José Martí y los megaproyectos


Aeropuerto de Texcoco

Francisco Javier Guerrero*/La Jornada

José Martí

Hace tiempo tuve una animada platica conmigo mismo y me pregunté si los grandes magnates de este mundo están cumpliendo los anhelos del prócer cubano José Martí. Ese revolucionario antillano proclamaba que todo debía conducir a lo general y a lo grande. ¿Y acaso los megaproyectos (MGP) no son lo más alejado de lo pequeño y vilmente aislado? Recuerdo que un chico alumno mío me expuso alegremente que todo lo que empezaba con el prefijo peri le seducía, y ese peripatético joven llegó a parecerme periférico a la inteligencia, pero no le faltaba algo de razón. Actualmente cuando entramos a un gran centro comercial en algunas de las principales ciudades de México, nos sentimos como una especie de monarcas transitorios ingresando a palacios encantados, y no pocas personas se han sentido ofendidas ya que no podrán acudir al aeropuerto de Texcoco, que era como la concreción de sus sueños.

Naturalmente, cuando Martí se refería a lo grande, pensaba en nuestras trascendencias oníricas como seres humanos, en la amplitud de nuestras expectativas libertarias, en nuestras ansias emancipadoras. Y cuando aludía a lo general, nos invitaba a salir de nuestros rincones oscuros, a tender lazos fraternales, a generar atmósferas solidarias.

Para los creadores de los MGPS lo grande y lo general tienen otros contenidos. Lo grande se refiere a obtener máximas ganancias, a goliatizar el planeta sin que haya ningunos Davides, a ensanchar el culto al becerro de oro, a procurar la hinchazón de las cuentas bancarias. Y lo general se relaciona con el afán de conquistar todo el globo terráqueo y de ser posible también la Luna y los satélites de Marte en un futuro próximo.

¿Qué es un MGP?. Los MGP cuentan con una historia añeja. Ya existían hace miles de años y entre sus expresiones se hayan la muralla China, El Taj Mahal, la ciudad sagrada de Teotihuacán, las pirámides de Egipto, la Catedral de Notre Dame y otros portentos. Pero los MGP de hoy son el producto señero de la competencia oligopólica entre diversas compañías trasnacionales ávidas de obtener grandes beneficios, y tal competencia se presenta en un escenario donde las pequeñas y medias industrias y comercios van siendo sometidos a los monopolios y oligopolios o simplemente desaparecen.

Corredor Transístmico

México ha sido uno de los lugares mayormente privilegiados para la instalación de MGP. Nuestras principales ciudades han devenido en megalópolis contenedoras de MGP: vistosos malls, grandes autopistas, relumbrantes salas de espectáculos, bien acondicionados aeropuertos, impresionantes estadios deportivos, fábricas automatizadas y un sinfín de vehículos modernos transitando por todos nuestros lares. En la frontera septentrional del país se han impuesto sucursales de empresas trasnacionales, principalmente de origen estadunidense, que en muchos casos son prolongaciones de industrias médicas.

Constantemente se alardea de que los MGP llevarán el progreso a la parte meridional de México, vendrán aludes de turistas y se crearán miles de empleos. Los campesinos en esas zonas abandonarán sus ejidos y comunidades y alegremente obtendrán empleos como empleados en oficinas fastuosas, como gerentes en centros comerciales, como guías de turistas, como empleados en hermosos yates o cuando menos se convertirán en botones de hoteles lujosos, a la manera de William Holden en la película Pinic, lo cual quizás les permita ligarse a alguien como Kim Novak.

Tren Maya

Para los MGP no existe ningún rincón de las vírgenes ni rincones vírgenes. Todo debe ser reterritorializado en pro de la consecución de grandes lucros. Se piensa que los MGP son obras nacidas de los sueños personales del Presidente de la República. Un buen conjunto de hombres y mujeres los consideran entidades progresistas y otros grupos los atacan virulentamente. Por lo general, se ignora que se trata de instituciones planeadas y desarrolladas por una burguesía trasnacional dividida en diversas fracciones con gran poder político y económico. No dudamos que el Tren Maya y el Corredor Transístmico aportarán algunas ventajas de la modernización a las poblaciones del sur de México, pero ya en el largo plazo, por ejemplo, de aquí a cinco o 10 años, comenzará una polarización social. Los conflictos económicos y la degradación cultural, como bien lo han expuesto varios luchadores sociales y también notables científicos que no tienen la costumbre de escuchar el canto de las sirenas neoliberales. La mayoría de los pobladores del país no se opone a la modernización, sino al hecho de que se les quiera imponer una política oligárquica en ese campo.

Antropólogo e investigador del DEAS-INAH