Política (ingobernable) inconfesable: Responsabilidad histórica


Rodrigo Villar

La condición de más pobreza y marginación, con una deuda histórica convertida en un despropósito inadmisible, heredados por Gabino Cué Moenteagudo y su runfla de delincuentes –incluído por encima de todo el corrupto Jorge el coco Castillo- deberán ser castigados con todas las herramientas legales que tiene a su alcance el gobernador Alejandro Murat Hinojosa.

El joven gobernante tiene en sus manos lo más importante, el respaldo inicial de la población y de diversos sectores económicos y sociales de Oaxaca. Esa es la principal carta que debe sacar desde el inicio de su mandato.

En los dos anteriores gobiernos, de los ominosos Ulises Ruiz Ortiz  y Gabino Cué, el pueblo también confió y les brindó su respaldo. Ese apoyo, pronto, muy rápido se diluyó porque ambos sujetos desperdiciaron -anteponiendo sus intereses personales a los de la mayoría- esa fortaleza popular.

Tan sólo un simple ejemplo que no debe olvidarse: el ex gobernador José Murat heredó a Ulises Ruíz una deuda de  500 millones de pesos –después que Diódoro Carrasco le dejó al ex gobernador Murat una deuda de ochocientos millones de pesos-, y fue Ulises quien fuera de control por su desaforada ambición le dejó a Gabino un endeudamiento de más de ¡seis mil millones de pesos!. Y ahora el inefable Gabino le deja el papelón a Alejandro Murat, por más de ¡¡¡21 mil millones de pesos!!!

Esos datos duros, los que son hechos concretos, nos deben conducir como ciudadanía a razonamientos políticos de demanda de honestidad y transparencia respecto a las autoridades. Y lo grave es que a pesar de la gravedad de la deuda, en este caso, poco nos ha importado a la hora de exigir que los integrantes del gobierno deben dar cuentas a quienes son sus jefes y patrones: los ciudadanos.

Si ejerciéramos una pizca de nuestros derechos ciudadanos y nuestras prerrogativas políticas Oaxaca sería otro estado, pues se incorporaría al ejercicio del poder, la participación del pueblo en las decisiones de nuestros empleados, es decir, los gobernantes.

Desde este espacio se ha pugnado por la urgencia de cambiar nuestras expectativas como ciudadanos oaxaqueños.

Hasta hoy la gran mayoría alienada ha ocupado un papel de cuarta en el ejercicio de la política.

Es en ese sector ignorante de la política y sus repercusiones en nuestras vidas, en el que los empoderados en el poder han descansado para emprender sus trapacerías que hoy nos tienen postrados en la pobreza, el desencanto y la incredulidad en los políticos.

Por esa razón se advierte que el nuevo gobierno, que inició apenas el pasado jueves deberá limpiar de corruptos cualquier posición en la que éstos se encuentre, y al interior del gabinete castigar de manera oportuna la más mínima desviación que se pueda presentar.

No hay jauja, ni menos la posibilidad de imaginar que en el gobierno de Alejandro Murat, algunos de sus colaboradores pueda hacer mal uso de los recursos públicos, y con ello el plan de los oaxaqueños sea real por salir adelante con otra visión de futuro, a pesar de las dificultades económicas externas que ya se lanzan sobre el país.

El escenario no es el mejor para sacar las mejores condiciones de un pueblo como el oaxaqueño, pero sin duda un capítulo histórico como el actual, incidirá como acicate para que el gobierno se eleve con visión de Estado se responda a las enormes demandas que se han postergado con falsas promesas e inadmisibles actos de corrupción.

Ahora toca documentar todos los actos de corrupción en que incurrió el gobierno saliente de Gabino Cué, y que no tiemble el pulso para optar por el castigo que seguramente recaerá en un hombre como el ex gobernador, con ausencia de probidad a la hora de cometer fechorías incalificables: el robo en despoblado a una sociedad hambrienta de justicia.

Por supuesto lo que no estamos dispuestos a tolerar como ciudadanos es el enriquecimiento brutal de los funcionarios y sus familias.

Nuestra historia se ha levantado así, observando cómo sobre las cenizas de un pueblo pisoteado se levantan grandes fortunas que son tan evidentes y contrastan con la lamentable realidad de pobreza, que ya no sólo se encuentra en nuestras poblaciones serranas o istmeñas, sino que ya se encuentra esparcida, como escenario cotidiano, en nuestra capital.

Esperamos que cuando concluya su mandato saquemos el pecho y expresemos: Gracias.

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