El México que no lee; sensibilidad de diputada


Agencia Mexicana de Noticias

México es la nación de este continente que ocupa el último lugar en materia de lectura, por debajo de Haití. Sí, leen más los
haitianos.

México vive una catástrofe educativa que incluye también una catástrofe ortográfica.

Estudios recientes de la UNAM revelan que sólo el 9 por ciento de los jóvenes universitarios en el país conocen medianamente
las reglas gramaticales y pueden escribir correctamente.

Pareciera que el 91 por ciento de los compatriotas siguen al pie de la letra aquella infame conseja de Vicente Fox de “No lean”.

En efecto, los politicastros no leen, y entre los sencillos habitantes son contados los que llegan a leer un libro o un periódico en
buena parte de su vida.

Los maestros no leen y no saben escribir.

¿Qué les pueden enseñar a los alumnos? Claro que hay honrosas excepciones que son ejemplo a seguir.

Recordaré que entre 1988 y el 2000, este átomo de la comunicación asesoró en materia histórica, económica y de comunicación a casi una veintena de diputados federales. Me
encontré con varios muy chindinguas que no leían ni la gruesa síntesis de periódicos que en ese entonces se hacía en el Palacio
Legislativo. Muchos se dormían al leer algunas columnas periodísticas, otros eran muy atrabancados y hablaban hasta por los codos y daban la impresión de ser unos eruditos.

El fuero constitucional es temerario.

Luis Donaldo Colosio Murrieta me encomendó, especialmente, a una legisladora novata de la LIV Legislatura, pues según él,
jamás había hablado con un periodista. Ella presidía una comisión y era menester tener contacto con los periodistas de la fuente
parlamentaria para la divulgación de las actividades de dicha comisión.

Le di las claves fundamentales y la legisladora sostuvo su primera conferencia de prensa a los dos meses de haberse estrenado
como diputada. Sólo habló de lo que ten ía que hablar. Después aprendió a decir mucho sin decir nada. Jamás metió la pata en
sus declaraciones.

¿Por qué hago historia?

Porque la diputada priísta guanajuatense, Luz Elena Govea, me escribió en su derecho de réplica, después de nuestras publicaciones Los indios y los nopales y Colón y los indios, textualmente lo siguiente: “me equivoque de palabras pero no de acciones no supe hilar mi discurso lo reconozco…”.

La señora diputada debió acentuar la palabra equivoqué y le faltaron algunas comas.

Como se puede ver, en tan pocas palabras se refleja la catástrofe ortográfica que vive la nación azteca.

Sí, a principios de este mes, la diputada Govea declaró que no concebía a los indígenas detrás de un escritorio o en cargos públicos y les recomendó que siguieran vendiendo nopalitos y artesanías en sus lugares de origen.

Le llovió en su milpita y admitió que lo mucho que ha hecho por los indígenas de Guanajuato se fue al suelo por su infame declaración.

¡Qué caros cuestan los errores!

Pide la diputada que ya no se hable más de ella. Y nosotros le pedimos que sea congruente con lo que dice y lo que hace o lo
que hace y lo que dice, y le recomendamos leer La enciclopedia de la ortografía en español del escritor mexicano Emilio Rojas.
BARBARIE

Desde la conquista de América y hasta la revolución de 1952, que devolvió a los indígenas bolivianos el pisoteado derecho a la dignidad, los pongos -indios dedicados al servicio doméstico-comían las sobras de la comida del perro, a cuyo costado dormían, y se hincaban para dirigir la palabra a cualquier persona de piel blanca.

El intelectual brasileño Darcy Ribeiro sostenía la tesis de que “los indígenas eran el combustible del sistema productivo colonial”.

Pero no faltaban los curas que parecían traer el demonio en el alma, como el padre Gregorio García, en el siglo XVII, quien sosten ía la infame tesis de que “los indios eran de ascendencia judía, porque al igual que los judíos son perezosos, no creen en los milagros de Jesucristo y no están agradecidos a los españoles por todo el bien que les han hecho”.

Para la mayoría de los espanófilos, llegadosvdesde la Extremadura, España, los indígenas de América eran meras bestias de carga,
que no valían ni un cacahuate.

Los estudiosos no dudan en afirmar que la barbarie de la conquista española dejó un saldo de más de 8 millones de indígenas muertos.

¿Por qué hago historia?

Mire usted, esa violencia histórica no solamente sigue en boga contra nuestros indígenas, sino que ahora las víctimas de las mafias criminales, creadas en la era de la globalización capitalista, son en su mayoría adolescentes y niños, sin que haya poder humano o divino capaz de contener esa barbarie.

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JÓVENES, LAS NUEVAS VÍCTIMAS

Resulta aterradora la forma en que los adolescentes están siendo víctimas de las mafias criminales de acuerdo a las cifras que
proporcionan en conjunto laOMSy la Unicef que indican que “más de 25 mil víctimas de crímenes en América Latina y el Caribe ten
ían menos de 20 años, lo cual representó alrededor del 25 por ciento de todos los homicidios en el mundo”.

Las bandas criminales operan aquí y operan allá, como si tuvieran licencia para matar.

Nadie hace nada por contener esa barbarie.

Los malosos irrumpen en los hogares, aunque también ejecutan a sus víctimas en plena vía pública, utilizando a niños como
escudo o carne de cañón, a los que colocan a una distancia prudente para que les avisen el momento en el que llega la policía, a fin de que cuando se llegue a producir un enfrentamiento a balazos esas criaturas queden en medio como auténticos escudos humanos.
NO SUCEDE SÓLO EN AMÉRICA

Claro que esta barbarie no es privativa de América Latina, las malformaciones sociales, creadas por el imperio capitalista del
mal, se extienden al África yAsia, entre otras regiones del planeta menos castigadas, producto de una criminal era económica
neoliberal.

El estudio titulado Violencia, niñez y crimenorganizado de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos -CIDH-, publicado en noviembre de 2015, se suma para revelar que
«más de una de cada siete víctimas de todos los homicidios a nivel mundial es un joven de entre 15 y 29 años de edad que vive en el continente americano».
LA HISTORIA NO MIENTE CONVIENE RETOMARLA

Importante es resaltar que los grupos criminales se aprovechan de la maldita miseria, la ignorancia y la falta de oportunidades que impera en nuestro continente golpeando a los jóvenes, obligándolos a que acepten cualquier dádiva para engrosar las bandas criminales.

El macabro fenómeno es obra del criminal modelo económico neoliberal, y los jóvenes no deben verlo como algo normal y
naturalizarlo, porque se trata de una manifiesta descomposición social que podría llevarnos a la debacle, como le ocurrió al Imperio
romano.