Política Inconfesable: Futuro indeseable…


Rodrigo Villar

La realidad que vivimos en México –la misma que se vive a nivel global- se integra por una multiplicidad de factores de índole social, económico, político, histórico y antropológico. Y su conjunción propicia contradicciones que motivan cambios en la forma de vida de los pueblos. Sobre todo ahora que se ha invocado en todas las esferas la caída del sistema económico de corte neoliberal, es necesario que nuestras reflexiones diarias nos conduzcan a cuestionarnos la posibilidad de preservar nuestra cultura y formas de relacionarnos.

Especialmente en México, convertido en el patio trasero de la economía más grande del mundo (Estados Unidos), esas contradicciones a las que apelo arrojan niveles de pobreza intolerable, una distribución de los ingresos que no resiste el mínimo análisis, siempre favoreciendo a una clase acomodad y groseramente enriquecida que desprecia a la mayoría, la gran mayoría de desarrapados.

Y esos millones y millones de pobres tienen un problema capital que nadie ha querido enfrentar: perciben salarios de hambre que no son suficientes, en la gran mayoría, para incorporarse al mercado de los bienes y servicios. Es decir no tienen acceso a aquellos productos que ellos mismos manufacturan.

Si los salarios son de risa, e insuficientes para los mexicanos más pobres, resulta perogrullada pretender que vivan en condiciones mínimas de dignidad.

Y esto es lo que nuestros políticos, en su mayoría, no comprenden, salvo excepciones.

Al día de hoy, cuando habrá transcurrido una semana de la entrada en vigor del llamado gasolinazo, la pobreza y el abandono de millones de personas se impone como nuestra realidad inocultable.

Vivimos en un país donde la omisión se transformó en la mejor forma de negar lo evidente: durante décadas cerramos los ojos, volteamos a los países desarrollados como muestra de nuestra histórica subordinación, y pretendimos ser como ellos.

Desde el principio sabíamos que el ingreso al club del desarrollo, de las escuelas económicas anglosajonas nos serían ajenas, pues los ricos siempre necesitan a sus subordinados para sostener sus exóticos gustos. Y como sucede con nosotros: como los nuevos ricos, como los Beverly de Peralvillo, nos topamos que para el desarrollo también hay niveles. Y México, junto a los mexicanos nunca les daremos la talla.

Esto que expreso estimado lector, es una paradoja del destino y hoy nos topamos, de nuevo, con la macabra realidad para millones de mexicanos: las mayorías pagan las torpezas de sus gobernantes, y sobre todo la abyección de éstos al poder económico planetario.

De que otra forma se puede explicar el ciudadano de a pie la violenta agresión, que desde los poderes económico y político se fraguó con el incremento al precio de las gasolinas.

A cada quien su responsabilidad: desde los partidos políticos que impulsaron y después aprobaron esa medida recaudatoria se acusa al gobierno federal de ser el culpable del llamado gasolinazo (y no se nos olvide que en los primeros días de febrero, y en la segunda parte del mismo mes habrá otro paquete de incremento de precios al costo de los combustibles).

¿Es en realidad así?, el gobierno federal será, del todo, responsable de este golpe certero al bolsillo de los mexicanos. Eso hay que dilucidarlo.

Primero, cuando el gobierno de Miguel de la Madrid Hurtado –y así los subsecuentes, hasta el día de hoy- abandonó las directrices del estado solidario e impulsor del desarrollo social, dio pie al cumplimiento de las directrices de los organismos económicos mundiales (dígase Banco Mundial y Fondo Monetario Internacional, principalmente), para abrir el mercado a la libre competencia, tal como se vivía entonces en la economía occidentalizada.

Sólo que en esas naciones desarrolladas el nivel de vida de su población era elevada, porque el ingreso per cápita superaba en diez a uno al ingreso de los mexicanos. Esa desproporción, tan sólo, era argumento suficiente para negarse a aceptar esos preceptos.

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Desafortunadamente así sucedió, y sobrevino el nefasto gradualismo, que se tradujo en aplicar medidas draconianas en materia económica a una población pobre, castigada por el injusto reparto de la riqueza, a través de salarios de miseria, para engordar las carteras de empresarios, cada vez más, cercanos a los políticos.

La barrera que existía –todavía a finales de la década de los años noventa del siglo pasado- entre empresarios y políticos, al día de hoy se ha derrumbado. Ahora vemos a políticos-empresarios que usan el poder para, a través de actos corruptos, para enriquecerse de la forma más cuestionable y vergonzosa.

Una vez que hemos sido objeto de los abusos desde el poder, pues por más de tres décadas en las que se han incrementado los precios de bienes y servicios de forma exponencial y desproporcionada, el gasolinazo de inscribe en esa política que dócilmente hemos aceptado.

La autoridad sostiene que ya no hay recursos para fondear el subsidio a las gasolinas y el diesel, seguro así es, pero retirar de golpe ese respaldo a la población resulta preocupante porque el hartazgo ahora hizo crisis.

No es honesto culpar a este gobierno de esa medida. No es el propósito de ninguna forma danzar sobre el cadáver.

En esta danza macabra en la que se golpea al pueblo, el corresponsable es el sistema de partidos políticos que fueron los que aprobaron el gasolinazo desde hace años. No hay nada nuevo bajo el sol. Junto al PRI, el PAN, el PRD, Partido Verde Ecologista de México, Nueva Alianza, Partido Encuentro Social (PES), aprobaron esa medida tan difícil de asimilar para todos nosotros.

En este sistema caduco, todos los actores beneficiados a más no poder, son los responsables. No hay que olvidarlo.

Y menos aún, se debe olvidar que en los primeros días de febrero y a medidos del mismo mes por venir, habrán dos gasolinazos más.

¿Es lo más deseable?

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