Política confesable: Ulises, El Ruin


Tomás Ezequiel Toledo

 El diccionario no alcanzaría para definir, con todas las descripciones posibles, lo que es Ulises Ruiz Ortiz, que saqueó y dejó que saquearan al pueblo de Oaxaca durante seis años, y quien ahora pretende ponerse por encima de todos, para pontificar sobre lo que debe ser la relación entre Los Pinos y el Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Sin embargo, es recomendable acudir específicamente al diccionario de la Real Academia Española, para definir lo que sí es Ulises Ruiz Ortiz.

Ruin, explica el diccionario, es:

  1. adj. Vil, bajo y despreciable.
  2. adj. Pequeño, desmedrado.
  3. adj. Dicho de una persona: Baja, de malas costumbres y procedimientos.
  4. adj. Dicho de una costumbre o de una cosa: mala.
  5. adj. Mezquino y avariento.

Así que, entonces, y no es una definición de ahora sino de siempre y que lo alcanzará hasta donde vaya o se encuentre, es Ulises El Ruin.

Cuentan quienes asistieron a una reunión de la Comisión Nacional de Gobernadores (Conago), que se realizó en Cancún, que Ruiz Ortiz andaba de fiesta con Beatriz Rodríguez Casasnovas, la famosa Titis, en una famosa discoteca a la que, para su infortunio público, también habían asistido reporteros enviados a la cobertura de aquel encuentro.

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Con la perspicacia que caracteriza a los reporteros, éstos mandaron un mensaje al controlador del sonido, para mandarle un saludo. Ulises Ruiz Ortiz no terminó la pieza musical que aderezaba el baile con la Titis y huyó con ella del salón.

Esa escena pinta de una sola pincelada a Ulises El Ruin Ortiz y explica la bajeza con la cual se condujo como “gobernador” y en su vida personal, incluso la más íntima, y la pública.

Más allá, también, vale recordar cómo encabezó la banda que literalmente tomó por asalto  -antifaz y cachiporra- al estado de Oaxaca y, en pandilla, reprimió al pueblo en la movilización magisterial que derivó en movimiento social en 2006.

La Cámara de Senadores integró, en ese año, una comisión que viajó al estado para determinar si había condiciones para la desaparición de poderes.

El reporte de la comisión al Pleno fue que, en efecto, el nivel de inestabilidad provocado por Ulises, secundado por Jorge Franco (El Chucky) y, con la mano armada de Elpidio Concha Arellano, vinculado al asesinato del profesor  Serafín García Contreras, en Oaxaca no había condiciones de gobernabilidad y había que destituir a El Ruin.

Sin embargo, el factor de la sucesión presidencial operó –como ocurre con todos los pillos- a su favor. Como se sabe, el PRI dio el respaldo a la toma de protesta de Felipe Calderón, en una negociación directa con el entonces presidente Vicente Fox Quesada, y a cambio se dejó impune a El Ruin, y a otro personaje despreciable que mal gobernaba el estado vecino, Mario Marín Torres, el gober precioso.

En ese momento, como ahora ocurrió con Javier Duarte de Ochoa, el PRI se opuso primero al juicio político y después a la desaparición de poderes en Oaxaca.

Esa impunidad es la que tiene a Ulises El Ruin libre en la calle y con la posibilidad de expresar, como lo hizo, una demanda para que el PRI modifique la relación que tiene con el gobierno de Enrique Peña Nieto, y combata -¡oh contradicción!- la impunidad entre sus gobernadores.

Lo hace no sólo desde su ruindad, sino de un cinismo extremo, cuando él y Gabino Cué son dos de los gobernadores que la humanidad recordará como los más corruptos en la historia del estado.

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Porque además Ulises Ruiz no sólo está relacionado directamente con el saqueo al gasto del estado, sino y sobre todo a crímenes de lesa humanidad, desapariciones forzadas, uso de guardias blancas, persecución, espionaje, manipulación del ministerio público, agresiones armadas y asesinato de periodistas –el caso Brad Will sigue impune- y defensores de derechos humanos.

Ahora bien, la responsabilidad de que ese individuo permanezca libre no es sólo de quienes lo protegieron en aquella época, es sobre todo de Gabino Cué, que prometió justicia desde su discurso de toma de protesta el 1º de diciembre de 2010.

El único intento de terminar con la era de Ulises Ruiz, tibio por lo demás, fue la aprehensión de (Cangu) Rito Salinas, que estuvo preso en el penal de Ixcotel el suficiente tiempo para aparentar que el largo brazo de la ley, finalmente, alcanzaba a las redes de corrupción que tejió Ulises con su primer grupo de incondicionales, hoy hombres ricos gracias a la pobreza extrema de miles de oaxaqueños.

No sólo es que El Ruin la haya hecho, sino que Gabino impidió que la pagara.

Otro de los personajes que le dio alas a El Ruin en los meses recientes fue César Camacho Quiroz, que como presidente del PRI lo designó delegado del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del tricolor en Quintana Roo, bajo la falsa premisa de que se trata de un operador político que garantizaba triunfos electorales.

El primero que lo infló y después lo impuso como gobernador fue, nada menos, que Roberto Madrazo Pintado, quien es otro de los responsables de las trapacerías de El Ruin. Lo palomeó y lo soltó en Oaxaca como mastín hidrofóbico en pradera.

Los oaxaqueños, a final de cuentas, somos los que pagamos esas decisiones y esas historias.

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