Reportajes Metropolitanos : Sobre el despiporre intelectual 2


Carlos Ravelo Galindo
  • Mañana en la batalla piensa en mí, estupenda novela de Javier Marías.
  • «Las de endenantes», de B.Newman, con frases y palabras ya en desuso.

 

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Editor digital

Agradecemos al diplomático don Antonio Pérez Manzano su cordialidad al informarnos una decisión que nos complace. E instruye “Estimados amigos, comparto con ustedes la columna del reconocido periodista Carlos Ravelo Galindo, quien nos obsequia con una parte del libro “Introducción a la gramática periodística», que puede sernos de gran utilidad.

Aprovecho para comentar con los colabores de Asociación de diplomáticos escritores—ADE—, una sugerencia sobre los encabezados o títulos de nuestras contribuciones, que de preferencia deben ser cortos (5 o 6 palabras), que atrapen al lector desde la primera vista.

Esto de acuerdo con uno de mis profesores del diplomado sobre periodismo que hace tiempo cursé en la Universidad Anáhuac México Norte. Extensión adecuada

Los títulos deben tener una extensión suficiente para explicar los contenidos, sin incluir adornos y palabras innecesarias. Una vez que decidas sobre qué escribir, deberás definir las palabras clave por las que quieres que se indexe tu artículo. Describe los contenidos.

Aunque suena obvio, es importante que el título tenga una relación directa con los contenidos. Trata de que sea descriptivo y referencial. Los encabezados que usan figuras poéticas u otros recursos creativos no son recomendables en el mundo digital. Si no incluyen las palabras clave del artículo, los buscadores no los indexarán correctamente y los usuarios tendrán problemas para encontrarlos. Considera el lenguaje del usuario.

El tipo de contenido que tengas y su formato entregan claves sobre cómo titular para ayudar a que los usuarios encuentren el artículo. Reciban un cordial saludo y mis mejores deseos para la semana que comienza. Antonio Pérez Manzano”. Y también a nuestro colega y maestro José Antonio Aspiros Villagómez sus palabras.

“ Veo que tienes una gran reserva de material.

Yo también, todos los días enriquezco mis archivos y libros de consulta para lo que se ofrezca.

El lunes pasado, por ejemplo, compré el libro «Las de endenantes», de Bruno Newman, con frases y palabras ya en desuso.

Para mi sorpresa, está ilustrado por el mismo artista, Tassier, que diseñó los diplomas de mi generación (1964) en la Escuela de Periodismo ‘Carlos Septién García’. Salud”.

Volvemos al Despiporre.

Los acentos y las comas son parte fundamental del idioma español.

El acento puede ser de dos tipos: el acento prosódico, es decir, el que no se escribe y sólo se pronuncia, o bien, ortográfico que es cuando le colocamos una tilde sobre la vocal correspondiente.

Mientras que las comas tienen como función principal indicarnos en qué parte del enunciado debemos hacer una pausa.

Vayamos para mejorar la ortografía y su utilización

1° A los comparativos genuinos no se deben anteponer los adverbios tan, más, menos (tan, peor, más, mejor, menos, superior); ni a los superlativos de terminación el adverbio muy (muy riquísimo).

2° No se deben anteponer los adverbios tan; más o menos a un superlativo (tan hermosísima, más finísimo).

Se exceptúan mínimo e ínfimo.

Ambos equivale a uno y otro. Si va en sentido negativo (ambas no son hermosas) quiere decir que una si lo es y la otra no.

Sufre apócope ciento cuando va antes de adjetivo o sustantivo (cien hermosas doncellas, cien joyas). Sendos significa cada uno.

El adverbio puede modificar al verbo, al adjetivo y a otro adverbio (Volvió pronto; muy hermosa; demasiado pronto).

Según sea la modificación, los adverbios pueden ser de lugar(aquí, ahí, allí, acá, allá acullá, cerca, lejos, donde, adonde, enfrente, dentro, fuera, arriba, abajo, delante,, detrás, encima, debajo, junto, aquende, allende).

De tiempo (hoy, ayer, anteayer, mañana, ahora, antes, después, entonces, luego, tarde, temprano, presto. Pronto, cuando, siempre, nunca, jamás, ya, mientras, aún, todavía, antaño, hogaño).

De modo: (bien, mal, como, cual, así, apenas, quedo, recio, duro, despacio, alto, bajo, excepto, salvo, conforme, adrede, buenamente, malamente, y otros en mente).

De cantidad: (mucho, poco, muy, casi, harto, bastante, tan, tanto, cuan, cuanto, nada).

De comparación (tan, más, menos, mejor, peor).

De orden: (Primeramente, sucesivamente, últimamente).

De afirmación: (sí, cierto, ciertamente, verdaderamente, también).

De negación: (no, ni, nunca, jamás, tampoco); y.

De duda: (acaso, quizá, quizás).

Hay dificultad al usar los adverbios mucho, poco, tanto, cuanto, harto, porque tienen semejanza con los adjetivos mucha, poca, tanta, cuanta, harta:

Por medio del hipérbaton se puede definir ( mucha más carne –mucha carne más; mucho más carne –mucho carne más).

El adverbio tan (apócope de tanto) solo se puede emplear antes de adjetivo, adverbio o complemento (tan bueno como tú; tan lejos de París; tan de mi padre como mío).

El adverbio adonde sólo puede construirse con verbos que indiquen movimiento moral o material (la casa donde resido; el lugar adonde voy).

El adverbio seguramente no indica probabilidad, sino seguridad. Recientemente se apocopa antes de participios (un país recién poblado; un niño recién nacido).

Aún se acentúa cuando va después del verbo (aún no llega; no llega aún).

Se usa el adverbio ahí cuando se resuelve en el demostrativo ese, por eso se señala con él lo que inmediatamente precede al razonamiento (mi hermano ahorra; de ahí que siempre

tenga dinero).

No es correcto decir: ahí está, le dejé ahí; debe decirse: allí está, le dejé allí.

Las preposiciones más usuales en castellano son: a, ante, bajo, con, contra de, desde, en, entre, hacia, hasta, para, por, sin según, sobre y tras. (cerca de).

Lo que indican las preposiciones:

A: dirección (voy a la escuela), modo (viste a la inglesa).

Ante: delante de (nos detuvimos ante el pórtico).

Bajo: debajo de (bajo el cielo azul), dependencia (sirve bajo sus órdenes).

Con: concurrencia (llegó con mis hermanos), modo (trabaja con fe) e instrumento (cortó con la navaja).

Contra: al frente de (su casa está contra esquina de la mía), oposición (lo hace contra mi

voluntad).

De: Pertenencia (el libro de Enrique), procedencia (vengo de Zacatecas), materia de que está hecha una cosa (estatuilla de marfil).

Desde: Principio de tiempo (desde mañana), o de lugar (desde aquí).

En: lugar (está en el teatro), tiempo (vendrá en agosto), modo (habló en francés).

Entre: en medio de (entre la huerta y el río).

Hacia: tendencia (nos encaminamos hacia el reinado de la justicia). Dirección (miró hacia el poniente).

Hasta: término (llegaré hasta aquí).

Para: destino (la honra es para ti, no para mí). Fin (hago ejercicio para gozar de salud). Por: lugar (viaja por Asia), modo (lo obtuve por favor).

Según: conformidad (lo premiaremos según méritos).

Sin: carencia (vive sin boato).

Sobre: encima de (bailaba sobre la mesa), asunto de que se trata (disertó sobre economía política).

Tras: orden con que se siguen unas cosas a otras (tras la fortuna viene la adversidad; tras la primavera el verano).

Las conjunciones sirven para ligar frases análogas.

Se distinguen según la naturaleza del enlace.

Pueden ser: copulativas (y, e, ni, que).

Disyuntivas (o, u, y algunas veces los adverbios ahora, ora, ya, bien).

Adversativas (pero, más, aunque, sino).

Condicionales (si, como, con tal que, siempre que, dado que, ya que).

Causales (porque, pues, pues que, puesto que, supuesto que). Continuativas (pues, así que ).

Comparativas (como, como que, así, así como).

Finales (para que, porque, a fin de que).

Deductivas (conque, luego, pues, por consiguiente).

La interjección es un grito inarticulado o una palabra con los que expresamos estados de ánimo.

Las figuras de dicción que más se utilizan, son contracción y apócope. La primera consiste en fusionar palabras (de él – del).

Sufren apócope los adjetivos: Uno-alguno-ninguno; un-algún-ningún.

Mejorando uso del idioma

Bueno-buen; malo-mal. Primero-primer; tercero-tercer; postrero-postrer. Grande-gran. Santo-san. Buen, mal, gran, san, deben preceder inmediatamente al sustantivo. Los otros adjetivos mencionados consienten otro adjetivo en medio. Cuando al adjetivo sigue la conjunción, el apócope no tiene cabida.

Ningún adjetivo de los enumerados, excepto primero, postrero, grande, admite apócope en el género femenino.

Sin embargo, se puede decir un antes de cualquier sustantivo femenino que principie por la vocal a acentuada (un águila, un arpa); lo mismo pasa con algún y ningún.

Antes de vocal se dice grande y antes de consonante gran (grande edificio; gran templo).

Vicios de dicción contrarios a la analogía.

La concordancia:

El adjetivo concuerda con el sustantivo en género y número.

El verbo concuerda con el sujeto en número y persona.

Cuando el verbo concuerda con el sujeto en número y persona.

Cuando el verbo se refiere a varios sujetos o el adjetivo a varios sustantivos, rigen las siguientes reglas:

  1. Dos o más sujetos concuerdan con el verbo en plural.
  2. Cuando varios sustantivos de diferente género son modificados por un solo adjetivo, éste debe estar en género masculino y número plural.

3.-En concurrencia de varias personas gramaticales como sujetos se prefiere la segunda a la tercera y la primera a todas (tú y él paseáis…..Miguel, tú y yo, estudiamos con asiduidad).En el primer ejemplo se refiere a la 2° persona (tú), y en el segundo, la primera (nosotros).

DE UN ESCRITOR NOS 

CUENTA UNA DAMA

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Javier Marías hace gala de un manejo del idioma muy preciso, emplea un vocabulario extenso y bien trabajado, crea tensión y desasosiego como si de una película se tratara, porque todo movimiento ralentizado del narrador va acompañado de una larga introspección.

Así logra moldear a Víctor Francés como un personaje complicado psicológicamente que confunde e intriga al lector de manera incesante.

No es una prosa ligera, pero sí una intensa narración sobre asuntos comunes que atañen a cualquier persona como el ocultamiento, los hechos y las intenciones, el actuar sin saber y la voluntad que casi nunca se cumple, la negación de las personas alguna vez queridas, el olvido y la indecisión, la despedida, y también sobre el engaño.

Y mejor cuando lo describe una dama escritora en La biblioteca de Arcadia, como lo cotidiano y lo profundo en la excelente prosa de Javier Marías.

Ella, doña Norma Vázquez Alanís nos deleita también como conocedora del idioma español, al hacerlo.

Dos hombres cargan a sus muertas, pero no como lo hizo aquella Juana de Castilla con su marido Felipe ‘El hermoso’ dentro de su ataúd; las llevan tatuadas en la memoria y guardan cada uno sendas prendas de esas mujeres que ya no lo son.

La novela Mañana en la batalla piensa en mí (Debolsillo, Random House Grupo Editorial, tercera edición en México 2014, 360 páginas) del escritor español Javier Marías, es una oda a la mente humana, a la agilidad del pensamiento, que a veces lleva al individuo más allá de lo posible, a armar sus historias sobre un suceso desde varias perspectivas.

Los dos temen ser descubiertos porque han cometido adulterio. Sus mentes vuelan para hacer conjeturas sobre sus circunstancias comprometidas, pero sólo el personaje principal, Víctor Francés Sanz, llega a una situación límite obsesiva que lo enfrenta al dilema de dejar oculta una aventura fugaz o contarla, así su conciencia lo sacude poniendo en la balanza la moralidad o la responsabilidad.

Un comienzo atrapante: “Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda… Nadie piensa nunca que nadie vaya a morir en el momento más inadecuado”, y la forma de narrar tan particular de Marías hace de esta obra un texto para leerlo con tiempo y saborearlo, una novela sólo para quienes gustan de la literatura que se sale del canon del best seller.

Un tema bastante escabroso ─la muerte de una mujer infiel en brazos de su amante ocasional─ se convierte en una escena de desconcierto y casi detectivesca, que servirá de pretexto al autor para reflexionar sobre temas de la psicología humana, la ética y la filosofía de la existencia.

L–a trama se desarrolla a partir de lo que una experiencia como esta significará para el protagonista, Víctor, quien no consuma el adulterio con Marta Téllez, pero no puede olvidar a “su” muerta ni desentenderse del entorno que ella dejó.

Mañana en la batalla piensa en mí — (una frase que procede de una de las escenas finales de Ricardo III, de William Shakespeare: “Mañana en la batalla piensa en mí, y caiga tu espada sin filo, desespera y muere”)— narra hechos tan cotidianos que incluso podrían pasarle a cualquiera, y el trasfondo de todo son las ironías de la vida, cómo algo tan común puede hacer cambiar tanto las perspectivas de las cosas, la acción o la inacción, y a partir de estos sucesos ordinarios comienza el discurrir del protagonista enfrentado al próximo paso y su siguiente decisión.

De esta manera, este amante frustrado tratará de investigar sobre la vida de la mujer que apenas conoció y relacionarla con su repentina muerte.

Entonces, una escena de desconcierto y casi detectivesca servirá de pretexto al autor para darle a la escritura libertad, una frescura que la acerque a la oralidad o al desarrollo natural del pensamiento, para demostrar al lector que la literatura es mucho más que el dominio de las formas.

Estas cavilaciones son las que tienen esa atracción propia que desarrollan los textos de Marías, porque el narrador-protagonista no hace nada que un hombre en una situación tan comprometida no haría, con problemas reales e inmediatos: qué hacer con el cadáver, avisar o no avisar, qué hacer respecto al marido, qué hacer con el niño dormido, qué diferencia hay entre la vida y la muerte, de suerte que lo imprevisto y lo desconocido se convierte, en la pluma de Marías, en una maldición.

En Mañana en la batalla piensa en mí, Javier Marías parecerá pensar a través del protagonista, en ese estilo suyo tan observador y tan profundo; el eje de sus meditaciones será el de la muerte, para recordar que todo es efímero y puede acabarse en cualquier instante (el planteamiento de las muertes estúpidas es acertadísimo), y el hecho de que la realidad se transforma apenas pasa, y más aún cuando se la cuenta con palabras.

Ya casi al final del relato el escritor le da protagonismo al viudo, quien hasta entonces había sido una especie de culpable silente, por no haber estado allí cuando Marta Téllez lo necesitó, por haberla descuidado.

Es el momento en que Eduardo Deán cuenta a Víctor por qué estaba de viaje ese día, historia que implica a una amante, un aborto imaginario y la muerte ¿accidental? de esa mujer; en este punto Marías juega su última carta para que ambos hombres lleven sus muertas a cuestas.

Mañana en la batalla piensa en mí es otro gran ejemplo de la literatura de Javier Marías, uno de los mejores escritores de habla hispana, quien maneja los hilos de su trama de manera magistral y como en toda su obra deja el final abierto para que cada lector haga sus conjeturas.

En el texto se maneja de manera sutil la imprecisión espacial y temporal, de manera que las meditaciones y fantasías del narrador podrían ser simultáneas o bien tener lugar en un tiempo que no encaja de manera precisa con los hechos.

Con gratitud a la escritora y amiga doña Norma Vázquez Alanís, por su consenso en transmitirlo nosotros.

craveloygalindo@gmail.com