Murió Jeanne Moreau


La belleza francesa

Tras haber dado a luz a su hijo Jérôme Richard, declaró “no tener instinto maternal”.

Recibió Óscar honorifico de la Academia de Ciencias y Artes estaduonidense en 1998.

El laureado Orson Wells la consideró la mejor actriz del mundo; filmaron juntos.

Agencias.

Murió Jeanne Moreau el pasado 31 de julio y de repente, el mundo recuerda cuánto adoraba a esta mujer a la que apenas veía. La actriz, cantante y guionista parisina estaba en el lugar donde los mortales colocan a los mitos: en un limbo más allá del tiempo y del espacio. En realidad, ella estaba en su casa del Faubourg Saint Honoré sin importarle mucho el mundo.

Encarnando a Matahari
Encarnando a Matahari

Jeanne Moreau lleva 24 horas siendo reivindicada en medios y redes sociales por modernos, cinéfilos, políticos, editoras de moda y nostálgicos. Cada uno elige la Jeanne que quiere recordar: Jeanne riéndose en blanco y negro, Jeanne con mohín, Jeanne en bicicleta, Jeanne en la cama despeinada, Jeanne con el pelo rizado cantando en Querelle, Jeanne dando entrevistas impúdicas, Jeanne como gran dama recogiendo premios (nunca un Oscar), Jeanne con su voz grave diciendo “Je t´aime”, Jeanne en sus últimos años, vestida de Chanel como la señora de la Rive Droite que era o Jeanne cantando Le tourbillon de la vie. Sobre todo cantando Le tourbillon de la vie.

Sensualidad bajo el agua
Sensualidad bajo el agua

ICONOCLASTA POR CONVICCIÓN

Tenía 89 años y la responsabilidad de ser una de las encarnaciones del llamado chic francés, musa de la Nouvelle Vague y uno de los símbolos de la cultura de Francia. Esta presión nunca existió para ella: Jeanne Moreau Así era también su belleza, quizás porque como decía Godard, que también la dirigió, “la ética y la estética se encuentran siempre al final del camino”. Se atrevió a declarar cuando nadie lo hacía, y cuando ya había sido madre, que “no tenía instinto maternal”. La relación de Jeanne Moreau con su único hijo, Jérôme Richard, un pintor de 69 años, fue complicada toda su vida. Macron ha elegido decir de ella tras su muerte que “siempre se rebeló contra el orden establecido”.

Jeanne Moreau y Mónica Vitti
Jeanne Moreau y Mónica Vitti

Sin embargo, Jeanne Moreau ha volado mucho desde los tiempos de las inolvidables Ascensor para el cadalso o Los amantes (Louis Malle, 1958), Los cuatrocientos golpes (François Truffaut, 1959), por pequeña que fuera su participación, Las relaciones peligrosas (Roger Vadim, 1959), Moderato cantabile, junto a Jean Paul Belmondo (Peter Brook, 1960), la escalofriante Diálogos de carmelitas (Philippe Agostini, 1960), o su fascinante encarnación de la Catherine de Jules y Jim (Truffaut, 1962), en la que el poder mágico de su sensualidad acaparó la pantalla fascinando con aquella sonrisa amplia y fresca, símbolo de una manera alegre de vivir desconocida hasta entonces en el cine francés, aún con resabios de posguerra.

Marcello Mastroiani y Jeanne Moreau
Marcello Mastroiani y Jeanne Moreau

RIVALIDAD CON BETTE DAVIS

Tiempo después, ella recordaba con buen humor que también había quienes no habían caído admirados ante su personalidad y que para halagarla le decían que les recordaba a Bette Davis: “Pero como yo no aguantaba a Bette Davis”, respondía, “cuando me muera quiero que escriban en mi tumba que fui amante de Jules et Jim”. De la Davis no se podría decir lo mismo.

Ignoro si se hará así. Jules y Jim fue, desde luego, una de sus grandes películas, y aunque también trabajó en teatro y dirigió ópera, el cine fue su reino. Con Orson Welles a quien admiraba, intervino en El proceso (1962), Campanadas a medianoche (1965), y Una historia inmortal (1968), de la que ella recordaba fascinada que “transformó una plaza de un pueblo de España –Chinchón- en un mercado chino. Eso es para mí el cine: ¡magia!” Y trabajó para Luis Buñuel en El diario de una camarera (1964): “Yo le llamaba “mi papa español” y él me decía; “Si llego a ser tu padre te habría tenido atada y entre rejas”. Y trabajó para Antonioni en La noche (1961), donde coincidió con Marcello Mastroianni a quien tras su muerte dedicó una bella declaración de amor en una película breve de Theo Angelopoulos.

Durante el rodaje de Jules et Jim
Durante el rodaje de Jules et Jim

ACERCA DE JULES ET JIM

Casi todo lo que hay que aprender de la vida está en Jules et Jim. Medio siglo después de su estreno sigue siendo original y libre hasta para las miradas más resabiadas. Es una de las películas más románticas de la Historia del Cine porque incluye en el amor el sexo, la amistad y la fragilidad de la vida. Todos los apóstoles del mindfulness deberían dejar seminarios, retiros y libros y dedicar una hora y cuarenta y siete minutos a verla. La película es un tratado perfecto sobre la urgencia de estar en el aquí y el ahora. Truffaut dibujó a un personaje central tan desconcertante como cautivador. Adelantaba en las carreras a los hombres, no le importaba hacer muecas para hacer reír, jugueteaba con ellos sin dejar de respetarlos. Jules et Jim es pura alegría de vivir y es ligera como una pluma. Parece que se ha hecho sola.

Bardot-Moreau, inseparables
Bardot-Moreau, inseparables

LA VIDA A TRAVÉS DEL HISTRIONISMO

“Actuar es transmitir vida”, decía la Moreau, y eso demostró con Joseph Losey cuando hicieron Eva, (1962), El otro Sr. Klein, (1976) y La trucha (1982), o con Elia Kazan El último magnate (1976), o con Rainer Werner Fassbinder en la polémica Querelle (1982), porque Jeanne Moreau se lanzaba con frecuencia a aventuras arriesgadas, decía abrir las puertas a lo irracional: “Abro las puertas a la intuición porque la racionalidad es realmente la muerte.” Como siguió transmitiendo vida cuando ella misma se lanzó a dirigir su primera película, Lumière, en 1976. Confesó haber llegado agotada al rodaje tras los esfuerzos que había tenido que hacer para poner en pie la producción, pero tres años más tarde lo intentó de nuevo con un segundo largometraje, La adolescente, interpretado por Simone Signoret. Finalmente, no habiendo encontrado el apoyo que buscaba ni el aplauso del público, a pesar del paso de sus películas por festivales, se despidió de la dirección cinematográfica con un documental sobre la actriz del cine mudo Lilian Gish. Y regresó a ese trabajo suyo, la interpretación, que “toca emociones muy delicadas”, aseguraba. “No se trata de ponerse una máscara. Cada vez que un actor interpreta no se esconde, se expone”.

Luis Buñuel la dirigió en El diario de una Camarera
Luis Buñuel la dirigió en El diario de una Camarera

RESPETO POR EL APLAUSO

El aplauso del público le importaba. Y lo respetaba, relata el crítico y director de cine Diego Galán “Cuando el festival de San Sebastián de 1997 le concedió el premio Donostia me tocó en suerte ser yo quien se lo entregara en el escenario. Mientras se hacían los panegíricos y se mostraban los videos conmemorativos la esperé con el trofeo en la mano, que me lancé a entregarle en cuanto ella apareció en escena. Muy sonriente y en voy baja me dijo: Ahora, no, el público está aplaudiendo. Lo primero, el público. Y dándome una lección de cortesía fue a saludar a quienes, de pie, la estaban vitoreando, agradeciéndoles aquellas pruebas de amor. Cuando le pareció conveniente vino hacia mí y en el mismo tono amable de antes, me ordenó: Ahora, sí, démelo ahora”.

En la cúspide de su carrera artística
En la cúspide de su carrera artística

Tenía bemoles la señora. Nueve años más tarde, aceptó presidir el jurado del festival, que compartió con José Saramago, Bruno Ganz, Bruno Barreto, Sara Driver, Isabel Coixet y Manuel Gómez Pereira. Durante la primera cena intentó imponer sus normas de funcionamiento pero lentamente se fue calmando, gracias entre otras razones a la sabiduría y capacidad de seducción de Gómez Pereira.

Pero la capacidad de seducir le pertenecía a ella. Hace más de cuarenta años, muy jovencitos, Maruja Torres y Diego Galán se habían  citado con la estrella para hacerle una entrevista en el festival de Cannes. “La esperamos en el vestíbulo del hotel hasta que la vimos llegar. Apresurados, subimos en el ascensor con ella hasta su piso aunque sin identificarnos. Pero no salimos del ascensor. En silencio la vimos dirigirse a su apartamento. Nos había dejado un perfume fascinante que nos envolvía, una sensación de magia que cualquier sonido podía quebrar, y no quisimos que ocurriera. Así, como hipnotizados, nos quedamos disfrutando la sensación de que acabábamos de vivir una experiencia portentosa, sobrenatural…

In la note
In la note

Al cabo de los años, en Donosti, no tuve coraje para contárselo”.

El crítico español de cine, Carlos Boyer, escribió sobre la Moreau

“Hay tres actrices francesas en las que, dando por obvios y transparentes su talento, su profundidad emocional, su capacidad para encarnar a distintos personajes manteniendo siempre su inconfundible personalidad, un permanente magnetismo, una belleza intensa, lo que las mantiene para siempre en mi recuerdo es que me enamoraron. Y aunque su paso por la tierra fuera longevo o trágicamente acortado, nunca las imagino ni jóvenes ni viejas. Para mí, su imagen está asociada entre la treintena y la cuarentena. Una es Simone Signoret. O sea, la inteligencia, la clase, la sabiduría sobre esa cosa tan compleja llamada vida. La segunda es Romy Schneider, mujer entre las mujeres, hermosa hasta el escalofrío, sin huellas de la ingenua emperatriz Sissi a medida que la existencia se iba ensañando con ella. La tercera es Jeanne Moreau. Ha muerto con 89 años, pero no puedo ni quiero imaginarla anciana, estuviera lúcida o devastada. Y mi amor es a perpetuidad. Me basta con la memoria o con colocar un DVD o un Blu-ray en el reproductor”.

“Esta señora bilingüe (voz elegantemente nasal, modulada sin afectación, capaz de expresar múltiples estados de ánimo, y no sé si me gusta más hablando francés o inglés), dueña de una de las bocas más sensuales que han existido, maestra en el arte de sonreír, enojarse, o coquetear simultáneamente con esos labios y su fantástica mirada, desprendiendo sin ningún esfuerzo autentica seducción, mujer fatal de la que te quedas colgado aun intuyendo la factura que tendrás que pagar, igual de veraz en drama que en comedia sofisticada, misteriosa e inquietante siempre, carnal y etérea, rebosando estilo en cada gesto y en cada movimiento, fue requerida para encarnar sus obsesiones por los autores más prestigiosos del cine europeo y también ejerció de musa para incómodos directores norteamericanos obligados por Hollywood al vagabundeo internacional, artistas bendecidos frecuentemente por el estado de gracia como Orson Welles o Joseph Losey, uno de los tipos que mejor han retratado la eterna lucha de clases, de forma penetrante, creando desasosiego. Y sospecho que además de expresar modélicamente lo que tanto director distinguido quería contar, la fascinante dama, pródiga en amantes y maridos, debió de arrebatar el corazón y la piel de algunos de ellos, de los hombres que amaban a las mujeres”.

Con Pedro Almodovar
Con Pedro Almodovar

“Por mi parte, no necesitaba observar la firma de la gente que dirigía a Jeanne Moreau para pagar la entrada en cualquier película donde apareciera ella, protagonizándolas o como secundaria de lujo. Por ejemplo, me parecía insoportable el cine del beatificado Antonioni, de aquel fatigoso monarca de la intelectual incomunicación (¿o de la nada?), pero vuelvo a ella de vez en cuando solo por observarla a Moreau y de paso al gran Marcello Mastroianni. Pero siempre disfruto con una de las historias de amor más tristes y líricas que se han narrado, la de los íntimos amigos Jules y Jim enamorados de la misma señora, viviendo cada uno de ellos durante un tiempo los días de vino y rosas y la posterior desolación. ¿Y cómo olvidar a esta peligrosa dama a las órdenes de Luis Buñuel en la pérfida Diario de un camarera, dinamitando la falsa moral burguesa, haciéndose desear por todo cristo, aflorando la mierda?

Moreau-Bardot, dos estrellas francesas
Moreau-Bardot, dos estrellas francesas

RECONOCIMIENTOS OTORGADOS A  JEANNE

Condecorada por el Gobierno francés como Officier des Arts et des Lettres, Officier de l’Ordre National de la Légion d’Honneur y Commandeur de l’Ordre National du Mérite.

En 1960 fue premiada en Cannes como mejor actriz por Moderato Cantabile.

En 1965 fue la primera actriz francesa en ser portada de Time.

En las ediciones de 1975 y de 1995 presidió el jurado del Festival de Cannes, la única actriz en presidirlo dos veces.

En 1983 fue presidente del jurado del Festival de Berlín.

En 1988 ganó el Premio Molière a la mejor actriz teatral por «Le récit de la servante Zerline» de Hermann Broch.

En 1992 recibió el León de Oro por toda su carrera del Festival de Venecia.

En 1992 ganó el Premio César por La vieille qui marchait dans la mer.

En 1997 recibió el Premio Donostia del Festival de San Sebastián

Con Orson Wells
Con Orson Wells

En 1998 recibió el Oscar honorario de la Academia estadunidense.

En 1999 fue recipiente del Creteil International Women’s Film Festival.

En enero de 2001 fue la primera mujer nombrada académica en la Academie des beaux-arts de París.

En 2003 fue Palma de Honor del Festival de Cannes.

Doctora honoris causa de la Universidad de Lancaster, Reino Unido, y de la Universidad de la Ciudad de Nueva York.

En 1994 fue la única actriz francesa merecedora de una retrospectiva en el MOMA.

Miembro honorario del British Film Institute.

Fue presidenta del jurado en Avoriaz (1981), Nueva Delhi (1985 y 1996), Montréal (1996) y Angers (2001).

La actriz en años recientes
La actriz en años recientes

ALGO SOBRE SU VIDA PERSONAL

Su madre, Kathleen Sarah Buckley, nació en Lancashire, Inglaterra, y había recalado en París como parte del grupo Tiller Girls para actuar en el Folies-Bergère. Su padre, Anatole Désiré Moreau, tenía un restaurante en Montmartre. Jeanne fue al Liceo Edgar Quinet de París y se formó en el Conservatorio de la misma ciudad.

Debutó en teatro en 1947 en el Festival de Avignon y ya a los veinte años integraba el elenco de la Comedia Francesa como el miembro más joven nunca antes admitido.

 

DIRIGIÓ CINE, TEATRO Y ÓPERA

En 1976 dirigió el film Lumière y en 1979 El adolescente con Simone Signoret, con guiones que le pertenecieron, además de un documental sobre Lillian Gish.

En septiembre de 2001 dirigió la ópera Attila de Verdi en la Ópera de la Bastilla de París. También dirigió Lulú de Alban Berg.

En teatro se destacó en Pigmalión de Bernard Shaw, La gata sobre el tejado de zinc caliente y La noche de la iguana de Tennessee Williams, La máquina infernal de Jean Cocteau y otras.

En 2001 encarnó memorablemente a la escritora Marguerite Duras en Cet amour-là. Moreau protagonizó dos filmes basados en sus novelas y fue dirigida por ella en un film de 1972.

jeanne innovadora

CANTÓ CON FRANK SINATRA

Incursionó en la canción con voz modesta, afinación perfecta y cautivante encanto. Grabó discos, hizo populares canciones como Le tourbillon de la vie, J’ai la memoire qui flanche y Oú-vas tu Mathilde y cantó junto a Frank Sinatra en el Carnegie Hall en 1984.

 

UNA AMANTE EXCEPCIONAL

La leyenda de la actriz inmensa quizá sea indisociable de la leyenda de la mujer de mundo y la amante excepcional.

Forman parte de la leyenda las relaciones de Jeanne Moreau con Pierre Cardin, Sacha Distel, François Truffaut, Louis Malle, Tony Richardson, entre un larguísimo etcétera de señores y grandes señoresJeanne Moreau se casó en dos ocasiones. El matrimonio con Jean-Louis Richard, actor y guionista de talento, duró dos años. Serge Rezvani, novelista, escribió una canción famosa, inspirada en las «tumultuosas» relaciones entre la pareja, que volvió a «seducir» al François Truffaut de «Jules y Jim». El matrimonio con William Friedkin, el director de «French connection», duró poco más, pero le permitió a Jeanne Moreau prolongar su leyenda en Nueva York y Los Ángeles, patrias de adopción, muy provisionales.

Fueron mucho más numerosos sus amantes de duración más o menos aleatoria. Forman parte de la leyenda las relaciones de Jeanne Moreau con Marcelo Mastroiani, Pierre Cardin, Sacha Distel, Jean-Louis Trintignant, François Truffaut, Louis Malle, Tony Richardson, Georges Moustaki, entre un larguísimo etcétera de señores y grandes señores. Todos la recordaron con devoción.

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INTELIGENCIA, EL GRAN ATRACTIVO

Sacha Distel dijo que Jeanne Moreau fue la «amante ideal con la que sueñan todos los hombres». No sin cierta elegancia frívola, ella confesaba: «He seducido a muchos hombres. Pero, en verdad, lo que me interesaba era la inteligencia. Tener amantes por tener amantes es algo que no me interesó nunca». Hombres de genio, como Buñuel y Welles no solo la respetaban y admiraban: la trataron con una suerte de devoción estética, puesta al servicio de su descomunal talento.

Andando el tiempo, los homenajes, en Hollywood y París, la «estatua» de la leyenda terminó por «cansarla». Y decidió dejarse «tentar» por nuevos talentos, nuevos medios, nuevos trabajos, con apariciones fulgurantes en la televisión, y reapariciones magistrales en la escena teatral.

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