Priorizar salud sobre política en el mundo


José Murat*
La pandemia del Covid-19 no cesa, no detiene su avance vertiginoso en el mundo, y contra el más elemental sentido común no se percibe aún un frente común global ni tampoco al interior de los países: la politización y los intereses de corto plazo se imponen sobre las causas de fondo, el derecho a la salud, el rescate de las economías y la recuperación de los propios equilibrios naturales del planeta.

La llamada peste del siglo XXI ya contaminó a los cinco continentes; ya tocó a los países industrializados, a las economías emergentes y a las naciones rezagadas; ya imprimió su nefasta huella en los países situados al norte de la latitud 22 y por debajo de ella, climas fríos, tropicales y templados; ya pasó de oriente a centro y luego al occidente; en la numeralia del terror, la cifra de contagiados oficiales ya rebasó los 4 millones y medio, y la de muertos superó los 310 mil.

Lo único que no ha tocado la pandemia es la conciencia universal, un dimensionamiento claro y compartido de la gravedad del fenómeno, y la necesidad imperiosa de hacer un frente común, nacional e internacional. Los torneos de vencidas, para ver quién se lleva la mejor parte en sus cálculos políticos y mercantilistas son la constante en el continente y en ultramar.

Basta hacer una revisión somera en el mundo para confirmar que las actitudes facciosas e interesadas siguen prevaleciendo sobre las de la responsabilidad colectiva, cívica y humana. En la Gran Bretaña, con el segundo lugar en decesos y el tercero en contagiados, el primer ministro Boris Johnson, con triunfalismo apresura la reapertura de actividades económicas y relaja el confinamiento, al tiempo que en su arrogancia arremete contra sus opositores políticos.

En España, en lugar de apoyar los denodados esfuerzos del presidente socialdemócrata Pedro Sánchez para abatir la enfermedad y un retorno a la normalidad con el menor riesgo posible, el ex presidente José María Aznar y la ultraderecha denuestan a su gobierno, con la mirada puesta no en el objetivo loable de salvar vidas o sanear la economía, sino en el afán crudo y llano de recuperar el poder.

En Italia, compitiendo con la Gran Bretaña y con Rusia por el número de contagios, igualmente la divisa no es la articulación de esfuerzos por la salud y la reanimación de la economía, sino el golpeteo político entre las fuerzas que detentan el poder y sus adversarios, con sus propios frentes internos en un lado y en otro.

En Rusia, de un inicio lento se pasó a un crecimiento exponencial de la pandemia, y hoy este país se ha situado como el segundo del mundo por el número de contagios, con más de 270 mil, ante la subestimación original del gobierno del pre-sidente Vladimir Putin del tamaño de la amenaza.

En Alemania, ya con una reducción sustantiva, pero no total del ritmo de los contagios, el gobierno de la canciller Ángela Merkel recibe la presión de sectores económicos y políticos para una apertura más rápida y generalizada de las actividades económicas.

Aquí en el continente, el gobierno del presidente Donald Trump no tomó las medidas de previsión que aconsejaba la experiencia internacional, perdiendo semanas determinantes para atemperar la espiral de contagios. Hoy, con la pandemia descontrolada, encabezando el número de afectados y muertes en el mundo, distribuye responsabilidades en otros actores políticos y en otras naciones, todo con la mirada puesta en las próximas elecciones presidenciales.

En Brasil, el gobierno ultraderechista de Jair Bolsonaro observa cómo la pandemia se expande mientras insiste en caminar en contra de las medidas sugeridas por la OMS y aplicadas universalmente. En su exaltación, a la remoción temprana de su secretario de salud, partidario de las medidas sanitarias de confinamiento, ha sumado un enfrentamiento abierto con los gobiernos estatales y de las principales ciudades, sensibles a las medidas sanitarias.

En los demás países de América Latina tampoco se observa una estrategia de primacía de los objetivos de la salud, la economía y el medio ambiente, pues no se observa una actitud de unidad en lo fundamental, sobre todo en circunstancias de adversidad, como sugería en el México del siglo XIX el liberal don José María Luis Mora, a propósito de la invasión estadunidense y las interminables pugnas internas.

En el mundo entero, y México no escapa a esta tendencia, no parece claro si lo que pretenden algunos sectores económicos y políticos es abonar a una estrategia común, a un frente amplio por la salud y la reanimación del aparato productivo, o es socavar los esfuerzos gubernamentales para enfrentar el desafío sanitario y sus implicaciones en los demás ámbitos de la política pública.

En suma, el crecimiento desmesurado de la pandemia del Covid-19 es un llamado a todos los gobiernos y a todos los actores representativos nacionales e internacionales a que cese la politización, la lucha por las parcelas de poder, para crear una gran fuerza de conten-ción, unitaria y en este aspecto monolítica, en favor de la salud, la recuperación económica y algo que las mentalidades cortoplacistas a menudo olvidan: la viabilidad de nuestra casa común, que es el planeta.

* Presidente de la Fundación Colosio