Reportajes Metropolitanos : A ese chango, su mecate


Chango ¡a su mecate

Vilma Ivette Rivera Abarca*

Existen dos tipos de cerebros, el primero es el cerebro que está formado por el sistema nervioso central, donde las emociones se forman con base en las propias experiencias.

Sabina Berman

El segundo cerebro, ignorado por la mayoría de los seres humanos, es el cerebro que se encuentra en los intestinos: El sistema nervioso enteral o mesentérico, caracterizado por la relación del cerebro y el aparato digestivo.

Este cerebro posee neuronas y además guarda emociones, determina la respuesta física de acuerdo al contexto y la intensidad del estímulo.

LA NEUROGASTROENTEROLOGÍA

La neurogastroenterología, es la especialidad que estudia este sistema y determina la relación que existe entre el cerebro mesenterio y el cerebro central.

El intestino delgado y grueso son los encargados del proceso de la digestión, trasforman los alimentos que ingerimos para ser absorbidos y convertirlos en energía para ser utilizados por las células del organismo.

La función de estos órganos va más allá de trasformar los alimentos en nutrientes, separar lo necesario de los desechos para luego ser evacuados.

Las investigaciones científicas confirman que existe una estrecha relación entre el sistema digestivo y las emociones. Los estudios en la neurociencia, demuestran la relación entre el aparato digestivo y las enfermedades neurológicas.

Existen numerosos procesos que se manifiestan con trastornos fisiológicos y psicológicos a través de síntomas como diarreas o estreñimiento, inflamación abdominal, trastornos de ansiedad, cansancio, insomnio, falta de concentración, pérdida de memoria, úlceras gástricas, hipertensión, gases, males que no necesariamente son producidos por un problema estomacal debido a la alimentación directamente, sino por comportamientos emocionales que repercuten negativamente en esta parte del cuerpo.

La Grelina, (hormona peptídica, generada en el estomago) u “hormona del hambre” aumenta el apetito, pero además reduce el gasto energético y favorece tanto la formación de nuevos cúmulos de grasa generando la ganancia de peso; los niveles de grelina aumentan bruscamente antes de cada comida y caen inmediatamente después.

En algunos individuos obesos se ha detectado que la concentración de dicha hormona no varía cuando comen ni cuando dejan de hacerlo, la que explica el por qué algunos individuos, en ningún momento se sienten saciados.

Se encarga también de la memoria (según revelan recientes investigaciones, que activa el hipocampo, una región cerebral relacionada con el aprendizaje y la memoria), por ello, concluyen los estudios, que la obesidad expone a quien la padece a ser propensos a la demencia (pérdida de por lo menos dos funciones cerebrales superiores, tales como la memoria y razonamiento limitado)

Mono en jaula de Chapultepec

Por lo tanto, los estudios realizados por la neurogastroenterología, considera al sistema digestivo  como nuestro segundo cerebro.

Esta particular relación que los orientales la entendieron hace mucho tiempo, hoy en día los científicos occidentales que realizan investigaciones en la neurogastroenterología, endrocrinología y nutrición, encontraron que existen más de 100 millones de neuronas en el sistema digestivo, además de 20 hormonas y neurotrasmisores como la serotonina.

La serotonina es un neurotrasmisor implicado  con las emociones y los estados de ánimo, aunque cumple con otras funciones por ejemplo: regula el apetito, causa la sensación de saciedad, controla la temperatura corporal, regula el apetito sexual, controla la actividad motora, la percepción y la función cognitiva.

Junto a otros neurotrasmisores, la serotonina, la dopamina y la noradrenalina, en desequilibrio, son los que  participan en los mecanismos que desatan la ansiedad, el miedo, la angustia y la agresividad. También regula otras hormonas como la melatonina, esta tiene entre sus funciones como la regulación de los ritmos circadianos, entre ellos, el sueño.

A la serotonina también se le conoce como la hormona de la felicidad, debido a que cuando aumentan sus niveles en los circuitos neuronales genera una sensación de bienestar, ayudando a los procesos de relajación, aumenta la concentración. Todo ello incide en el aumento de una adecuada autoestima; el 95% de la serotonina circulante en el organismo  se genera en el intestino.

Nuestras emociones o pensamientos están comunicados con el intestino, por ejemplo:

La sensación que en situaciones de estrés provoca tener el conocido “nudo en el estómago” o las famosas “mariposas” en el estomago cuando se está enamorado, también los procesos de diarrea o estreñimiento cuando se está bajo circunstancias que causan displacer.

En este sentido es necesario saber que para producir la serotonina, nuestro organismo necesita de una sustancia llamada triptófano que no la produce el cuerpo, sino que  debe ser ingerido a través de los alimentos como son:

1.- Huevos.

2.- Lácteos.

3.- Cereales integrales.

4.- Arroz.

5.- Pollo.

6.- Pavo.

7.- Plátanos.

8.- Leguminosas, entre otros.

También se pueden incrementar los niveles de serotonina con la práctica regular de ejercicio físico, técnicas de relajación, la disciplina del yoga, caminatas al aire libre, viajes, crear y realizar nuevos proyectos, tener un hoby, todo lo anterior aumenta la producción de serotonina de manera que es parte del tratamiento para combatir los estados de ansiedad.

Existen datos que los hombres generan un 50% más de serotonina en comparación con las mujeres, es por ello que generalmente somos las mujeres las que experimentamos con mayor intensidad el descenso o aumento de este neurotrasmisor.

Existen factores que alteran la producción de serotonina, por ejemplo:  una dieta pobre en triptofános, el estrés, cambios hormonales y la diabetes, son algunas de las causas del decremento de este importante neurotrasmisor.

Los niveles bajos de serotonina están asociado a patologías mentales como la ezquizofrenia, los trastornos de la atención e hiperactividad (TDAH o TDE), trastornos de  ansiedad, depresión, trastorno obsesivo- compulsivo, agresividad e insomnio.

Cupo toda la luna

Estudios realizados en la Universidad de Georgetown, observaron que la composición bacteriana de los roedores se ve alterada después de un daño cerebral. Este experimento demuestra la conexión entre los ictus (pérdida del flujo de sangre en una parte del encéfalo, que daña a este tejido) y la flora intestinal.

El microbioma es el conjunto de microorganismos que viven en el tracto intestinal (flora intestinal). Estudios recientes han verificado que la importancia del microbioma se debe a que cualquier alteración en el equilibrio en ese ecosistema puede producir la disbiósis intestinal.

Cuidar de la flora intestinal, puede ayudar al cerebro a recuperarse más rápido de las lesiones cerebrales  y a reducir estados de ansiedad y depresión postraumática.

Otros estudios demuestran que el 95% de los niños que padecen trastorno de déficit de atención e hiperactividad (TDAH o TEA) , tienen problemas digestivos.

Seguir una buena alimentación, servirá en el bienestar general, generando estados emocionales positivos, como la alegría, aprender a instaurar hábitos saludables  en nuestro estilo de vida.

Los hábitos se crean por repetición, si queremos hacer cambios significativos es importante saber que las emociones que afectan nuestra salud se pueden  trasformar a través de la disciplina de la auto-observación, lo cual es parte de la Inteligencia Emocional y la resilencia que es la capacidad de recuperarse ante eventos adversos.

Cuando las emociones afectan los estados anímicos de manera negativa, en ocasiones se puede experimentar la necesidad por comer algo dulce u otros “alimentos” o sustancias poco saludables, llegando a pensar que es lo que necesitamos en dichos momentos. Lo más conveniente es observar y analizar cómo está nuestra digestión, revisar lo que estamos ingiriendo y que puede estar afectando los niveles de serotonina.

Regular nuestros hábitos alimenticios  ayudará de manera significativa a nuestra salud física y sobre todo la mental.  Una de las sugerencias que dan los especialistas es darle a nuestro sistema digestivo, en principio, por ejemplo: descanso por algún tiempo de trigo, azúcar, lácteos, alcohol y alimentos procesados.

Incluir una dieta en alimentos rica en triptofános como el aguacate, los plátanos, nueces,  semillas de calabaza, cúrcuma,  huevos,  pollo, pavo, leguminosas, entre otros.

Nuestra salud mental, empieza por cuidar lo que comemos. Si la digestión no trabaja de manera adecuada, se reflejará en el estado de ánimo del o las personas.

*Lic. En terapia de Comunicación Humana.

Consultora y Comunicadora en Semiología de la Vida Cotidiana.

Consultoría Educativa