Reportajes Metropolitanos : Las palabras escritas se quedan


Tradicionales carteros

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

El arte de escribir

Dedicamos con infinito honor a dos escritores de toda la vida. A quienes, ellos, también historiadores, atesoran, guardan en sus bibliotecas, la cultura universal, que muchos aprovechamos.

Nos referimos a nuestros colegas del Club Primera Plana y del Colegio Nacional de licenciados en periodismo, doña Norma Vázquez Alanís y su esposo José Antonio Aspiros Villagómez.

Don Arnoldo Krause nos dio la pauta con su artículo publicado en el gran diario de México, ”El Universal”.

Escribir conlleva alegrías y riesgos.

Hablar es menos riesgoso. Las palabras escritas se quedan; los diálogos orales pernoctan un tiempo en la memoria, en ocasiones para siempre, y otras veces desaparecen o se deforman.

Coger la pluma y escribir o escribirse es un espacio sui géneris y con frecuencia necesario.

Verterse por medio de las letras acompaña.

La mayoría de las veces es terapéutico.

La palabra escrita, a diferencia de la oral, no se fuga, permanece: se puede leer y releer.

Pequeños en aprendizaje de las primeras letras

No desprecio, huelga decirlo, los diálogos orales vía telefónica o por medio de los (casi) incontables artilugios actuales. No los desprecio.

El problema es distinto.

La comunicación o incomunicación vía chats orales o por medio de algunas palabras apenas palabras vía tuits tiende a suplir el contacto fundamental de las palabras escritas.

Las disimilitudes entre ambas maneras de comunicarse con el mundo y con uno mismo deviene otra “forma de estar”.

Quienes escriben diarios lo saben: entrar en ellos, transcurridos algunos años, permite mirar y mirarse desde ángulos diversos.

Excelentes radiografías de uno y del mundo son los diarios, y eran, en el pasado, las cartas de papel, las de los carteros en bicicleta acompañados por el silbido cuyo pitido anunciaba su llegada.

Hablar, por supuesto, es necesario; hacerlo permite escuchar, cualidad, lamentablemente, casi en desuso.

La escritura no compite con la voz, son espacios diferentes.

Eduardo Matos

El quid de estas mínimas reflexiones no confronta ambos espacios.

Invita a pensar, no más, en el escuálido aprecio que se tiene en la actualidad por la “escritura escrita”, aquélla que aprendían los pequeños en la escuela, donde el maestro explicaba que la cola de la a debe unirse al apéndice de la m y la cola de ésta al apéndice de la letra o cuya cola, al juntarse con la trompa de la r conforma la palabra amor.

Gran ejercicio la escritura manual, ahora casi abandonada por los nuevos aparatos, cuyas letras (autistas) se escriben una a una sin tener en cuenta su dependencia ni con la previa ni con la última letra.

Los expertos en enseñanza y educación tienen razón: el cerebro de los pequeños se desarrolla cuando la escritura inicial, manuscrita, exige que una letra le hable a otra, y otras más se unan para construir palabras, ideas, anhelos, enojos.

Escribir forma.

Escribir reta.

El texto público es, aún en tiempos arduos, o más bien, por eso, una invitación a pensar, concordar o disentir.

Los escritos privados, los de algún diario o los desperdigados entre libros, cuadernos o cajones conforman una radiografía única, cuyo contenido permite mirar en muchas direcciones y reflexionar sobre aciertos y desaciertos, ya sea en compañía de la soledad o al lado de amigos y seres queridos.

En Diario italiano 1840-41, John Ruskin cavila e invita, “Es muy fastidioso llevar un diario, aunque también una gran delicia haberlo llevado”.

Ruskin guarda razón: es fastidioso pero es productivo.

Las escuelas primarias, deberían, sugiero, contar con una materia intitulada Diarios, donde los pequeños, dependiendo del grado, escribiesen veinte, treinta o cincuenta palabras por día.

Ejercicio sano, una suerte de “psicoanálisis escolar sencillo” sería que cada mañana tres o cuatro alumnos leyesen sus reflexiones, y de ser posible, si hubiera tiempo, fueran motivo de algunos breves comentarios por parte de sus compañeros. Hasta aquí.

Escribamos.

La escritura borda, forma, construye.

En un mundo rápido es necesario el mundo del papel tachado, borrado, roto y corregido.

EL MUSEO NACIONAL

DE ANTROPOLOGÍA

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Prolongado conflicto en Notimex

Con orgullo compartimos el agradecimiento del hermano, colega, escritor y amigo Teodoro Rentería Arroyave que nos llega:

“Muy emocionados porque un puñado de colegas colegiados fuimos galardonados con el “Merito Académico”, por la Academia Nacional de Historia y Geografía, ANHG, patrocinada por la Universidad Nacional Autónoma de México, UNAM, que preside la maestra en Derecho Elizabeth Rembis Rubio.

“En la última ceremonia solemne del año que fenece, entre otros colegas, fuimos distinguidos dos periodistas, Arnulfo Domínguez Cordero y su amigo Teodoro Rentería Arroyave. Un abrazo a todas y todos los camaradas”

De cuando fue necesario dar contenido social al Museo de Antropología nos narra, por escrito, el historiador José Antonio Aspiros Villagómez.

Antes nos dicen

Estimado amigo:

De tus Nubes de hoy me gustó lo del lápiz, pero opino que tiene una desventaja: con la goma se puede borrar no solamente lo que se desea corregir, sino también todo lo que está bien.

Y coincide con Marinita Ravelo de Casas

Precioso relato de la lágrima y del lápiz. Saludos y besos. Buenas noches.

Antonio de León y Gama

Y la historia:

Con nuestro deseo porque el gobierno destrabe los problemas del sector cultura (INAH, INBA) y de Notimex, coincidimos nosotros.

El Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) conmemoró durante 1990 el segundo centenario de la arqueología en México, con motivo del hallazgo de los monolitos Coatlicue y Piedra del Sol y su posterior estudio por parte de Antonio León y Gama.

“Mas no solamente fueron halladas estas dos piedras en el área que contiene lo que se ha empedrado hasta ahora de la Plaza Mayor; se descubrió también otro antiguo monumento (…) un sepulcro, que contenía la osamenta de un animal, que no se conoció, no obstante de mantener la cabeza sus dientes y colmillos: caracteres por los cuales se distinguen regularmente las especies de cuadrupedos. Con él estaban varias ollas, y otras piezas de barro bien fabricadas, unos cascabeles grandes de metal, y otras cosas de lo mismo.”

Este testimonio se encuentra en el estudio que sobre las dos piedras hizo el citado matemático, físico y astrónomo León y Gama en 1792. En los pocos párrafos que dedica a este tercer hallazgo, hecho en enero de 1791, él escribió: “…se deduce que este animal era uno de los dioses que adoraban los Mexicanos con la denominación de Chantico, que, según el propio Torquemada, significa Cabeza de Lobo (…) Sabemos que entre la multitud de ridículos dioses que adoraban los mexicanos, había algunos animales, como el Tigre, con el nombre de Tlatocaocelotl; la Aguila, con insignias de Pavo, vestida de rica pluma, nombrada Quetzalhuexoloquauhtli, la Culebra o Cuhaucohuatl, y otros”.

“En la actualidad a Chantico se le tiene como diosa del hogar y del fuego volcánico; tenía un templo llamado Tilancalco (casa negra) y una variante suya fue Cuaxólotl, diosa del fuego del hogar que representaba a la maternidad y tenía un recinto secundario en el Templo Mayor, llamado Tetlanman”, indicó también.

El tercer hallazgo de 1790-91 fue relegado en las celebraciones del bicentenario, y la última parte de nuestra entrevista al profesor Eduardo Matos Moctezuma, coordinador de estos festejos, publicada en la revista bimestral En Todamérica # 266-267, de marzo-abril de 1991,también tomó otras direcciones:

-Cuando uno va al Museo Nacional de Antropología y entra a la sala Mexica, parece que entra a un templo o a un panteón, algo muy solemne, muy frío, para decir “¡Ohh! Miren nada más estas figurotas”, pero sale uno también con la sensación de que no se llenó totalmente de lo que vio a pesar de su grandeza, de su aspecto. ¿A qué se deberá esa sensación? Por lo menos yo la tengo.

-Bueno, precisamente el viernes (27 de julio de 1990) terminó y se clausuró ahí mismo en el Museo de Antropología un simposio que se realizó con la finalidad de rejuvenecer las salas del museo.

Hay que recordar que el museo fue construido hace 25 años y por lo tanto sus salas también tienen un atraso de 25 años en sus contenidos. Entones, a mí me tocó dirigir esa última mesa del viernes ya para analizar y ver precisamente aspectos de cómo renovar estas salas.

Yo creo que efectivamente lo que tú dices es muy correcto, es decir, fíjate que la sala Mexica es la que ocupa la parte central. Todas las demás tienen inclusive un piso arriba en donde se muestra la etnografía actual, pero la sala Mexica no, se le dejaron sus dos pisos, es la más grande, la más extensa, o sea que, efectivamente, es una especie de templo al que se ingresa, y al fondo se ve precisamente la Piedra del Sol.

Coatlicue

Una de las conclusiones -y yo me incliné por esa posición- es que falta todo un contenido social en estas salas en general y en la Mexica en particular. Es más bien una presencia de esculturas lo que hay allí, pero muy poco del pueblo que las hizo. Creo que eso es quizá lo que impide un poco comprender y entender con mayor claridad que al fin y al cabo son los pueblos los que hacen estas obras, no únicamente tener la obra en sí, por más bella o más importante que ésta sea.

Entonces, yo creo que falta un contenido de qué era la sociedad que creó todas estas obras, cuáles eran sus características, en qué se sustentaba su economía, su organización social cómo era, su cosmovisión, etcétera; no únicamente colocar los objetos con alguna explicación por lo general muy escueta, sino dar una información mayor de la sociedad que lo creó. Yo creo que ese es un vacío que hay, y que habrá que remediar.

-¿Digamos que la sala Mexica del Museo de Antropología necesita un discurso de la naturaleza del que tiene el Museo del Templo Mayor?

-Yo pienso que sí debe dársele un contenido diferente al que tiene, ¿no?, indiscutiblemente. El del Templo Mayor, no hay que olvidar que este museo no es todo del Templo, es un museo de sitio.

Es un museo del Templo Mayor que muestra los objetos que se encontraron en él en ese contexto específico, pero por lo menos si tratamos en cierta medida de darle un contenido también social, es decir, el Templo Mayor, su significado, su simbolismo para esta sociedad que lo creó. Y también de la presencia e los dos dioses, de Tlaloc y de Huitzilopochtli, pero qué significan, ¿no?

Significaban la producción agrícola, la fertilidad de las plantas, el tributo, la guerra por el otro lado, o sea que entonces tenemos que llegar a analizar y a ver esos aspectos. Y efectivamente creo que eso no se da en la sala Mexica del Museo Nacional, por lo tanto yo sí creo que es necesario enriquecerla, darle un contenido más social; yo creo que entonces la gente va a captar qué, quién hizo estas obras, por qué las hizo, y qué significan esas obras.

-Pero, digamos a los mexicanos, con una mentalidad más occidental, menos apegada a pesa de que nos abrazamos de los aztecas y repudiamos a los españoles pero vivimos una civilización occidental, ¿qué nos puede interesar o para qué queremos tener todo este tipo de conocimientos?

Piedra del sol

-Ha sido preocupación constante en todos los pueblos y en todas las épocas conocer de dónde vienen. Esa es una inquietud muy significativa y vemos ya desde pueblos del pasado que siempre había ese interés de conocer su procedencia, su devenir, y de esa manera entenderse a sí mismos, entender su propia historia.

Yo creo que en la medida que conozcamos mejor nuestro pasado tanto prehispánico como colonial, pues estaremos en la mejor posición de poder conocernos actualmente a nosotros mismos. Yo creo que eso es muy importante; sobre todo un pueblo con esa enorme tradición histórica y cultural como es México.

México tiene una tradición arqueológica importante, Entonces, desde luego que el conocimiento de ese proceso histórico incluyendo el colonial, sí es muy importante, sí es muy significativo y sí nos dice mucho inclusive de lo que somos actualmente, y de lo que podemos ser hacia el futuro.

craveloygalindo@gmail.com