Política inconfesable : Regreso a clases


El regreso a clases

Rodrigo Villar 

El encierro tiene harto a los niños

El ciclo escolar 2021-22 ha de iniciar en la última semana de este mes, no por decreto del presidente Andrés Manuel López Obrador, la razón fundamental es la urgencia de iniciar la reconstrucción del tejido social que se ha dañado durante casi año y medio de parálisis, propiciada por la pandemia de Coronavirus, cuyo origen aún se desconoce por la mayoría de los habitantes del planeta tierra.

La impartición interpersonal de la enseñanza constituye uno de los hilos esenciales de la comunicación entre los seres humanos.

Se ha dirimido en el escenario público, tanto por quienes se oponen al gobierno federal, como por aquellos que le respaldan sin límite, que el riesgo intrínseco en el contagio de Coronavirus tendría que ser razón única para impedir que los infantes retornen a las aulas, o por el contrario qué si el presidente López Obrador ordena el inicio de las clases, contiene una alta dosis de certeza científica, a la que no se le puede reprochar.

También ya se apunta con dedo flamígero al tabasqueño, desde los sectores que lo detestan y observan en él a un personaje autoritario, como el responsable de las muertes que puedan sobrevenir entre las niñas y los niños que acudan a clases.

La interacción es necesaria

Se le reprocha que no atiende los datos reales de la pandemia, que ha descuidado las acciones que deberían realizarse para contrarrestar el cuarto lugar mundial en número de muertes, por cada cien mil habitantes, o también que ha perdido la razón, y sus determinaciones solo atienden a ganar simpatías y aliados en los sectores más pobres del país, donde dispersa cientos de miles de millones de pesos, a través de sus programas sociales.

Ese futurismo contiene una altísima dosis de desprestigio político e intención de hacer deño a la figura de López Obrador, como presidente, y carece de sentido y de objetividad.

Como se comentó la interrelación que se genera entre alumnos y profesores, entre compañeros y amigos, y éstos con la figura de autoridad de los mentores, es sustantiva para el desarrollo social. Nada puede sustituirlo, ni siquiera las relaciones que en cada hogar se establece entre padres e hijos –exceptuando aquellas que son dañinas y cargadas de actos de violencia-, porque ayudan a conformar un mosaico de comunicación, el cual engrana en sus vínculos con las normas y leyes, que en cada país o región del planeta establecen las autoridades.

No es una obsesión pensar o determinar en algún momento, que los alumnos deberán acudir a sus aulas, porque en el proceso de crecimiento de los infantes, la vinculación y las relaciones que se desarrollan día a día determinan el tipo de persona que habrá de madurar en los años siguientes.

En el año y medio que ha transcurrido la responsabilidad de encauzar el conocimiento y aprendizaje de los niños, ha recaído entre sus familiares. La mayoría de esos adultos carece de capacidad y del conocimiento que dé cauce al desarrollo intelectual de los alumnos.

En México el nivel educativo de los adultos es de lo más lamentable porque en promedio se tiene un sexto de primaria de conocimiento.

Los chicos extrañan la convivencia

Cómo pueden los adultos que ahora fungen como guías en el proceso de aprendizaje y enseñanza, infundir las bases, por lo menos esenciales, de ciencia, historia, filosofía, matemáticas. Este es un escenario ominoso por donde se le quiera ver.

Por ello si bien no se comparte el trato y los modos del gobierno federal para llamar al regreso a clases, sí se entiende la urgencia de que los alumnos se presenten para tener interacción, porque se está liquidando lo esencial. que es la capacidad de sorpresa que los seres humanos podemos tener.

Los niños de ahora son el retrato de lo que somos. Pretender que continúen encerrados en cuatro paredes, con sus graves problemas de identidad, de depresión, de angustia, soledad, de las acciones violentas tanto física como mentalmente de sus padres contra ellos, redundará en una descomposición social que no está lejana, a ponernos en jaque como pueblo.