Política inconfesable : Los pasos del Presidente López Obrador…


El presidente Andrés Manuel López Obrador

Rodrigo Villar

Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos

Han transcurrido tres años del gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Asegura haber dado respuesta a noventa y ocho de los cien compromisos que asumió en su campaña electoral del año 2018, restándole encontrar a los estudiantes de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa, y la conclusión de una autopista en el norte del país. Ha resultado a todas luces polémico. Sus detractores lo acusan de autoritario y omiso. Y del lado contrario, la base popular que aún mantiene pondera su confrontación abierta con la cultura de la corrupción que a lo largo de medio siglo empobreció al país, y dio al traste con las expectativas de millones de familias por alcanzar un mejor futuro con seguridad y respeto a los derechos humanos.

El presidente López Obrador consiguió inscribir en el inconsciente colectivo la urgencia de construir un país más igualitario porque el ingreso de la enorme mayoría de personas, que resulta menor, incluso qué en los países de Centroamérica, contrasta radicalmente con las desorbitadas ganancias de un pequeñísimo grupo de personas (empresarios, políticos y un sector emergente de nuevos ricos), que enarbolan en el escenario mundial uno de los mayores desequilibrios sociales.

Los primeros tres años de López Obrador al frente del país, significan un cambio. ¿Para bien o para mal?, aún lo desconocemos. A sus ojos lo que ha conseguido significa el cimiento de lo que ha llamado la Cuarta Transformación, porque desequilibró el andamiaje institucional de corrupción, tráfico de influencias, defensa de intereses de grupo o particulares, imposición de políticas públicas que prohijar la pobreza y la desigualdad como instrumentos de control.

Combate a la corrupción

Se pretendía que mientras más empobrecida se encontraran las personas, más posibilidades de conducir la política en beneficio de unos cuantos, mantendría un esquema circular que no tendría conclusión. Fue un manejo estudiado y aplicado con habilidad por parte de políticos al servicio de los grandes intereses económicos. Se les ofrecía pertenecer a cambio de pequeñas participaciones que los integraran a los círculos cercanos elitistas de la burguesía nacional, vinculada a los sectores de control global.

López Obrador con sus aversiones, diferencias o abierta oposición a la trama de control del poder, se salió del molde del político tradicional, que llega al poder, se instala ahí, y negocia el estatus quo. Eso desentonó con ochenta años de un poder enquistado, no solo en las esferas de la elite, sino en la conciencia nacional que consideraba lo irracional de la corrupción y sus secuelas de  mayor pobreza, como la normalidad, social, económica y política.

Ahí el diferendo entre el presidente mexicano y los grupos privilegiados. También ahí el punto de quiebre, generado por el hartazgo de la mayoría de la población pobre, que optó por una propuesta distinta que por lo menos avizoraba un cambio. De qué tipo de cambio se trataba, tampoco nadie podría preverlo.

Sin duda, en el entramado de ideas y circunstancias que determinaron la llegada de un presidente distinto a aquellos que enarbolaban la reproducción del sistema, se fundó en un mensaje claro: colocar en el debate nacional la  prevalencia de la corrupción como el núcleo del desastre nacional que tiene que ver con la inseguridad y sus garrar, los bajos salarios que significan un injusto reparto de la riqueza, el decaimiento de los servicios de seguridad social, entre ellos el de la atención médica, el abandono de las actividades agropecuarias –que nos han llevado a depender en materia alimentaria del exterior-, la pobre e insuficiente educación, el dominio de la información chatarra en las redes sociales y los medios de comunicación, y la apertura, sin medida a la privacidad, necesaria en el ámbito individual, contenida en las redes sociales.

Pobreza en México

Los mexicanos que respaldamos la propuesta de López Obrador, dimos un salto a lo desconocido. Se decidió votar –como única herramienta decisoria- por aquello que significara algo distinto. Concientizar la propuesta lopezobradorista como una Cuarta Transformación, no tenía eco. Si aún (tres años después) muchos no sabemos a ciencia cierta a dónde nos conducirá esa Cuarta Transformación, lo que sí preveíamos era que estaríamos determinando nuestro voto por algo que se alejara de la burda historia de mentiras que tejieron los partidos y sus secuaces (políticos) durante ocho décadas.

La historia de la catástrofe nacional, tiene miles de decenas de autores: aquéllos que contribuyeron al empobrecimiento de muchas más personas y familias; aquéllos que participaron en grandes actos o por mínimos que fueran, de corrupción, de enriquecimiento inexplicable y de tráfico de influencias.

La trama, en la que López Obrador y su promesa de cambio se desarrolla, advierte dificultades, aún mayores de los pasados tres años. El sistema, ese gran espécimen, está herido. Sin duda la emprenderá con rudeza poco imaginable, contra aquello que pretenda herirlo de muerte. Hay que ser incrédulos en cualquiera de los terrenos en los que nos encontremos: de uno, no asumir como verdad universal las promesas transformadoras, y del otro, rechazar las advertencias de una caída, sin fin a terrenos pedregosos de los que resultaría difícil remontar.