Y resurgió la impaciencia León García Soler


Andrés Manuel López Obrador, asediado

Yo también necesito algo de privacidad, dijo Andrés Manuel López Obrador a los paparazzi millenials que lo entrevistaban desde motonetas y motocicletas; en cada arribo a la casa de la Colonia Roma, y en cada fuga hacia el reposo inalcanzable. No es tan dulce la vida durante el largo, eterno interregno del día de los millones de votos depositados y contados, y el distante primero de diciembre en el que el de Tabasco subiría a la tribuna del Congreso de la Unión, se pondría una banda tricolor de mayor peso, calidad y responsabilidad que la que le pusieron en el Zócalo la  princesa Poniatowska y la futura senadora Julieta.

Quién iba a decirnos que pediría paz el inagotable predicador de amor y paz. Y sobre todo, una vez puesta a prueba la sed de palabras de los periodistas de medios escritos, televisión, cine y las redes si fin, sin fuente, sin más razón que hacerse oír y decirle al mundo, tras la máscara dorada del anonimato binario, que el vencedor de los malos, el azote de los corruptos, el perseguidor inagotable de la silla presidencial, iba a hacer efectivo el porteño cartel político argentino de distantes elecciones que despertaron entusiasmo al despedir a quien se decía coautor de Caminito.    Dura la carga de los búfalos. Y Andrés Manuel sintió la urgencia de desatarse a tiempo y se fue a “la chingada”; a su rancho en Chiapas, a reposar y meditar cuatro días. Sabia virtud de conocer el tiempo decía Renato Leduc. Y aunque los ya designados próximos secretarios del gabinete del señor que todavía no podía hacerlo legalmente, pero sí podía deshacerse de ellos libremente, no dejaron de gozar su prematura fama y había declaraciones a todas horas, entrevistas en todos los diarios.

Peor fue breve el reposo del guerrero.

Donald Trump

Hay quien lo atribuye a la multa multimillonaria del INE al movimiento Morena ya partido con registro y una portentosa victoria electoral que en sueños les otorgaba el Poder Ejecutivo, la mayoría en ambas Cámaras del Congreso de la Unión, y en gran parte de los congresos locales. Así como el gobernador de los estados en disputa, con la excepción de Guanajuato, cuna de la Cristiada, y de Puebla, donde la señora del señor gobernador con licencia irá ante tribunales para dirimir si heredó la corona virreinal o ha de cederla al senador con licencia que dejó el PRD para hincarse ante la Morenita.

Y quienes consultan al oráculo de Delfos, o todavía creen que la buena vecindad depende de la cercanía geográfica y no de la construcción del gran Muro de Trump, le pidieron volver para aprovechar la generosa bienvenida del de la Casa Blanca y los oficios cortesanos del futuro Canciller, Marcelo Ebrard. Vía electrónica salió rumbo a Washington la carta que desataría las dudas de los incrédulos y alentaría a los radicales de la pejemanía a demandar claridad o de plano apagar la vela. El diplomático en vías de despachar en la Cancillería, seguramente encontró eco a sus deseos en el hoy abogado defensor de míster Trump. El abogado y antiguo alcalde neoyorquino a quien Ebrard contrató para remediar la violencia criminal en lo que todavía era el Distrito Federal: a la primera pedrada, dura respuesta de las fuerzas del orden; consulta pagada como la presentación a cargo de Moisés de las tablas de los Diez Mandamientos.

Y escribieron la misiva del tercer milenio. Y antes de la firma del futuro Presidente de México, la oración en la que AMLO se declaraba alma gemela y compañero de combates del magnate Trump. Siete apretadas páginas destinadas a quien aseguran se niega a escuchar cada mañana los informes y recomendaciones de los jefes de la seguridad nacional y la inteligencia de los asuntos del imperio que alarman al mundo de la globalidad y la desigualdad social, económica y de armamentos. No es capaz de leer más de un par de párrafos, dicen sus biógrafos. De escribirlos, menos todavía: Pero Marcelo Ebrard vistió elegante camisa y suéter para leer cada  palabra de las siete páginas desde la escalinata de la casa convertida en tribuna de la Nueva Roma. Leer, con dos Es, además de explicar los detalles que a él parecieron dignos de traducir al lenguaje llano.

Ya hubo respuesta de Donald J. Trump. Breve, concisa y con un amago entrelíneas de una misiva amistosa y untuosa. Con toda seguridad, tras la exhibición en Helsinki, de títere manipulado por el mandatario y mandón ruso, Vladimir Putin, el hombre anaranjado no iba a recibir mal los elogios del pronto presidente electo de México Y desde su confusión mental y limitación retórica, él de inmediato empezó a llamar: “Juan Trump” a Andrés Manuel López Obrador. Y los ríos de Tabasco se salieron de madre. No se puede creer que a López Obrador le pareciera bien verse como la versión detrás del espejo del individuo más vituperado, reconocido urbi et orbi como un mentiroso de vanidad patológica; y para colmo autor del crimen de lesa humanidad de separar a los hijos de sus padres en las jaulas de los campos de concentración ubicados en la frontera que su gobierno declara debería moverse del Rio Bravo hasta el Suchiate.

Marcelo Ebrard

Y si el largo y dorado exilio de Marcelo Ebrard lo convirtió en heraldo de una política migratoria que declare inexistentes a los migrantes en busca de asilo, para declararlos automáticamente inmigrantes económicos en busca de privar de empleos a los seguidores de Trump, el de ¡América First!, que lo mande su jefe a ayudar al sonorense Alfonso Durazo como primer capitán de la Migra mexicana de Donald Trump en lo que es y seguirá siendo territorio nacional. Algo debe haberle producido urticaria al ya próximo Presidente de la República. Recibió la respuesta a su carta a Donald Trump y revivió el fiero defensor a ultranza de toda ofensa, real o imaginaria, recibida de parte de las instituciones que otrora enviara al diablo.

Que la multa impuesta por el INE, declaró, es vil venganza, acto indigno de consejeros que deben sus puestos al PRI, al PAN y al PRD. Y para no hacer juegos de birlibirloque de asunto tan grave que en nada puede alterar el resultado de la elección presidencial, AMLO acudió a la frase inmortal del génesis y la transustanciación del verbo en votos: “Es un compló”.

Y los empresarios de consejos y de la patronal se volvieron a poner las corbatas y acuden a los actos de despedida de Enrique Peña Nieto y el recuento de reformas, obras de infraestructura y el más del noventa por ciento de “promesas cumplidas”.

Y Alfonso Romo Garza aceleró la labor apostólica y va de salón en  salón para reanimar a los empresarios con las epístolas de la inversión privada como motor y motivo fundamentales del programa sexenal económico del hombre del cambio que nos llevará a la cuarta república, a la del cambio de régimen y la constitución del amor.

Ese es el rumbo y quién lo dude está norteado. Lástima que en el interregno se vea correr el tiempo tan acremente como en este tiempo. ¡Ya! Lo que vaya a ser que sea. No vaya a ser que nos gane el tiempo.