Política Inconfesable: Contaminación sin fin…


Rodrigo Villar

En dos semanas iniciará la contienda electoral en nuestro estado, y digo contienda porque habremos de prepararnos para observar un nuevo capítulo de guerra sucia, que sin pretender pasar a ser pitonisa, se desplegará desde el poder gubernamental y sus asociados contra la opción joven que se presenta en la entidad.

Para eso habrá tiempo y espacio suficiente para comentar desde este espacio.

Por ahora me enfocaré en un tema nacional que nos puso en alerta porque manifiesta la descomposición del sistema político y sus ejecutores, es decir los políticos que gobiernan la llamada megalópolis que rodea a la Ciudad de México.

Desde la década de los años noventa del siglo pasado, los gobiernos de la capital implementaron programas de contención de los niveles de contaminantes producidos por los dos millones y medio de automóviles, que circulaban en el entonces Distrito Federal, y las miles de toneladas de basura que se depositaban en los enormes basureros de Chalco en el Estado de México.

Hace más de veinte años la situación y emergencia contaminante en la ciudad llevó a tomar diversas medidas que tuvieron un impacto inmediato en mejorar la calidad del aire. De haberse ignorado tal circunstancia aquello hubiera resultado en tragedia. Bueno hasta los pajaritos y las golondrinas morían por la suciedad que imperaba en la atmosfera.

Se aplicó el programa hoy no circula, los verificentros –sitios privados donde se instalaron equipos computarizados para la medición de los gases contaminantes- comenzaron a operar en manos privadas, el sistema de recolección de basura mejoró y los canales de aguas negras se entubaron para evitar el fenómeno de la condensación de gas butano, que se produce en la basura.

El combate a la contaminación a través de programas específicos comenzó a dar de sí con los años, desde el gobierno de Marcelo Ebrard se observó un declive marcado en sus efectos. No obstante con el actual jefe de gobierno, Miguel Ángel Mancera, la política de contención y disminución de la polución se vino abajo.

BASURA EN LA CIUDAD DE MÉXICO

Aparte de las omisiones de Mancera y los perredistas mafiosos que le rodean, comenzando con Héctor Serrano, la misma autoridad no observó el conflicto que se le avecinaba por el crecimiento exponencial del número de vehículos que circulan a diario en la zona metropolitana del país. Como se comentó hace 25 años el número de autos que transitaban alcanzaba la cifra de dos  millones y medio, y al día de hoy esa cifra casi se duplica, pues el conteo oficial es de cuatro millones 600 autos en actividad diaria.

Como vera estimado lector, pues el problema si es grave y complejo. Pero no hay nada que no  se resuelva con recursos, y recursos es lo que sobra a las autoridades de la Ciudad de México y de los cinco estados que conforman la megalópolis: Puebla, Estado de México, Morelos, Tlaxcala e Hidalgo.

Pero la mediocridad y corrupción que nos ahoga a diario, junto a las autoridades que son sus ejecutoras, entró en crisis porque la naturaleza les pasó factura.

A pesar de los cientos de millones de pesos que se destinan a combatir la contaminación en el aire y los frágiles programas de prevención y contención, sobre la Ciudad de México dejaron de correr los vientos, y las miles de toneladas de partículas suspendidas que se generan con la contaminación vehicular se quedaron, literalmente estacionadas (si fuera el término) generándose una nata de insospechadas proporciones, que afectaron en su deteriorada salud a los habitantes de la capital.

Y por partida doble, también los que pagaron la medianía y pequeñez de las autoridades fueron los ciudadanos, los que a diario utilizan sus vehículos para salir a trabajar y cumplir con sus compromisos. Ahí fue donde pegó la estupidez humana de los funcionarios, supuestamente, encargados de cuidar los intereses de la mayoría.

Lo que les relato es la esencia de un colofón simple que ya conocemos:

Miguel Mancera por supuesto se hizo a un lado y trató de lavar sus culpas, responsabilizando de la contaminación a los gobiernos que junto a la Ciudad de México conforman la Megalopolis. Según él, su gobierno ha cumplido con todas las especificaciones de la norma ambiental, y los culpables de la contaminación son los un millón 800 mil automóviles que circulan en la capital todos los días provenientes del Estado de México.

Ah, y el gobierno del Estado de México, por supuesto, no iba a permitir que Mancera los responsabilizara del desastre ambiental en la Ciudad de México, y suspendió –por un día- la recepción de la basura en los tres confinamientos que están localizados en esa entidad.

Bueno, y con ese drama novelesco, resulta que el gobierno federal tuvo que mediar entre el acusador Mancera y los generadores de la emergencia ambiental en la Ciudad de México.

Pura bazofia mediática, que no producirá nada de beneficio para los habitantes de la capital, y seguro en un futuro, la naturaleza pondrá a prueba otra vez a los habitantes de la ciudad a los que enfermará y dejará sin vehículos para transportarse, mientras las autoridades volverán a emitir sus discursos acusatorios, y de nuevo no pasará nada…sólo habrá más contaminación imparable.

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