Ser escritor, anhelo de Vicente Leñero


Cumpliría este junio 83 años  

Cursó la carrera de ingeniería en la UNAM por mandato familiar

Figura destacada del periodismo incursiono en el teatro, cine y TV.

La clave para escribir bien es desarrollar un estilo, decía el escritor.

Su amplia obra fue reconocida por el público e instituciones varias.

Agencias.

Vicente Leñero Otero vio la luz en Guadalajara Jalisco, un 9 de junio pero de 1933. Fue uno de esos personajes que se desenvuelven en muchos mundos, ya que pudo ser un novelista, guionista, periodista, dramaturgo, ingeniero  civil y académico, autor de numerosos libros, historias y obras de teatro.

Leñero tuvo que dejarse llevar por su verdadera vocación, la de escritor, y abandonar la ingeniería civil, inculcada por la familia, profesión que detestaba y que habría estudiado en la UNAM. Curioso por comprender las herramientas, las formas de la escritura, decide tomar un curso de periodismo en la escuela Carlos Septién García.

Formulaba él vivir al margen por no encajar. Entre ingeniero era escritor; entre periodistas, novelista, y entre los escritores, ingeniero, dijo para una entrevista publicada en la Revista de la Universidad de México.

Se refugió pronto en la escritura, luego de convertirse en ingeniero, para ganarse la vida. Publicó una primera obra: »La polvareda». Siguió con »La Voz adolorida», de 1961, donde muestra un estilo peculiar: a través de sus personajes expresa el realismo psicológico de quien está en el mundo, a través del monólogo interior de un enfermo mental que será recluido en un manicomio. Prosiguió otra de sus novelas, una de las más reconocidas, »Los albañiles», de 1963, que le hizo ganador de un primer premio.

Decía Leñero que la clave para escribir bien es la de desarrollar un estilo: »Uno piensa escribir bien. Hay una preocupación por la estética. El placer estético es un valor muy sublime», y así como lo decía, lo hizo.

© Coordinación Nacional de Literatura / INBA

TEATRO, CINE Y TV; FUE GALARDONADO

Como artista de la palabra, también escribió libretos para teatro, participó en la creación de radionovelas, e incursionó en la cinematografía. Fue guionista de diversas cintas, como »Mariana, Mariana» (1987), con la que ganó el Premio Ariel -y que obtuvo en tres ocasiones más-, y adaptó la exitosa obra »El crímen del padre Amaro» (2002); esta cinta fue nominada al Premio Oscar como Mejor película extranjera. Apoyó en la adecuación de varias de sus novelas para ser llevadas a la pantalla grande. Publicó algunas notas para diarios de la Ciudad de México, y dirigió talleres literarios en la capital del país.

 

INTEGRANTE DE LA ACADEMIA

Entre sus logros más destacados se encuentra el de ser nombrado miembro de la Academia Mexicana de la Lengua el 11 de marzo de 2010, sitio del que tomó posesión en septiembre de 2011 con el discurso »En defensa de la dramaturgia». Poco después fue galardonado con la Medalla Bellas Artes de México que es otorgada por el INBA.

Leñero falleció el 3 de diciembre de 2014, debido a un cáncer pulmonar. Fue homenajeado en el Palacio de Bellas Artes por su vasta carrera y el legado que dejó para la posteridad, y hoy en día, se sigue recordando al tapatío que gustaba de hacer detalladas descripciones de la realidad en sus textos, un hombre que este 9 de junio habría cumplido 83 años.

VICENTE   HORAS Y MAS HORAS FRENTE A SU ANTIGUA MAGUINA

HOMENAJE A UN AÑO DE SU PARTIDA

El escritor y dramaturgo total, que se entregó y se dedicó de tiempo completo a estas dos disciplinas, fue homenajeado en diciembre del 2015 en el Palacio de Bellas Artes, a un año de su fallecimiento.

En una ceremonia en la que estuvieron presentes sus hijas Mariana e Isabel Leñero, el autor de “Los Albañiles” fue recordado por el dramaturgo David Olguín y el periodista José Luis Martínez como un hombre dedicado totalmente a la escritura y al teatro.

En ese homenaje titulado “Recordando a Leñero”, Olguín anunció que la Compañía Nacional de Teatro organizará el próximo año un ciclo de montajes con alrededor de ocho obras escritas por el dramaturgo fallecido, con el fin de explorar la vigencia de su obra y reflexiones en torno al teatro.

vicente  su paso por el cine

SIEMPRE ANHELÓ SER UN ESCRITOR

Durante su intervención, el también editor de Ediciones El Milagro recordó unas líneas del libro “Autorretrato a los 33”, donde Leñero manifestaba su deseo de ser escritor cuando fuera grande y de sentarse desde las 8 de la mañana hasta las 2 o 4 de la tarde, 11 de la noche, ante la máquina y escribir de manera ordenada y constante novelas de hasta 800 páginas.

“En ese texto describe su pasión por la escritura y hace un retrato del gran novelista que llegó a ser”, expresó el también director de escena.

vicente  recivbiendo el ariel

TEATRO E INGIENIERÍA EN TODA SU OBRA

Olguín comentó que, quizá, su preparación como ingeniero, sumado a su pasión por la narrativa, fue lo que lo llevó a convertirse en uno de “nuestros más grandes dramaturgos del siglo XX”. “Él, cuando hablaba de teatro, siempre hablaba de estructuras, de edificios, de que el dramaturgo era básicamente un constructor”, señaló.

“Fue apasionado con los montajes de su obra; a veces le gustaban, a veces no. Fue un hombre de ideas muy radicales respecto a lo que debía ser la escena mexicana. Y en ese sentido, se podría decir que fue un hombre de teatro pleno”, dijo.

vicente libros sus gran

SU PASIÓN POR GUADALAJARA

A partir de textos de un libro inédito del escritor Felipe Garrido, Martínez trazó un perfil de Leñero, quien heredó de su padre, entre otras cosas, el amor por Guadalajara, su ciudad natal, aunque pasó gran parte de su vida en la Ciudad de México.

“Siempre se sintió tapatío y era fanático de las Chivas”, recordó el periodista. “Vicente sentía devoción por su padre. Para él, su padre fue como un gigante con un poder hipnótico, que determinó su gusto por la ingeniería y su ambición por las letras cuando era niño”, añadió.

Leñero —continuó Martínez—empezó a escribir porque quería que su padre se sintiera orgullo de sus textos y entró a una escuela de periodismo, no porque le interesaba ese oficio, sino porque quería aprender a escribir. “Fue el hombre que siempre quiso ser: un escritor de tiempo completo”, concluyó.