¡Vergüenza!


¿Refleja el “Tri” la realidad de todos los mexicanos?

 Ari Salgueiro

 ¡Si ya saben cómo es… para que lo dejan solo! Es increíble lo que ocurrió la noche del pasado miércoles en Atlanta, Estados Unidos, cuando la selección mexicana de futbol nos hizo pasar una de las más grandes vergüenzas deportivas de la historia.

Normalmente no acostumbro referirme a asuntos deportivos, pero esta vez fue ineludible pues los hechos del encuentro México contra Panamá salieron, sin duda, de estos cauces.

En primer lugar es fundamental analizar la realidad de un equipo de futbol, que es, además, representante y reflejo de las realidades de un país.

Este equipo no tiene ni pies ni cabeza, no están los mejores jugadores mexicanos y es conducido por un remedo de entrenador.

El carismático “piojo” Herrera, finalmente, ha sufrido un golpe de realidad, la cual ha demostrado que no es el sujeto indicado para conducir los destinos de una selección de futbol con las características de la mexicana.

SALGUEIRO  MIGUEL HERRERA

IDOLATRÍA HACIA LOS JUGADORES

En México el futbol es casi una religión, los jugadores son casi, casi venerados (a pesar de que muy pocos de ellos se salvan de ser arrastrados por una malsana mediocridad) y la sociedad vive a la espera del fin de semana para vivir la aventura de los partidos de la liga profesional.

Sin embargo, la estructura y la organización del futbol mexicano desmerecen, y en mucho, de la devoción, casi demencial que un gran sector de los mexicanos guarda al deporte de las patadas.

La Federación Mexicana de Futbol es todopoderosa, pues no rinde cuentas a nadie en el gobierno Federal y hace y deshace a placer con la complicidad empresarial y los guiños distraídos de una autoridad federal que no es capaz de reformar legalmente a este ente para reordenar un deporte adorado en el país y que es manejado por un puñado de personajes que flotan entre la corrupción y el negocio y a los cuales lo último que les interesa en tener un futbol mexicano fuerte y competitivo.

andres-guardado

“El PIOJO” MOTE BIEN GANADO

Para este grupo de mercenarios, es importante tener como entrenador de la selección a un señor que le dicen “el piojo” porque su figura irregular, su lenguaje soez y corriente; sus gestos enloquecidos y su incontenible furia son atractivas para una afición que no ha encontrado ídolos deportivos y para lo que los excesos del “piojo” son muestras de fortaleza.

Estos discutibles méritos han inclinado la balanza a favor de un tipo que de entrenador no tiene nada y que para demostrarlo ha logrado lo increíble, colocar a nuestro país en su peor posición, de acuerdo con la clasificación de la FIFA, en su peor lugar en 40 años.

Al “piojo” no lo van a mover de su cargo aun cuando México siga arrastrando el prestigio por las canchas de todo el mundo pues representa la continuidad de un negocio muy redituable.

Mientras el gobierno Federal, el Congreso y hasta las autoridades judiciales no vuelvan la cara al futbol y el gran negocio que envuelve las trapacerías de una bola de sátrapas voraces, la caída del futbol mexicano será más rápida e irreversible.

En estos momentos el futbol mexicano es fiel reflejo de la realidad del país. No sé si se han detenido a reflexionar sobre el juego de futbol con Panamá, partidos en los que “por costumbre” México ganaba con una diferencia de más de tres goles, ahora no sólo los panameños superaron fácilmente a los mexicanos, les ganaron lealmente, en la cancha, y se les robo el triunfo.

Que hubiera pasado si los mexicanos hubieran actuado con dignidad, hubieran rechazado el regalo del árbitro y se hubieran negado a seguir jugando, tal vez al principio se hubiera generado un shock, pero estoy seguro de que a la larga una decisión valiente hubiera sido un revulsivo para un grupo mediocre y jodido mentalmente.

Guardado, el encargado de cobrar los penaltis, dijo que por un momento pensó en echarla fuera, que estaba apenado por la forma en que ganaron. Guardado es la imagen de un pueblo sometido, con capacidad para salir de la crisis de una manera airosa, pero a la cual le aterra el miedo a lo desconocido, el miedo al cambio y tal vez el miedo a trascender.