Ruiz-Healy Times : La democracia mexicana perdió


El presidente Andrés Manuel López Obrador

Eduardo Ruiz-Healy

Durante los últimos días, nuestros diputados federales participaron en un espectáculo que degrada aún más la poca confianza que los mexicanos le tenemos a nuestros legisladores.

Gerardo Fernández Noroña

Con tal de presidir el nuevo año legislativo, tanto el PRI como el PT trataron de ubicarse como la tercera fuerza dentro de la Cámara de Diputados y para ello atrajeron, quién sabe por qué mañas u honorarios, a algunos legisladores que sin vergüenza alguna se pasan de una bancada a otra, olvidando que ocupan su cargo gracias al partido que los postuló y a los votos ciudadanos que se emitieron a su favor.

De acuerdo con el Buró Parlamentario, hasta el sábado pasado, 35 diputados y nueve senadores se habían cambiado de partido, abandonando al que los postuló para las elecciones de 2018.

En el primer año legislativo, 23 diputados cambiaron de piel,  como las serpientes, y 19 en el segundo. Cuatro de ellos se movieron dos veces, siendo los casos más recientes los de Manuel López Castillo, plurinominal de Sonora, que el viernes se fue de MORENA al PT, solo para regresar al primero dos días después, y el de Samuel Calderón Medina, plurinominal de Morelos, que tras abandonar MORENA para sumarse al PT, lo abandonó hace una semana para irse al PES.

Y hablando del PT, recordemos que llegó a la actual legislatura con solo 29 diputados y que ayer ya tenía 46.

11 de ellos ganaron su curul como candidatos del PES, pero nunca formaron parte de su grupo parlamentario y ahora son del PT. Todos son de mayoría relativa, lo que significa que los ciudadanos votaron por ellos y por el PES. Ellos son: Raúl Ernesto Sánchez Barrales Zavalza (MEX), Mary Carmen Bernal Martínez (MIC), Benjamín Ángel Robles Montoya (OAX), Clementina Martha Dekker Gómez (CHP), Maricruz Roblero Gordillo (CHP) y Gerardo Fernández Noroña (CDMX).

El 4 de agosto, otros cinco también se fueron del PES al PT: Elba Lorena Torres Díaz (AGS), María Rosete Sánchez (CDMX), Olga Juliana Elizondo Guerra (TAM), José de la Luz Sosa Salinas (TLA) y José Luis García Duque (NL).

Manuel López Castillo

La semana anterior se pasaron al PT: Mauricio Alonso Toledo,  Héctor Serrano,  José Ángel Pérez y Manuel López Castillo, quien, como lo anoté líneas arriba, se regresó a MORENA (¿habrá regresado los 5 millones que supuestamente le dio el PT, según versión del coordinador del PES, Jorge Argüelles, que acusó al PT, sin presentar evidencia probatoria, de esa cantidad a cada uno de los que se fueron recientemente?).

Ayer en la tarde, el coordinador de los diputados priistas, René Juárez Cisneros, anunció que ya eran 50 los diputados del PRI porque se unieron a su bancada cuatro legisladores que amanecieron siendo perredistas: Antonio Ortega Martínez (plurinominal, AGS), María Guadalupe Almaguer Pardo (de mayoría, SLP), Abril Alcalá Padilla (de mayoría, JAL) y Jesús de los Ángeles Pool Moo (de mayoría, QROO). El caso del quintanarroense es único: fue priista de 1989 a 2017, luego se fue a MORENA, después al PT, regresó a MORENA, luego se fue al PRD, y ahora volvió al PRI. Eso demuestra su falta de consistencia ideológica y de vergüenza.

Así, la diputada y ex gobernadora priista de Yucatán, Dulce María Sauri presidirá, a partir de hoy, la Cámara de Diputados.

El PRI ganó ayer; la democracia mexicana perdió de calle.

INFORME PRESIDENCIAL,

UN ANACRONISMO

 

El origen del informe anual que le presenta el presidente de México al Congreso de la Unión está en la Constitución de 1824 que establecía que el presidente pronunciara un discurso al inicio y al cierre del periodo de sesiones ordinarias del Congreso General.

La Constitución de 1857 señaló que “a la apertura de sesiones del Congreso asistirá el presidente de la Unión y pronunciará un discurso en que manifieste el estado que guarda el país”.

La Constitución de 1917 anotar que “A la apertura de sesiones del Congreso, sean ordinarias o extraordinarias, asistirá el Presidente de la República y presentará un informe por escrito; en el primer caso, sobre el estado general que guarde la administración pública…; y en el segundo, para exponer al Congreso o a la Cámara de que se trate, las razones o causas que hicieron necesaria su convocación…”. En 1923, otra reforma constitucional liberó al presidente de asistir a las extraordinarias.

Benjamín Robles Montoya

O sea que, a partir de 1917 el presidente sólo debía presentar un informe anual por escrito y no mediante un discurso. Sin embargo, prevaleció la costumbre de pronunciar un discurso.

Así, desde el 1 de enero de 1825, cuando Guadalupe Victoria, pronunció su discurso, hasta el 1 de diciembre de 2005, cuando Vicente Fox leyó el suyo, la mayoría de los presidentes de México se presentaron ante el Congreso al inicio de sus periodos de sesiones.

Las cosas cambiaron el 1 de diciembre de 2006 cuando la oposición impidió que Fox ingresara a la Cámara de Diputados para leer el mensaje de su sexto informe, lo que lo obligó a sólo entregarlo por escrito, como lo ordenaba entonces la Constitución.

Un año después, Felipe Calderón se presentó a entregar su primer informe y pudo pronunciar su discurso ante un Pleno semivacío debido a que los senadores del PRD, PT y CD abandonaron el Pleno.

Ese día fue la última vez que un presidente se dirigió al Congreso el día del inicio de su periodo de sesiones.

En agosto de 2008 se reformó la Constitución para establecer que al iniciarse las sesiones ordinarias del primer periodo de cada año legislativo, “el Presidente de la República presentará un informe por escrito, en el que manifieste el estado general que guarda la administración pública del país”.

Es decir, ya no debía presentarse ante el Congreso y podía enviar con alguien el informe por escrito.

Desde septiembre de 2008 Felipe Calderón y sus sucesores leyeron sus informes en eventos que ellos mismos organizaron sin la presencia del Congreso General.

El Día del Informe murió en 2006 y Calderón, Vicente Fox y Andrés Manuel López Obrador, quién sabe por qué razones, quizá para satisfacer sus respectivos egos, insistieron en mantenerlo vivo a pesar de que de nada sirve.

En esta era de redes sociales, comunicaciones instantáneas y, además, conferencias de prensa cotidianas y varios informes presidenciales al año, el discurso de ayer fue innecesario.

El evento en Palacio Nacional fue una versión tranquila y ordenada de la mañanera; el presidente no dijo nada nuevo o extraordinario y sólo repitió mucho de lo que ha dicho cada mañana, fue un evento irrelevante, aburrido e intrascendente.

Es inexplicable que en la era de la 4T AMLO insista en mantener un anacronismo como “informe presidencial”.

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