Eduardo Ruiz-Healy
Como cada 25 de noviembre desde 2000, se celebró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con el fin de recordarnos a todos que las mujeres del mundo son víctimas de todo tipo de violencia que, en muchas ocasiones, les cuesta la vida y todo por el hecho de ser mujeres. El día también sirve para hacernos saber que las dimensiones y la verdadera naturaleza del problema a menudo se ocultan.
En la mayoría de los países, México incluido, la pandemia ha contribuido a que aumenten las agresiones contra las mujeres; los feminicidios y los actos de violencia física, sexual, psicológica y económica contra ellas van al alza.
Y que quede claro, la violencia que se manifiesta en nuestro país y alrededor del mundo no es, como dijo ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador, “el fruto podrido de un modelo económico, materialista, inhumano que se impuso durante todo el periodo neoliberal”, porque el maltrato contra las mujeres se da y se ha dado desde siempre, desde los principios de la civilización hasta la fecha, independientemente de los sistemas económicos y sociales que en alguna época o lugar prevalecieran.
Ayer, la directora ejecutiva de la ONU Mujeres (UN Women), la entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de la Mujer, la sudafricana Phumzile Mlambo-Ngcuka, dijo: “en 2019 243 millones de mujeres y niñas experimentaron violencia sexual o física por parte de su pareja. Este año hay un aumento de la violencia doméstica, el ciberacoso, los matrimonios infantiles, el acoso y la violencia sexual… en pocos países de denuncian la mayoría de estos delitos”.
En México, la secretaria de Gobernación Olga Sánchez Cordero informó, durante la conferencia de prensa de Andrés Manuel, que “De acuerdo con los datos del INEGI (…) seis de cada 10 mujeres han vivido algún tipo de violencia, ocho de cada 10 sienten temor de ser agredidas física o verbalmente al transitar por las calles (…) Cada día, 32 niñas entre 10 y 14 años se convierten en madres (…) en el ámbito escolar, una de cada cuatro mujeres ha sufrido violencia, observándose mayor prevalencia de la violencia sexual. La actual pandemia nos ha enseñado que, aún en situaciones de crisis, la violencia no para y tiende a aumentar. Cada año en México son asesinadas aproximadamente tres mil 800 mujeres, niñas y adolescentes”.
Olga habló de lo mucho que ha hecho este gobierno en pro de las mujeres de todas las edades, pero, a fin de cuentas, son los resultados lo único que importa y los mismos muestran que casi todos los esfuerzos han sido infructuosos.
Comparando el periodo enero-octubre de 2020 con el mismo del año pasado, se observan los siguientes incrementos porcentuales en los siguientes delitos: Acoso sexual (35.4), violación equiparada (9.2), delitos diversos contra la libertad y seguridad sexual (25.8), violencia familiar (3.4), violencia de género en todas sus modalidades distinta a la violencia familiar (26.0), otros delitos contra la familia (4.6). Los feminicidios aumentaron 1.3%, al pasar de 767 a 777.
La situación no mejorará mientras se permita que los que asesinan y dañan a las mujeres actúen con la total impunidad que desde siempre ha existido en México.
CASI 5 DE CADA 10 PERSONAS PADECEN
HAMBRE Y ESTÁN DESNUTRIDAS
El Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) difundió hace unos días su actualización de los valores de las líneas de pobreza por ingresos para el periodo enero-octubre del año en curso, que equivalen al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes.
El CONEVAL explica que “La construcción de la canasta alimentaria utiliza tres fuentes básicas de información: una tabla de aportes nutricionales por cada alimento, una tabla de requerimientos y recomendaciones de consumo de nutrientes, y una base de datos sobre gastos y frecuencia de consumo de alimentos en los hogares”.
Así, la canasta urbana incluye 220 alimentos y la rural 209, entre cereales y derivados, carnes, pescados y mariscos, leche y sus derivados, huevo, aceites y grasas, tubérculos, verduras y legumbres, frutas frescas y procesadas, leguminosas, semillas, azúcares y mieles, especias y aderezos, bebidas no alcohólicas, alimentos preparados y alimentos consumidos fuera del hogar.
En octubre, el precio por persona de la canasta alimentaria urbana fue de 1681.61 pesos, mientras que el de la canasta rural ascendió a 1212.33.
CONEVAL también dio a conocer que el 44.5% de los mexicanos percibe un ingreso inferior al costo de la canasta alimentaria, lo que significa que casi 57 millones de hombres, mujeres y niños, no están consumiendo los nutrientes y calorías que necesitan diariamente para mantenerse sanos, fuertes y activos; están desnutridos y padecen hambre.
En tres estados, este porcentaje es superior al 60%: Chiapas (69.3), Guerrero (62.6) y Oaxaca (60.4).
En ocho, los porcentajes van del 51.4 al 55.1%: Hidalgo, Veracruz, Tlaxcala, Tabasco, Quintana Roo y Morelos.
En 10 van del 40.0 al 47.7%: San Luis Potosí, México, CDMX, Zacatecas, Campeche, Querétaro, Yucatán, Guanajuato y Sonora.
En ocho van del 32.5 al 39.4%: Sinaloa, Tamaulipas, Aguascalientes, Nayarit, Michoacán, Durango, Colima y Baja California Sur.
Y en cinco van del 25.8 al 29.8%: Coahuila, Jalisco, Nuevo León, Chihuahua y Baja California.
La pandemia ha agravado la situación y en algunos estados el porcentaje de personas que no percibe el ingreso necesario para adquirir la canasta alimentaria creció desmesuradamente entre enero y septiembre. Los porcentajes aumentaron más en Hidalgo (44.4 al 55.1%), Puebla (41.7 al 54.0%), Tabasco (38.9 al 54.8%), Quintana Roo (28.5 al 51.5%), México (33.2 al 46.6%), CDMX (28.4 al 45.1%), Sonora (25.3 al 40.0%), Sinaloa (25.4 al 39.4%), Colima (25.8 al 34.2%), Baja California Sur (17.1 al 32.5%) y Nuevo León (18.6 al 27.9%).
Mal está el país cuando casi la mitad de sus habitantes se van a dormir con el estómago vacío y cuando 7 de cada 10 chiapanecos están desnutridos.
Si el presidente Andrés Manuel López Obrador hubiera pospuesto la construcción de sus magnas obras y elevado la deuda nacional para proporcionarles comida a millones de personas, la situación sería menos grave.
Lástima que decidió no hacerlo, porque la inmensa mayoría de estos desnutridos no comerá gasolina que salga de Dos Bocas, ni viajará en el Tren Maya, ni tomará un vuelo en Santa Lucía, ni recorrerá el Interoceánico, ni acudirá con frecuencia a una sucursal del Banco del Bienestar.
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