Oaxaca y la batalla de Puebla


León García Soler

En cuanto el PRI tuvo candidato de unidad, se dispersaron los aspirantes con mayor celeridad y fortuna que los hombres de la danza, con o sin plumas, hubo empleo federal para alguno y una especie de perdón anticipado para los que flotaban en la leche de Liconsa. Esta bien. Gabino Cué pudo al fin vestir de nuevo la toga tricolor del cesarismo sexenal sin ruborizarse, sin temor alguno. Ni siquiera a una reprimenda de su valedor Diódoro Carrasco Altamirano.

Atención, el del origen agrarista pasó alegremente por el ITAM y aterrizó en Bucareli: Secretario de Gobernación de Ernesto Zedillo.

¿Quién dijo que es firme como una roca la convicción ideológica? Y en el caso de Diódoro, hijo de tigre, las rayas de la piel se desdibujaron con la sana distancia que conducía aceleradamente rumbo a la derecha mal llamada neoliberal. Quede en neoconservadora. O el pragmatismo a la hora de acomodarse en el estribo del carruaje de los dueños del dinero, del capital. Diódoro Carrasco es todo menos un ingenuo reaccionario. En la hora amarga de la entrega del Poder Ejecutivo de la Unión a Vicente Fox, ganador de las elecciones milagrosas del tercer milenio, desparpajado y frívolo modelo del conservadurismo decimonónico del Bajío y al pie del monumento a Cristo rey, el Secretario de Gobernación tuvo el tino de pedir a su jefe Ernesto Zedillo que no enviara Fox un subordinado a recibir la Secretaría-enlace del titular del Ejecutivo de la Unión con los gobernadores de los estados, los senadores y diputados del Congreso de la Unión y, por si fuera poco, con la Iglesia católica que estrenaba hábitos y poderes otorgados por las reformas salinistas.

Que venga él mismo, pidió el oaxaqueño al cachanilla. Y así fue. Ahí confirmaría el hijo del tigre que después de horas de explicación y paciente recorrido por las entretelas de la que sin duda un Ministerio del Interior, Vicente Fox nada absorbía, nada. Unos días después, ante un desayuno oaxaqueño servido en el comedor de Gobernación, con vista al jardín y a las rejas de Bucareli, Diódoro Carrasco relataría su asombro a un periodista de los llamados “analistas políticos”. Y le dijo: “después de más de dos horas de explicaciones y de información detallada, Vicente Fox, Presidente Electo de México, no podía distinguir entre seguridad pública y seguridad nacional”. El diluvio que vino.

Y se fue. Para qué recordar ahora la incontenencia verbal de que caería de rodillas ante el Papa Juan Pablo II. La transición en presente continuo nos pondría a dar vueltas a la noria y a padecer los años de la guerra de Calderón que vivimos entre la violencia criminal y la estulticia gubernamental. Porque la violencia no cesa y la geografía nacional está sembrada de tumbas clandestinas. Oaxaca parecía distante del campo de batalla. Salvo por el combate ancestral de los campesinos comuneros despojados de sus derechos y víctimas de los taladores que destruyen sus bosques para quedarse con la madera. Eso y tantos abusos contra los marginados, en la tierra de Juárez, nada menos. Con el vuelco vinieron el Sufragio Efectivo y el sistema plural de partidos.

garcia soler    diodoro

Vinieron y se fueron tras los usos y costumbres del cambio de chaquetas. Por fin exhibían los políticos finiseculares, los del cambio y la alternancia, tal como son, sin caretas, sin el lastre de las ideas, del compromiso con los de abajo, con la mayoría marginada y pobre que los ve ir y venir descaradamente de un templo a otro, de un amo a otro. Tantas vueltas y revueltas alentaron ambiciones bastardas y también legítimas aspiraciones de hacer política y representar algo o a alguien. La de Babel era una torreta así de pequeña comparada con las erigidas para ponerlas al servicio de los dueños del dinero. Y el lenguaje. Fox ofreció una revolución como la cristera y Calderón aprendió el lenguaje del imperio al otro lado de     la frontera y… en el ITAM.

Van y vienen por la puerta giratoria. El hijo del tigre intentó hacer gobernador de Oaxaca a Gabino Cué hasta que encontró un resquicio en la pluralidad de los hombres que dispersó la danza. Y a tiempo, cuando se desmoronaba el poderío tribal de la Sección 22 de la CONAGO, cuando se desataba prematuramente el futurismo presidencial y Gabino volvía a la sombra del presidencialismo priista, el que alguna vez despachaba en Bucareli se fue a Puebla de Los Ángeles, a incorporarse al ejército de sicofantes que obedecen la voz de mando de Rafael Moreno Valle, gobernador del estado y nieto de gobernador poblano. Ahí le entenderán al consejero aúlico cuando aconseje optar entre seguridad pública y seguridad nacional.

Entre otras cosas. Pero como los que construyeron la Torre de Babel, los divagantes y tránsfugas de la transición que se estancó en electoral producen ruidos, el sonido y la furia, la narración de un cuento en la voz de un idiota. Nadie entiende. Pero en los silencios esporádicos, vuelva  alzar la voz el profeta de Macuspana, el predicador de la moral que anuncia el castigo eterno. Andrés Manuel López Obrador se apareció y dijo que Gabino era un buen chico y lo echaron a perder.

Y los maestros de la Sección 22 a regañadientes aceptaron el     llamado del profeta. Así, a lo mejor Oaxaca va a ser cuna de la fusión de la extrema derecha y la extrema izquierda, tal como previno Salvador Allende a los estudiantes de Guadalajara. ¡Cuidado con los extremos, porque acaban por juntarse! Menos mal que abundan el mezcal artesanal y la firmeza de las etnias que no cambian de piel como los que hacen política. O los que venden el queso poblano y dicen que es queso Oaxaca.

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