Política Inconfesable: Urge la transición, ya…


Rodrigo Villar

El resultado de la elección para gobernador y Congreso en Oaxaca significó para Gabino Cue Monteagudo el mayor y contundente golpe a un régimen de fechorías y estafas al pueblo. Sí, a un pueblo pobre, destinado en la cabeza de un sector de poderosos, al ostracismo y la sumisión milenaria.

Cuando se presentó ante los oaxaqueños como el candidato que tenía el apoyo de Andrés Manuel López Obrador, Gabino tenía un trecho avanzado en el camino del triunfo electoral. Y más aún porque se enfrentaba a un gobierno corrupto, violento y desleal encabezado por Ulises Ruiz Ortiz. Y las estrellas se le alinearon aún más porque como contendiente tuvo a Eviel Pérez Magaña, conocido como Eviel Pérez Meengaña.

Así, el flamante Gabino llegó al poder, catapultado por un personaje central y polémico como López Obrador, y barriendo las cenizas que dejaron las torpezas y truculencias del chacal de Chalcatongo, Ulises Ruiz Ortiz.

Y aquello quedo para la historia y el anecdotario. Durante seis años este gobernador, al que no se le puede creer nada porque miente y escamotea los acuerdos, protegió y formó parte de una red mafiosa dedicada a expoliar las finanzas y las posiciones de poder, en perjuicio de los más desventurados y pobreza. Es decir los más pobres entre los pobres.

Hoy están dejando un estado en ruinas. En el terreno moral, en el ejercicio de la política pública, en la caja (las finanzas), en el cinismo de políticos y sus respectivos partidos. En una palabra un desastre.

Este gobernador pasará al recuerdo por su negligencia, su incapacidad de conducir el gobierno, porque no le pasó por la imaginación –siquiera- que debía cortar la cabeza de la serpiente corrupta que se anidó en el seno de las decisiones de su administración.

Esos grupos, el de Gabino Cue y el del chacal del Chalcatongo, exprimieron de la sociedad oaxaqueña la posibilidad de creer en que el futuro puede mejorar. Llegaron para servirse, para hartarse, para llenarse las alforjas, para fortalecer a un grupo de privilegiados, ¡que ningún privilegio deberían tener!, porque el derecho y la justicia que aplica para ellos tiene que aplicar para todos, los hoy más desprotegidos.

Ahora, con la derrota infringida por el PRI y su joven y prometedor candidato Alejandro Murat Hinojosa, se perfila un futuro con respuestas a los grandes y pronunciados problemas del estado.

El futuro gobernador en sí, se nos presentó como la posibilidad manifiesta de enfrentar el atraso de Oaxaca, con propuestas audaces, proyectos de los que no habíamos escuchado en materia de infraestructura, de desarrollo social, de combate a la pobreza sin medidas paliativas, son con acciones que profundicen en el cáncer social que tiene a miles y miles de personas en condiciones gravísimas.

Lo que es innegable es que los oaxaqueños no queremos más funcionarios corruptos, irresponsables, ignorantes de lo que es Oaxaca, de su gente, de sus tradiciones, de su amplia y orgullosa cultura, de sus valores éticos y morales.

Sabemos que el próximo gobernador no permitirá ningún escarceo de sus funcionarios con actitudes y acciones dolosas para el interés general. Vaya, que no aceptará ningún acto corrupto que lo ponga a él en entredicho, porque todos sabemos que en los anales de la historia política de México lo que prevalece es el nombre y apellido del gobernador.

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De la memoria colectiva desaparecen los nombres y apellidos de los funcionarios que forman parte de los gobernadores. Seguro estoy que para Alejandro Murat no habrá concesiones que beneficien a funcionarios cercanos o amigos que incumplan con la tarea primordial de aquellos que gobiernan: propiciar el beneficio y desarrollo colectivo, sin ningún acto de exclusión.

Ya esperamos el cambio. Y este ha de sucederse, seguro estoy que tras una consciente y amplia planeación. Que los hombres que acudan a la convocatoria de Alejandro Murat sean los mejores, aquellos que podrán garantizarle integridad, profesionalismo, lealtad y certeza.

La transición es conducida por el mismo gobernador electo. Ahí está aplicando su experiencia –que a pesar de ser tan joven, es cuantiosa-, para que no le dejen un estado en ruinas, ni desfondado en el terreno económico-financiero.

De eso sabe mucho, así que estemos tranquilos, porque, en mi caso tengo esperanza de que para Oaxaca habrá de llegar un nuevo horizonte de trabajo, honestidad y abatimiento de la corrupción.

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