Ruiz Healy Times: Quién sabe cuántos morirán debido a un sistema de salud descuidado desde siempre


El presidente Andrés Manuel López Obrador

Eduardo Ruiz Healy

En esta columna, en mis programas de radio y televisión en Grupo Fórmula y TV Azteca, en mi sitio ruizhealytimes.com y en mis redes sociales, analizo los efectos que la pandemia de COVID-19 ha tenido y tendrá para quienes vivimos en México.

No soy amarillista ni pretendo, como lo dijo ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador, difundir “mentiras para atemorizar” ni “noticias falsas”.

Lo que sí pretendo es que quienes me leen o escuchan, cuenten con la información que, a mi juicio, les permitan entender la situación que estamos todos viviendo y con base en ello, adoptar las medidas que les permitan salir airosos de la crisis de salud y económica en que nuestro país se encuentra, la cual se agravará conforme pasen los días.

Labores de asepsia en CDMX

Cuando difundo información económica o científica siempre cito mis fuentes y no es mi intención minar la popularidad o credibilidad del Andrés Manuel cuando presento “otros números” que difieren de los que él suele proporcionar en sus conferencias de prensa y en los innumerables discursos que pronuncia a lo largo y ancho del país.

Y cuando él y sus colaboradores presentan números, los interpreto para que mi público entienda cómo los afectan.

Por ejemplo, durante la conferencia de prensa presidencial de ayer se dieron a conocer los recursos con que el gobierno federal enfrentará la pandemia cuando golpee con fuerza a los mexicanos.

El subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, informó que la infraestructura dedicada a combatir el COVID-19, incluye, entre otras cosas: 356 unidades de terapia intensiva (TI), 2 mil 466 camas de TI y 5 mil 523 ventiladores mecánicos que ayudarán a respirar a los enfermos más graves que tengan dificultad para hacerlo. Además, 49 mil  083 camas hospitalarias y 9 mil 71 camas de urgencia. Por su parte, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Ballesteros, al dar a conocer la capacidades del Sistema de Sanidad Militar, informó que el mismo cuenta con 50 camas de TI y 2 mil 523 camas hospitalarias.

En total, si se toma en cuenta lo que informaron el subsecretario y el secretario, en todo el país el principal arsenal del gobierno para combatir la pandemia, son 356 unidades de TI, 2 mil 516 camas de TI, 5 mil 523 respiradores y 60 mil  677 camas hospitalarias y de urgencia.

El tema de unidades y camas de terapia intensiva, de ventiladores o respiradores y de camas hospitalarias es de suma importancia en vista de que la vida de quién sabe cuántas personas –pueden  llegar a ser decenas de miles y hasta más– dependerá de que tengan acceso o no a estas unidas, camas y equipos.

¿Son suficientes? No lo sé, pero creo que no si se compara lo que se tiene para nuestro país de casi 128 millones de habitantes, con lo que el gobierno del estado de Nueva York ha determinado necesitar para atender la pandemia que afectará a sus 20 millones de habitantes.

De acuerdo con lo que ayer dijo el gobernador neoyorquino, Andrew Cuomo, en su estado hay unas 70 mil  camas de hospital y se necesitarán unas 140 mil, hay 3 mil  unidades de terapia intensiva y se requerirán 40 mil  hay 400 ventiladores y urgen otros 26 mil.

Muchos de los mexicanos que enfermen gravemente pagarán con sus vidas por el pésimo sistema de salud que los gobiernos priistas y panistas no se preocuparon en mejorar.

 

ME COSTÓ TRABAJO ACEPTAR LA SITUACIÓN;

AMLO TAMBIEN DEBE ACEPTAR LA REALIDAD

 

Hugo López Gatell

Confieso que tardé en darme cuenta de la severidad con que la pandemia de COVID-19 está golpeando al planeta y, sobre todo, a quienes tenemos 60 o más años. Todavía el sábado 14 asistí a una boda y, si bien procuré no saludar a nadie de mano o beso y me senté en una mesa ubicada en un extremo del jardín en donde se celebró el evento, lo más sensato hubiera sido no haber ido.

El martes pasado conduje mi programa desde los estudios de Grupo Fórmula en la CDMX. Ese día el número de casos de COVID-19 detectados en nuestro país llegó a 118 y decidí dejar de ir al estudio y conducir desde mi casa aprovechando las tecnologías que permiten hacerlo, como Skype, Zoom o Webex.

Ya desde la semana antepasada había empezado a desinfectar mi mesa de conducción, asiento y micrófono y, desde el lunes 17, para aminorar los riegos de contagios, todos los comentaristas que hacen posible el programa dejaron de asistir al estudio y empezaron a participar a distancia. Sólo mi gran productora Francine Sarrapy, su asistente Lucero Zamora y el personal técnico, sin el cual sería imposible transmitir el programa, siguen laborando, pero bajo condiciones de asepsia.

A pesar de estar informando y analizando sobre la pandemia, tardé en aceptar la gravedad de la situación; me costó trabajo admitir que en México llegaría a ocurrir lo que en China, EEUU, Italia o España; me negué a reconocer que mi única alternativa para sobrevivir era recluirme en mi casa para evitar cualquier contacto con personas infectadas que puedan transmitirme el coronavirus.

Si yo, que estoy mediamente informado, no pude o quise entender la extrema gravedad de la situación, ¿qué esperar de los millones de mexicanos que siguen actuando como si nada sucediera, tal vez siguiendo el ejemplo de la mayoría de sus gobernantes y otros líderes de opinión que minimizan la gravedad de lo que ocurre?

¿Y qué esperar de muchos de estos mexicanos que, siguiendo el ejemplo y liderazgo del presidente Andrés Manuel López Obrador, culpan a los comunicadores y medios de comunicación de exagerar la realidad?

Basta ver lo que sucede en las redes sociales para constatar lo anterior.

Si tuiteo el número de casos que cada día se van registrando en el país, los seguidores de AMLO me acusan de sembrar el pánico entre mis seguidores. Peor me va si critico al subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell por politizar sus opiniones supuestamente técnicas, o al presidente por seguir besando a niños durante sus giras en donde concentra a cientos de personas haciendo caso omiso de lo que recomiendan la Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Organización Panamericana de Salud (OPS)

Si comento que las mismas OMS y OPS consideran que el gobierno hasta ahora ha enfrentado adecuadamente el brote de coronavirus, los detractores del presidente me acusan de ser uno más de sus lambiscones.

La economía se está derrumbando, la crisis de salud nos afectará a todos en mayor o menor medida y el mundo se ha vuelto más peligroso.

Ante la adversidad, los mexicanos deberíamos estar unidos como nunca lo hemos estado. Para eso se necesitaría que el presidente aceptara la realidad, abandonara su discurso confrontacional, reconociera que todos amamos a México y nos convocara a la unidad nacional.

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