Las fábulas de Esopo


León García Soler

De Oaxaca, los moles. Las muchas lenguas y los Tata mandones. Cada uno con su bastón de mando y las ganas de ejercerlo. Por ahí asoman las historias sin fin de montañas, valles y lagunas como la que devolvió a Benito Juárez García su reflejo. Nada detrás del espejo. Todo con la vista hacia el horizonte y los pies firmes sobre la tierra. Las fábulas de los pueblos y el encuentro con las de Esopo que vendrían de la antigua Grecia distante, de los tiempos en que los dioses bailaban y cantaban. Júpiter Tonante como un toro para llevarse sobre el lomo a Europa. De allá vendría el rubio emperador de pacotilla enviado por Napoleón el pequeño. Y para topar con la firmeza de roca del indio Benito Juárez firme en defensa del mañana, de las fábulas que sustituirían a las de Esopo y cantarían en todo México los hombres que dispersó la danza.

Quién sabe cómo se fundieron las ranas pidiendo rey y las alimañas que envilecen discurso y acción de la política. Y cómo encontró Oaxaca la mano mágica de artista con sensibilidad y visión capaz de entregarnos las imágenes de las fábulas helénicas y sus personajes en forma y ánima oaxaqueñas, mexicanas, con ecos zapotecos y de la mixteca nómada. Llegaron los personajes de las fábulas de Esopo a la capital de la República, a la enloquecida metrópoli en que hemos convertido el “Valle metafísico” cantado por Alfonso Rayes. Llegaron las criaturas a las que da vida oaxaqueña, mexicana, universal como fueran las creadas en la antigua Grecia. Obra de Toledo, el guardián del templo, el artista cuyo vigor estético fortalece las raíces oaxaqueñas y resguarda el valor de la palabra.

Paz y pasmo. Toledo y las batallas mezquinas de quienes hacen política para hacer dinero. Enfrentamiento de la dignidad ajena a la sumisión y al silencio cómplice de sicofantes, comedores de higos con el alma podrida. Oaxaca se convirtió en campo de batalla constante y durante largos años se enseñorearon los ladrones de las arcas públicas. La derecha dichosa con sirvientes al mando de la cosa pública y la extrema derecha encantada con la Coordinadora, con la CNTE y sus modos de confrontación en la rueda del infortunio. Violencia que costó mucho más que las vidas que cobró la violencia cuando se salieron de madre los choques por el control de plazas y de la plaza. A mí, a quienes esperábamos la nueva puesta en escena de la tragicomedia. Nos sorprendió gratamente que la primera imagen del recién electo gobernador Alejandro Murat fuera una foto suya en compañía de Toledo.

Toma de posesión en paz y de inmediato, el encuentro con los dirigentes de la CNTE para negociar, para concertar; ceder y conceder en función de lo esencial, de acabar con la condena de Sísifo en la tierra de Juárez. Se sentaron a la mesa. Y hubo acuerdos concretos. De inmediato, desde sus altos edificios salieron las condenas de la bajeza enriquecida, insaciable de los gordos que como lo saben bien los lectores de fábulas, comen más y nunca están satisfechos. Murat entregó plazas a la Coordinadora, gritaron; todo se ha perdido y volverán los desencuentros en la violencia de la estulticia.

No hubo entrega de plazas ni artificial y artificiosa creación de las mismas para satisfacer apetitos espurios. Se hizo política. Alejandro Murat, gobernador, habló con los dirigentes del magisterio en rebeldía y los escuchó. Los de las plazas supuestamente concedidas, eran trabajadores que no recibían sus salarios desde hace meses. Recibieron el reconocimiento y la condición de trabajo temporal, sujeto en el caso de los que estaban en las aulas, a someterse a la evaluación que la ley impone. Volverían a la negociación y del quehacer político surgió el acuerdo de elegir nuevo líder, nuevo dirigente de la CNTE; con la inesperada aceptación de la participación del SNTE en el proceso.

Con la vista en el horizonte. Mientras por la puerta trasera salía el elegante Gabino Cué, todavía con disfraz de corte progresista elaborado por la pluralidad convertida en ronda nocturna para el cambio de chaquetas. Los que aplaudieron su llegada y no pocos que se hicieron de mulas en el herradero resultante, lo despidieron entre gritos de ¡al ladrón, al ladrón!

Y Alejandro Murat, el que llegó en paz y rindió protesta alejado del escándalo de las protestas ya tradicionales y de cualquier violencia, diría en entrevistas con la prensa nacional que no llegaba a gobernador de la tierra de Juárez con ánimo de revancha. Pero que habría los procesos de investigar, auditar, procesar y en su caso, llevar ante un juez a quien resultara indiciado de algún delito.

En todas la fábulas hay una lección alejada de las moralinas. Esopo vería encantado la encarnación de su criaturas en las que plasma Toledo, el de suave hablar y firmeza de roca en defensa de Oaxaca, tierra de altas sierras, valles y lagunas. Donde nació Juárez el de la frase lapidaria: “El triunfo de la reacción es moralmente imposible”.

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