Refugiados: ¿perdimos la compasión?


El éxodo de alemanes tras la Segunda Guerra recibió mejor trato que las víctimas actuales

 Robert Fisk/La Jornada/ The independent

La Gran Muralla China, las murallas de Roma y de toda ciudad medieval, la Línea Sigfrido, la Línea Maginot, el Muro Atlántico: las naciones –imperios, dictaduras, democracias– han usado toda cadena montañosa, todo río, para rechazar a ejércitos extranjeros. Y ahora los europeos tratamos a las masas de pobres y hacinados, a los verdaderos inocentes de Siria e Irak, de Afganistán y Etiopía, como si fueran invasores extranjeros decididos a saquear y subyugar nuestra soberanía, nuestra identidad, nuestra tierra verde y placentera.

fisk ni+¦os victimas del rechazo

Alambrada de púas en la frontera húngara. Alambrada de púas en Calais. ¿Acaso hemos perdido la única victoria que obtuvimos en la Segunda Guerra Mundial: la compasión?

Puesto que nuestra frase hecha más reciente es decir al mundo que la “crisis” de refugiados es la más grande desde esa guerra, recordé cómo respondió Winston Churchill ante las columnas de refugiados alemanes que huían a través de las nieves de Europa oriental en 1945, frente al avance del vengador Ejército Rojo. Eran, tomémoslo en cuenta, los civiles del Tercer Reich, los que habían llevado a Hitler al poder y se habían regocijado con los bárbaros genocidios y las victorias militares de la Alemania nazi sobre naciones pacíficas. Eran el pueblo de una nación culpable que avanzaba con ánimo desfallecido hacia un destino incierto.

fisk   trabajadores en la entrada  del tunel del canal de la mancha

Habían pasado años desde que leí la carta que Churchill escribió a su esposa, Clementine, en el camino a la conferencia de Yalta, en febrero de 1945. Pero volví a leerla este fin de semana, y he aquí la sección clave: “Me siento libre de confesarte que mi corazón se entristece por los relatos sobre las masas de mujeres y niños alemanes que huyen sobre los caminos por todas partes, en columnas de 60 kilómetros de largo hacia Occidente, delante de los ejércitos que avanzan. Estoy del todo convencido de que se lo merecen, pero eso no se lo quita a uno de la vista. La miseria de todo el mundo me abruma y temo cada vez más que puedan surgir nuevas luchas de aquellos a quienes hoy estamos acabando”.

Churchill habría llamado “magnanimidad” a ese sentimiento. Era compasión.

De manera increíble, es Alemania –la nación de la que decenas de miles de refugiados huyeron antes de la Segunda Guerra Mundial, y de cuyos ejércitos escapaban por millones una vez que empezó el conflicto– el destino que hoy eligen los cientos de miles de personas que se arraciman en el viaje a Europa. La generosidad de Alemania refulge como un faro junto a la respuesta de Dave Cameron y sus amigos. ¿Será que nuestro primer ministro nunca leyó a Churchill? ¿O leyó demasiado a Tennyson? Le gusta citar una línea del Ulises de Tennyson –“Luchar, buscar, encontrar y no ceder”– que se inscribió en un muro de la villa de los atletas en los Juegos Olímpicos de Londres en 2012. ¿Pero tal vez, me pregunto, también disfrutó el soneto favorito de Tennyson, Montenegro, en el que nuestro laureado poeta victoriano se regocija con los “guerreros (montenegrinos) que golpean al enjambre/de islamitas turcos”? Buena palabra, “enjambre”. “Buena como principio, pero mala como etiqueta”, como el propio Churchill advirtió en un mensaje a Hitler anterior a la guerra, con respecto al desprecio que el Fuhrer mostraba hacia otro pueblo inculto.

FISK  LA FOTO...    foto SEGUNDA PRINCIPAL

Hace más de 30 años, en Jerusalén, conocí a ese príncipe de los periodistas, James Cameron. Él había defendido mis notas sobre Irlanda del Norte –y por ello, claro, era mi héroe–, pero él, como Churchill, era un hombre de gran compasión. Pensé en él hace no mucho tiempo, cuando me quejaba de otro grupo de jóvenes refugiados ferales sirios que me habían seguido por una calle de Beirut. Hace casi 40 años Cameron informaba para la BBC sobre otra flota de refugiados que buscaba la salvación en embarcaciones precarias.

“Fue una convención periodística deshonesta llamar ‘gente en botes’ a los refugiados vietnamitas”, escribió en su guión, “que tenía un sonido casi confortable, como de personas en un viaje de placer. Los refugiados… son fugitivos, gente que huye, víctimas, los perdidos y abandonados… refugiados judíos, árabes, indios, paquistaníes, rusos, coreanos, de Bangladesh”. Cameron evocó a los hugonotes que huyeron de Gran Bretaña en el siglo XVII, y a los perseguidos judíos que escaparon de Europa oriental a Estados Unidos en la década de 1900.

Y entonces Cameron se acercó a un momento como los de nuestro primer ministro. “En aquellos días el mundo era un lugar más o menos vacío; había espacio casi en todas partes para el forastero sin hogar. Todos los lugares donde un extraño podría querer refugiarse están ahora sobrepoblados y ya tienen sus propios problemas”. Y algunos refugiados “son ambiciosos, algunos están salvando el pellejo, otros siguen al rebaño. Pero aún no encuentro a un bebé refugiado que haya salido de su casa por otra razón que porque tenía que hacerlo”. No hay un “mandato divino”, sostenía Cameron, “que diga que uno debe permanecer donde nació”.

¿Acaso los seguidores de Moisés no fueron refugiados, como siguieron siéndolo durante dos mil años, “hasta que remplazaron su éxodo con el de alguien más”? Una ironía única de nuestra tragedia actual es que un navío irlandés ha estado salvado la vida a miles de refugiados náufragos a unas cuantas millas de la costa libia. Hace siglo y medio el éxodo irlandés por la hambruna arrojaba a sus refugiados en las costas de Canadá, con barcos atestados de hombres, mujeres y niños que morían o habían muerto de tifus, y fueron recibidos con compasión… pero también con miedo de que la peste contaminara a la población de las Provincias Marítimas canadienses.

FISK  MIGRANTES EN ESTACION DE TREN DE BUDAPET

Correspondió a Pól Ó Muirí, el editor en lengua inglesa de The Irish Times, cuyo padre fue un trabajador migrante de la construcción en Gran Bretaña, resaltar la semana pasada cuántos irlandeses ayudaron a construir el túnel del Canal de la Mancha, y cómo hoy día “los migrantes están del otro lado, intentando pasar”.

Sí, “algo se tiene que hacer” acerca de los refugiados, concedió retóricamente Ó Muirí. Pero entonces –y, puesto que me encanta la gran escritura, tienen que aguantarse conmigo– añadió: “Todo este asunto infunde un poco de temor, toda esa gente que se arroja a las vallas en la boca del túnel que los de Donegal ayudaron a construir… Pero cuando la cámara hizo un paneo hacia atrás para mostrar hombres de pie que observaban, con toda la dignidad de la que podían hacer acopio, de pronto me di cuenta de que veía… a mi padre en Inglaterra… ¿También ustedes vieron a su familia en esos rostros? Miren un poco más de cerca. No tengan miedo”.

Como dicen, la necesidad no conoce ley. La compasión tampoco.

© The Independent

Traducción: Jorge Anaya

FISK    Abdullah Kurdi  LLORANDO

Doloroso sepelio de Aylan Kurdi, su hermanito Galib y su mamá

La fotografía que conmovió al mundo hizo reaccionar a mandatarios de la UE.

El desolado Abdullah Kurdi rechazó invitación oficial para radicar en Canadá.

Mecanismo permanente y obligatorio en la UE repartiría a refugiados entre países miembros.

 Agencias

Desolación e intenso dolor fueron el marco de una despedida impensada para Abdullah Kurdi. Su hijo Aylan, el niño sirio-kurdo de tres años, cuya muerte durante el traslado en bote de Turquía a Grecia se convirtió en un símbolo de la tragedia de los refugiados de Oriente Medio, fue enterrado el pasado jueves  en su ciudad natal de Kobani, en el norte de Siria, junto a su hermano Galib y la madre de ambos.

FISK SEPELIO DE LA FAMILIA KURDI

Los cuerpos de los tres fueron trasladados la noche anterior  a Estambul por una compañía área turca y de allí trasladados por la mañana a Sanliurfa, en el extremo sur de Turquía. Desde allí, fueron llevados a Suruc, una ciudad fronteriza con Kobani, bajo estrictas medidas de seguridad y acompañados por Abdullah, que finalmente desistió de radicarse en Canadá, donde vive una tía de la familia, aún habiendo sido invitado oficialmente por las autoridades de ese país.

En el lugar, según reportaron varios periodistas locales a la agencia EFE, había oficiales del departamento turco de Inmigración y psicólogos que acompañaron al padre, además de vehículos policiales que escoltaron el convoy hasta el paso fronterizo de Mursitpinar. A partir de ahí, los cuerpos abandonaron Turquía para seguir hasta Kobani.

Abdullah, quien había declarado horas atrás que «sus hijos se le resbalaron de las manos», agradeció a las autoridades turcas su ayuda y se limitó a decir que estaba «muy triste».

«Como padre que ha perdido a sus hijos, lo único que quiero es que se acabe este dolor y se acabe la guerra en Siria», manifestó, según reportaron las agencias EFE y AP.

Algunos diputados turcos de los principales partidos en la oposición, el Partido Republicano del Pueblo (CHP) y el Partido Democrático de los Pueblos (HDP), acudieron al entierro en Kobani, acompañando al convoy.

FISK   AYLAN   Kurdi Y SU HERMANO GHALEB DE 5 A+æOS QUIEN TAMBIEN SE AHOGO

REACCIONES DE MANDATARIOS

No fue sólo una foto. Fue un electroshock. La imagen del pequeño Aylan arrastrado a una playa turca por las aguas del Mediterráneo tuvo el efecto de un tsunami que estremeció al mundo y obligó a los responsables políticos a tomar posición sobre el drama de la migración en Europa, que comienza a alcanzar proporciones bíblicas. Los optimistas piensan que esa foto, que ya se ha convertido en un ícono, será capaz de cambiar la mirada del mundo sobre esa tragedia humana.

«Si esa imagen conmovió al mundo, también debe mover a todas las responsabilidades», declaró ayer el presidente francés, François Hollande, visiblemente afectado por la escena del cuerpo sin vida de ese pequeño sirio de tres años que, junto a su familia, sólo intentaba huir de la guerra.

En pleno caos inmigratorio y una división cada vez más profunda entre los miembros de la Unión Europea (UE), Francia y Alemania propusieron ayer la instauración de un «mecanismo permanente y obligatorio» de repartición de refugiados entre los 28 miembros del bloque.

Según Hollande y la canciller Angela Merkel, el proyecto estaba en preparación desde hacía días. Sus colaboradores reconocen que la consternación general desatada por esa imagen precipitó el anuncio.

Ambos dirigentes consideran en todo caso que, al término de un verano boreal marcado por el flujo cada vez más intenso de refugiados que llegan a las puertas de Europa, la situación ha cambiado y es imprescindible tomar medidas.

FISK   Abdullah Kurdi   CON SUS HIJOS