Rosario Ibarra


Rosario Ibarra de Piedra

Santiago Nieto Castillo/La Jornada

José López Portillo

Corría el año 2000, cuando el gobierno británico decidió liberar del arresto domiciliario que le había impuesto al ex dictador chileno, Augusto Pinochet. En ese momento, con mi entonces jefe, Jaime Cárdenas, consejero del entonces IFE, fui a la embajada británica a participar en una protesta por la liberación de Pinochet, así como en apoyo al juez que libró la orden de aprehensión en su contra y quien posteriormente solicitaría la extradición de Pinochet a España para ser juzgado por los delitos de genocidio, terrorismo, torturas y por conspiración para cometer tales delitos, a quien conocería más tarde, el abogado español Baltasar Garzón.

No éramos más de 20 personas afuera de la embajada británica, pero entre esas personas se encontraba, Rosario Ibarra de Piedra. Me maravilló ver a una mujer con esa determinación, con ese temple, portando como siempre lo hizo, un medallón sobre su pecho con la fotografía de su hijo desaparecido. Siempre dispuesta a defender los derechos humanos de las personas en cualquier parte del mundo, viviendo un poco aquella frase mítica: “…sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo…”, en este caso, las víctimas de la dictadura militar de Augusto Pinochet.

¿Cuál era la causa de Rosario Ibarra en México? La batalla contra la sistemática violación de derechos humanos cometida por los gobiernos autoritarios del PRI. La protesta de Rosario Ibarra inició por la desaparición de su hijo, Jesús Piedra Ibarra y las víctimas de la llamada guerra sucia. Su activismo traspasó las fronteras y en tres ocasiones la hizo candidata al Premio Nobel de la Paz. El contexto radicaba en la violencia de Estado que se desplegó desde todos los frentes para reprimir los movimientos sociales surgidos entre los años 60 y 70, el cual tenía como plan siniestro, como lo evocaba Rosario, de terminar con la disidencia de izquierda. Diversos sectores sociales que no sólo se enfrentaron al régimen más autoritario e intolerante de la historia moderna de este país, sino a un régimen que pretendía exterminar a una generación de jóvenes que compartían una empatía colectiva con otros movimientos sociales que se gestaban alrededor del mundo, en su lucha por una transformación social en favor de una mayoría de la población excluida y encarecida.

Como muchas madres, Rosario Ibarra comenzó la búsqueda de su hijo por iniciativa propia. Recorrió instituciones y sedes policiacas y militares; interceptó decenas de veces al presidente Luis Echeverría para reclamarle el paradero de su hijo; en tiempos de José López Portillo fundó el Comité Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Políticos de México, junto con los familiares de otras víctimas de desaparición forzada, ­especialmente, de sus madres. Gracias al impulso del comité, se promulgó la Ley de Amnistía, que derivó en la libertad de mil 500 presos políticos, permitiendo el regreso de 57 exiliados al país y el desistimiento de más de 2 mil órdenes de aprehensión.

Augusto Pinochet

En sus incesantes protestas, a las madres de familia de este movimiento se les conoce como Las Doñas, sólo comparadas con las Madres de Plaza de Mayo de Argentina. En 1979, Rosario Ibarra crea el Frente Nacional contra la Represión, el cual vería sus primeros logros con la aparición de 148 detenidos desaparecidos. Renombran su movimiento y se hacen llamar Comité ¡Eureka!, activo hasta la actualidad.

Más adelante, Rosario Ibarra se incorporaría a la vida política del país. Acepta ser candidata a la Presidencia de la República por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) para las elecciones federales de 1982, cuyo lema de campaña fue no hay democracia con desaparecidos. Convirtiéndose así en la primera mujer en postularse a la Presidencia de México. Tres años más tarde, en las elecciones intermedias, obtiene su primer cargo de representación popular en la Cámara de Diputados. En 1988, participa nuevamente como candidata presidencial por el PRT, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, por el Frente Democrático Nacional, Manuel J. Clouthier, candidato del PAN, y el candidato oficialista, Salinas de Gortari. En un discurso pronunciado en Ciudad Universitaria, Rosario Ibarra proclamaría que su movimiento representa lo más rojo, de la bandera roja. Más tarde, participaría en la protesta por el fraude electoral.

Rosario Ibarra durante protesta por desaparecidos políticos de 1968

Vicente Fox, en la época que no confundía la bandera de México con la de Senegal, como lo hizo al celebrar la no aprobación de la reforma eléctrica (no entiendo por qué un ex presidente es incapaz de detener su incontinencia verbal), desclasificaría algunos de los expedientes secretos de los servicios de inteligencia, aunque sólo en sus versiones públicas. Sello de los gobiernos de derecha: verdades sólo a medias.

En lo institucional, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) publicaría en 2001 un informe de 3 mil páginas sobre los abusos oficiales cometidos durante la guerra sucia. La CNDH confirmó que al menos 275 de estos desaparecidos habían sido detenidos, torturados y asesinados por miembros de las fuerzas de seguridad. Vale la pena recordar que, para 2009, la Corte Interamericana de Derechos Humanos emitiría una sentencia condenando al Estado mexicano por la desaparición de Rosendo Radilla en 1974 durante época de (terrorismo de Estado), lo que significaría una transformación del derecho constitucional y convencional en nuestro país al obligar a los jueces mexicanos a convertirse en aplicadores del derecho convencional.

Luis Echeverría Álvarez

Rosario Ibarra fue electa en 2006 senadora por la coalición PRD, PT y Convergencia. Conservo una fotografía rindiendo protesta como magistrado electoral con ella presente. En 2019, fue merecedora de la medalla al mérito cívico Eduardo Neri, legisladores de 1913. En ese año, el pleno del Senado aprobó otorgarle la Medalla de Honor Belisario Domínguez por su incansable labor como activista y defensora de los derechos humanos por más de cuatro décadas. En un mensaje pronunciado por su hija Claudia, se hace escuchar por última vez: dejó la medalla en custodia del presidente Andrés Manuel López Obrador. Pese a su participación en cargos públicos, Rosario Ibarra continuaría con su activismo y no abandonaría las calles. Ella es y será siempre ejemplo de lucha social por los derechos humanos de este país.