente de ese salón y pidió que le tomaran una foto al lado de su propia imagen. Y todavía la publicó en su cuenta en Instagram.

Un gesto que sólo habla, y mucho, de su soledad.

En su fuero interno quizá creyó que el cargo es para siempre, cuando lo que le pesará en su historia personal y en la de Oaxaca, es la ignominia.

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