Inició Sergio Pitol su gran viaje final


Sergio Pitol

Recibió el Premio Cervantes en el año 2005     

  • Desde pequeño inició sus travesías por México y después por el mundo.
  • Escritor, catedrático, viajero y diplomático deja enorme legado literario.
  • Aportó importantes cambios en la forma de hacer literatura

Agencias.

Sergio Pitol murió el pasado jueves en su casa de Xalapa, Veracruz a los 85 años. Este fue su último viaje ya que a lo largo de su vida tuvo que cambiar de residencia con frecuencia. A los 4 años se vio obligado a desplazarse por primera vez. Era 1937, la Revolución Mexicana todavía era un tema de conversación, llegaban exiliados republicanos desde España y a Sergio Pitol se le murió su padre, en su Puebla natal, y tuvo que emigrar a Veracruz. Al año siguiente se le ahogó la madre. Fue la abuela —como recordó en su discurso del Premio Cervantes de 2005— quien le contagió el gusto por la lectura y fueron los libros los que le contagiaron el gusto por la huida.

José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis, en los años 50s

GRAN NOMADISMO FISÍCO Y MENTAL

A los 16 se fue a estudiar a Ciudad de México y después de titularse comenzó a viajar. “Salvo Tiempo cercado, todos mis libros fueron escritos durante veintiocho años en el extranjero”, escribió en Una autobiografía soterrada. De todos los hombres que fue Sergio Pitol el que explica a todos los demás es el viajero.

“El arte de la fuga”, uno de sus mejores y más característicos textos, da cuenta de su querencia viajera primero como estudiante en Roma y más tarde dedicado a la traducción en Pekín o en Barcelona –donde vivió algunos de sus más fructíferos años entre 1969 y 1972- de autores como Joseph Conrad, Jane Austen, Henry James  o Antón Chéjov. Más tarde entró a formar parte del cuerpo diplomático y esa profesión le llevó a Varsovia, Budapest, Moscú y Praga, donde ejerció como embajador. En el magnífico libro de memorias ‘El viaje’ da cuenta de su pasión eslava.

Un escritor siempre es el resultado de la combinación de sus lecturas y las suyas fueron globales, omnívoras, realmente cosmopolitas. De ellas supo destilar una poética de la libertad que se expresó en una prosa personal y absolutamente contemporánea, transfronteriza. Un modelo para la generación posterior, la de Juan Villoro, uno de sus amigos y discípulos, defensor como él de los ornitorrincos de la literatura.

José Emilio Pacheco, Sergio Pitol y Carlos Monsiváis, hoy todos fallecidos

EL BOOM NO LO INCLUYÓ

Sin popote (ni cañita ni pitillo ni sorbete), por favor

Cinco años más joven que Carlos Fuentes y tres años mayor que Mario Vargas Llosa, Sergio Pitol hubiera podido pertenecer perfectamente al boom latinoamericano. Incluso pasó tres años en Barcelona a finales de los años sesenta y principios de los setenta, trabajando para las editoriales que impulsaron el fenómeno literario: Seix Barral y Tusquets.

Es sabido que el mercado y sus agentes se encargaron de seleccionar a un único representante de cada país: México ya contaba con Fuentes. Pero, sobre todo, la exclusión se debe a motivos estéticos. Al contrario que sus estrictos contemporáneos, no cultivó la novela total, con fe absoluta en la autonomía de la ficción, poblada de personajes heterosexuales y poderosos, y con voluntad de resumir países latinoamericanos. Pitol se dedicó al relato carnavalesco, a las monstruosidades subalternas y a la remezcla de todos los géneros.

Viajero incansable

RENOVANDO EL ARTE DE ESCRIBIR

Aunque se ha repetido incesantemente que Cien años de soledad podría ser considerado el Quijote del siglo XX, lo cierto es que Gabriel García Márquez traslada con superlativa maestría la fórmula que Cervantes inventó cuatro siglos antes, sin actualizarla. Pitol, en cambio, reinterpretó la fórmula en clave casi duchampiana y punk: El mago de Viena tenía que ser una antología de prólogos, artículos y conferencias, pero como quien no quiere la cosa, se convirtió en una novela (o no).

El estilo y las estructuras de Pitol son camaleónicos y viajeros. Ensaya la divagación y la digresión, el cambio de ritmo y el cruce de límites.

En una conversación con Carlos Monsiváis, le dijo: “Como mis ensayos eran bastante aburridos y tristones, comencé a interpolar una que otra pequeña trama, un sueño, unos juegos y varios personajes”. El estilo y las estructuras de Pitol son camaleónicos y viajeros. Ensaya la divagación y la digresión, el cambio de ritmo y el cruce de límites.

Como en la obra de Cees Nooteboom o en la de W. G. Sebald, en sus libros más importantes el viaje, el diario, la memoria, la narración, la crónica y el ensayo se van entrecruzando hasta configurar un laberinto de senderos que se multiplican. Pero aunque fuera un gran lector de literatura centroeuropea, no hay en su voz una seriedad demasiado sostenida, sino lo contrario: una ironía cervantina, un gusto juguetón por la parodia y el humor. Hizo del carnaval una poética.

Empezó a publicar relatos a mediados de los años 50 y algunos de los más apreciables están en ‘Nocturno de Bujara’ reeditado por Anagrama como ‘Vals Mefisto’. Pitol desarrolló una mirada alegre y grotesca para observar el mundo y la realidad de su país le dio material con creces. De ahí su trilogía de novelas carnavalescas ‘El desfile del amor’ (1984), ‘Domar a la divina garza’ (1988) y ‘La vida conyugal’ (Premio Herralde de novela, 1991), satíricas y disparatadas.

De manos del Rey Juan Carlos recibió el Premio Cervantes

DIVERTIDOS ANECDOTAS NARRÓ EN SUS LIBROS

En lo personal fue, en sus mejores años un conversador incansable, dotado con una particular y divertida malicia tanto para los demás como para sí mismo en anécdotas que relataba con su enjundia mexicana. Una de ellas, como recordó su paisano Álvaro Enrigue, la relató en ‘El mago de Viena’, uno de sus excelentes libros memorialísticos en los que detalló el feliz periodo que vivió en La Habana. En la capital cubana, Pitol tuvo una borrachera de antología  de la que se despertó al día siguiente con un olvido absoluto de lo ocurrido y unos zapatos que no eran los suyos. Empezó a preocuparse hasta que se dio cuenta de que los zapatos eran italianos de piel finísima y le sentaban como un guante. El ojo certero de Pitol era capaz de convertir esa pequeña historia no sólo en una obra de arte sino también en una divertida metáfora del sinsentido de la realidad.

Leyendo alguna de sus obras

¿RAROS O EXCÉNTRICOS?

Sergio Pitol lega un arte de todas las fugas que se expresó en líneas como estas, mejores que cualquier obituario de Sergio Pitol: “Los ‘raros’, como los nombró Darío, o ‘excéntricos’, como son ahora conocidos, aparecen en la literatura como una planta resplandeciente en las tierras baldías o un discurso provocador, disparatado y rebosante de alegría en medio de una cena desabrida y una conversación desganada. Los libros de los ‘raros’ son imprescindibles, gracias a ellos, a su valentía de acometer retos difíciles que los escritores normales nunca se atreverían a cometer. Son los pocos autores que hacen de la escritura una celebración”.

Sergio Pitol en su casa de Xalapa en el 2015

FUNERALES Y CREMACIÓN

Luis Demeneghi, primo del traductor y diplomático mexicano, confirmó  que el autor de obras como «El desfile del amor» (1984), «Domar a la divina garza» (1988) y «La vida conyugal» (1991), falleció en su casa, en la ciudad de Xalapa, Veracruz.

Dio a conocer que el intelectual será velado en la funeraria Bosques del Recuerdo en dicha ciudad, y destacó que dicho velorio será familiar. Asimismo, reveló haber recibido llamadas de la Secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, así como de la directora del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), Lidia Camacho, para expresarle sus condolencias.

Comentó que los restos el autor, quien fuera embajador de México en Checoslovaquia en la década de los 60, serán cremados y hasta ahora se desconoce si habrá homenaje en el Palacio de Bellas Artes.

Portadas de algunos de sus libros

HOMENAJE RECIENTE

El pasado 4 de marzo el INBA realizó un pequeño homenaje a Sergio Pitol por sus 85 años de vida, con una mesa en la que participaron Jezreel Salazar y Vicente Alfonso.

Debido a su enfermedad diagnosticada desde 2009, afasia primaria progresiva, la cual poco a poco le dificultó hablar y expresarse, Pitol abandonó la escena pública.

Sus novelas son ejercicios de estilo que, mediante un humor refinado y mordaz, ofrecen una mirada desencantada de la realidad.