Reportajes Metropolitanos : El despiporre intelectual


La calavera me pela los dientes
  • Introducción a la Gramática Periodística, título original de El despiporre…
  • Compendio literario fue publicado en 1960; en 2008 fue reimprimido.
  • Reúne el volumen el trato que todos los mexicanos otorgan a la muerte.
  • Agrupa también los marcados contrastes entre velorios y cuentos colorados.
  • Refranes, proverbios, dichos, calambures, adivinanzas, albures, se reunieron.
  • México reúne setenta millones de pobres producto de pasadas administraciones.
  • Aplicación de la pena de muerte en EU es fuerte violación a derechos humanos.

Reportajes Metropolitanos

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Este pequeño pero gran compendio literario se publicó en los albores de 1960. Su tiro limitado se agotó de inmediato. Y nadie se preocupó por una segunda edición.

Mexicanos adoptan la máscara de la muerte

Su título original fue Introducción a la gramática periodística. El despiporre Intelectual. Y se publicó en febrero de 2008, por el Club Primera Plana.

Nosotros como homenaje al poeta Rodolfo Coronado y al amigo José Carlos Robles, quien sugirió que lo escribiera, recopilamos todo, sin faltarle una coma o un punto, a efecto de que pueda disfrutarse plenamente.

A partir de este día comenzaremos a darlo a conocer tal y como hicimos con Mis bendiciones. En etapas.

“La sicología de los mexicanos está saturada de elementos humorísticos.

A nosotros la felicidad, el infortunio, la religión, la política, el matrimonio, la amistad, la carestía de la vida y el propio sexo nos mueven a risa.

El fenómeno culminante de la muerte se reviste, a nuestro placer, con una máscara alegre.

Las calaveras, en una palabra, nos pelan los dientes.

Somos muy dados los mexicanos a sortear burlonamente el toro de lidia de los aconteceres vitales.

En la oficina, en el café, en la pulquería, en el taller, en el bar, en las antesalas públicas y en el encuentro callejero tenemos siempre a la mano o mejor dicho a la boca, el botón de muestra de nuestro particular buen humor.

Rasgamos la solemnidad de los velorios, por último, con la irreverencia cimera de los cuentos colorados.

Risa, remedio contra problemas y preocupaciones

Bromistas irredentos, decidores incansables albureros de inagotables recursos y expertos en el manejo de vocablos de grueso calibre, nos reímos del prójimo con facilidad asombrosa y poco nos importa servir, a nuestra vez, de víctimas propiciatorias del regocijo ajeno.

El que se lleva se aguanta y el que se enoja, pierde constituyen dos preceptos inviolables para todo mexicano que se precie y que no desee convertirse en isla arrancada de un continente humano en donde todo se resuelve con la panacea infalible de la risa.

Perfeccionistas en este oficio regocijarnos de las debilidades de los demás, contamos para ello con una serie de instrumentos eficientes:

Refranes, proverbios, dichos, dicharachos, calambures, adivinanzas, albures, trabalenguas, y al frente de esta variedad instrumental, con el más acabado recurso del ingenio burlesco: el epigrama.

Albures mexicanos

Y en este oficio ingrato de aligerar con la risa el sin fin de su pesadumbre, el mexicano halló en el refrán, ya utilizado por él en su mundo antiguo, el mejor instrumento de trabajo.

Los ejemplos abundan:

El dinero Dios lo da

con el trabajo del indio.

Al mestizo el diablo hizo

al indito, el Dios bendito.

Indio que quiere ser criollo

al hoyo.

Con mayordomo español,

trabajo de sol a sol.

De español a gachupín,

hay un abismo sin fin.

Al español, puerta franca;

al gachupín, pon la tranca.

No te fíes de indio barbón,

ni de gachupín lampiño,

de hombre que habla como niño.

ni de mujer como varón.

Piojos que en España mueren,

en México resucitan.

Con los curas y los gatos,

pocos tratos.

El que entra a la Inquisición

ha de salir chamuscado.

Y ya que hemos nombrado a la Inquisición, Carlos Francisco, Marqués de Croix, Virrey, Gobernador y Capitán General de la Nueva España, fue protagonista de una anécdota más que ilustrativa al respecto:

El miércoles de ceniza del año de 1767, una comisión eclesiástica se presentó al palacio virreinal con el encargo de imponer ceniza en la frente del máximo dignatario civil.

Pero Don Carlos Francisco. Todavía con los humos del aguardiente catalán ingerido en la noche. Crudo y mal humorado, contestó así a la caravana de ensotanados:

A mí no me tiznan curas

ni en miércoles de ceniza.

Tal desacato, como era natural, caló muy hondo en el Alto Cuerpo Inquisitorial, que emplazó al irreverente a que se presentara perentoriamente al Tribunal del Santo Oficio para ser declarado en causa gravísima de fe.

José Gorostiza Alcalá

El Marqués de Croix, humildemente se presentó al Santo Tribunal, salvo el pequeño detalle de haberlo hecho abroquelado por la Compañía de Alabarderos, el Batallón Urbano y una batería de ocho cañones.

Después de saludar afablemente a los que iban a juzgarle, advirtió al fiscal de la causa que sólo disponía de diez minutos para dejar finiquitado aquel desagradable asunto,

transcurridos los cuales la tropa que esperaba afuera tenía instrucciones de disparar contra el edificio de la Santa Inquisición hasta dejarlo reducido a ruinas.

De más está decir que al escuchar semejante amenaza, el fiscal dio por concluida la vista contra el Marqués de Croix y que éste salió a la calle orondo, sonriente y limpio de toda culpa.

Pero el pueblo, al enterarse de lo sucedido, no sólo trinó en contra de la actitud virreinal sino también, y con mayor razón, en contra de la cobardía y sumisión de los señores inquisidores.

Y no faltó alguien que opinara que la frase Con el Rey y la Inquisición, chitón, debería sustituirse con esta otra Con el Rey y la Inquisición, cañón.

Más allá del desahogo ideológico o político, el refrán fue utilizado por el pueblo como ficha de registro de su anecdotario cotidiano salpicado de vicisitudes sin cuento, de apuros económicos, de tropiezos en el amor y en la amistad, de complejidades místicas, de inquietudes estéticas, de inhibiciones absurdas y desplantes de machismo inveterado.

Como ahora, añadiríamos con respeto, pero sin sumisión, sucede, para bien o para mal.

Y en recuerdo a nuestro, amigo, colega y discípulo don Raúl Velasco, “Aún hay más”.

AUSENCIA DE CORRUPCIÓN

Carlos Ravelo Galindo, afirma:

Si nos lo preguntaran a nosotros cómo quieres morir, tendríamos una sola respuesta: de viejo.

La muerte sin fin es otra forma de matar al ser humano sin juzgarlo

Olga Islas de González Mariscal

Los condenados a muerte, no son otros sino los que la sociedad expulsó de sus dones, seres que se vengaron conscientes o inconscientes de un sector que los orilló.

Los humanistas siempre han sostenido que la mejor forma de eliminar el delito son la justicia y la igualdad.

Y, por supuesto la ausencia de corrupción.

Los millones de seres que en el mundo no han encontrado esos factores, son también condenados, por la pobreza, las enfermedades, el desprecio.

En México, los miles de muertes que produce el crimen son parte de esa iniquidad y corrupción.

Con 70 millones de pobres que dejaron los anteriores gobiernos, muchos de los cuales han caído en las garras del virus, otros fueron condenados a muerte sin ser juzgados, por su propia condición empobrecida.

La justicia no entra, pues, a través de la ejecución sea por silla eléctrica, paredón o inyección fatal cuando se puede. Sino con acciones que hagan equitativa la vida del ser humano.

Doña Teresa Gil, escritora genial, hace la siguiente crítica a la terrorífica decisión que tienen los condenados a muerte en Estados Unidos de escoger la forma de morir.

Brutal violación a los derechos, imponer la forma de decidir el método para morir.

Es de lesa humanidad.

Junto con la pena de muerte que un estado al no ser dueño de la vida de sus integrantes no puede aplicar, el decidir la forma de morir es una burla brutal a todos los derechos humanos.

Esos seres están ante la vieja frase del poeta, si saltas pierdes y si no, perdiste.

No hay salida para ellos, solo escoger lo que les acomode.

En un mundo en el que 56 países aplican la pena de muerte y 28 la han pospuesto, las doctrinas humanistas no han logrado penetrar aún en el afán de venganza de gobiernos y sociedades, mientras paradójicamente la muerte externa dolosa se agudiza cada día.

Sólo quiero morir, decía el hombre más
viejo de Colombia

Es cierto que muchos países en el mundo han cancelado o pospuesto la pena capital y que en Estados Unidos ya son 21 estados los que se han reprimido.

Había en el mundo hace año y medio, con datos de CNN, 26 mil 600 condenados a muerte que esperaban su aplicación.

En el Caribe llama la atención que Cuba mantenga esa sanción y que en las mismas condiciones estén todos los países de ese entorno.

En América del sur, hay un bamboleo macabro entre los tipos de delitos, por lo general graves, que ameritan su aplicación, según leyes y juzgadores. México, que dejó de aplicarla desde 1961, la eliminó constitucionalmente hasta 2005.

La opción que acaban de poner a los condenados el estado de Carolina del sur para decidir la forma de morir, en la silla eléctrica o pelotón, ha exhibido el bajo grado de humanismo que existe en los países que se dicen democráticos como el del norte o que profesan religiones muy acendradas como Irán.

Aparte de Carolina del sur, en Estados Unidos hay otros estados que están presentando la opción de escoger como morir a sus reos. Al contrario de Nueva Hampshire que abolió la pena de muerte por cuestiones morales.

En un encuentro sobre el tema en 2010, la penalista Olga Islas de González Mariscal, académica de la UNAM, hizo un recorrido sobre esa pena en México dice que la de muerte, injusta, no ejemplar, irreparable e innecesaria

Tratada en diferentes códigos penales de los estados, sobre todo, el primero de ellos, en Veracruz en 1835 y puso énfasis en el llamado código Juárez, federal, de 1871, en el que legisladores consideraron la pena de muerte ilegítima injusta, no ejemplar, irreparable e innecesaria.

Pese ello, por las condiciones que vivía el país, se introdujo en la legislación. Lo mismo ocurrió con la Constitución de 1857.

Lo que llama la atención es la sensibilidad de algunos legisladores al rechazar desde entonces ese mecanismo fatal, y considerar lo poco que significa a la hora de desterrar el delito. Lo mismo que ocurre con las penas muy altas.

Se consideraban en todo caso delitos muy graves como traición a la patria en tiempos de guerra.

Los protocolos posteriores a los que se adscribió la ONU y que también menciona la jurista, son tajantes respecto al uso de esa sentencia y en muchos casos, incluyendo algunos que se crearon en convenciones americanas y que tiene en su poder la OEA, son determinantes al prohibir a “sus estados parte…” aplicar la pena de muerte.

Al referirse a la muerte, sus muchos avatares y destino del ser humano, irremediable, José Gorostiza, el poeta y diplomático tabasqueño (1901-1973) lanzó su gran poema, Muerte sin fin en 1939 (Fondo de Cultura Económica, Edición Tezontle 2001).

Aquí, una de sus partes:

Lleno de mí, sitiado en mi epidermis

por un dios inasible que me ahoga

mentido caso,

por su radiante atmósfera de luces,

que oculta mi conciencia derramada,

mis alas rotas en esquirlas de aire;

mi torpe andar a tientas por el lodo.

craveloygalindo@gmail.com