Maestros, los verdaderos creadores de la educación pública: Leticia Ramírez


Leticia Ramírez Amaya en un encuentro con los medios de comunicación en la sede de la SEP. Foto Cristina Rodríguez

Arturo Cano / La Jornada

Una buena parte de los reporteros aplaudió cuando su nombre fue pronunciado en el salón de la conferencia matutina. Algunos atribuyeron esa reacción a las suaves maneras de Leticia Ramírez Amaya, a su trato respetuoso. Esa celebración contrastó con el trato que dieron opositores y columnistas a su nombramiento como secretaria de Educación Pública, pues lo redujeron a un mero asunto de lealtad.

En entrevista con este diario, la tercera titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP) en este sexenio, aborda ese tema y delinea sus retos en un sector que, en estos días, comienza a agitarse en torno a viejos problemas.

–¿Le intimida “el escritorio de Vasconcelos”?

–Estar en un escritorio o en otro no es lo que mueve. Hace unos días (el 26 de agosto) estuve en una escuela, la Espartaco, donde es docente una de mis vecinas. Y nos sentamos a conversar en las mismas sillas que usan los alumnos. Fue una reunión muy cordial, en la que lo que más me llamó la atención fueron los rostros de alegría de las maestras y maestros por el retorno a clases presenciales. Ese es el lugar donde me quiero sentar.

Ramírez Amaya acudió a esa escuela a invitación de una de sus vecinas –la secretaria vive en una unidad habitacional desde hace más de 20 años–, la maestra Scarlet, quien al enterarse de su nombramiento tocó a su puerta.

–¿Para qué llega a la Secretaría de Educación Pública?

–Para reivindicar el papel de las y los docentes en función de su tarea esencial, que es educar a niñas, niños, adolescentes, jóvenes. Si las y los docentes cuentan con metas claras y adecuadas condiciones de trabajo, habremos avanzado buena parte del camino, porque ellas y ellos han demostrado una y otra vez, como hicieron de manera destacada en la pandemia, su entrega y vocación en beneficio de la educación.

“La revaloración de los docentes ha sido un compromiso clave, y comenzó con la eliminación de la mal llamada reforma educativa del sexenio anterior. Luego de ese importante paso legislativo, se inició un proceso de cambio basado en los principios de la Cuarta Transformación”.

Primero los niños

–¿En qué se ha traducido la 4T en el ámbito educativo?

–Un compromiso central de este gobierno se resume en la frase “primero los pobres”. Para el sector educativo decimos “primero las niñas y los niños”, porque la educación es una palanca fundamental para enfrentar las desigualdades y nuestra Constitución establece la educación (laica, gratuita, pública, inclusiva) como derecho. Alcanzar esa meta supone que debemos cuidar, alentar, apoyar a los formadores, a las maestras y maestros.

–¿Qué ofrece usted a todos éstos?

–Maestra es una palabra que enorgullece, que te hace sentir fuerte. Soy normalista, egresada de la Benemérita Escuela Nacional de Maestros, y me siento muy honrada de serlo.

“Cuando hablamos de una maestra al frente de la SEP estamos hablando de reivindicar el trabajo que hacemos los maestros en las aulas, en la escuela, con la comunidad, con la idea de recuperar el papel de liderazgo de la propia escuela en la comunidad. Para ello requerimos la participación de todas y todos. No es una tarea de la secretaria, de algunas autoridades, sino del conjunto de la sociedad: maestras y maestros, por supuesto, pero también estudiantes, madres y padres, especialistas, personal de apoyo, de todas y todos.

“En conjunto, las comunidades educativas suman decenas de millones de mexicanas y mexicanos que cada día construyen el proceso educativo; con la esperanza renovada de ser mejores, de tener un futuro más halagüeño, con bienestar, salud, felicidad”.

–¿Qué le provoca un comentario como “pasamos de Torres Bodet a Ramírez”?

–Se ha reivindicado a grandes figuras que encabezaron esta secretaría, algunas con más razón que otras. Lo que prefiero destacar es que quienes construyeron la educación pública, quienes sacaron al país del analfabetismo y gestaron un cambio civilizatorio fueron miles y miles de maestras y maestros que levantaron desde abajo, desde las misiones culturales, por poner un punto de partida, la escuela pública mexicana, uno de los grandes logros de nuestro país. Puede ser que no estén en el Olimpo, pero la educación pública mexicana no puede entenderse sin la presencia de figuras, por poner sólo unos ejemplos, como Rita Zetina, Elena Torres, José Santos Valdés o Raúl Isidro Burgos.

“Los verdaderos constructores de la educación pública en México han sido miles de maestras y maestros comprometidos, que han desplegado su vocación en todos los rincones del país. Vengo de ahí, a ellos me debo y los voy a escuchar para construir soluciones”.

–¿Cuál encomienda le dieron?

–Seguir trabajando en la reivindicación del magisterio, en la puesta en marcha de los nuevos planes y programas, recuperar a los alumnos que abandonaron (el estudio) por la pandemia y, en suma, trabajar para que la escuela sea el lugar del encuentro social, con la divisa de que la educación es un derecho, no un privilegio. Esas líneas centrales están sustentadas en programas como las becas y La Escuela es Nuestra, que garantiza que los recursos para los planteles lleguen sin intermediarios y que involucra a las madres y padres de familia.

“Estos esfuerzos, además, se inscriben en una estrategia integral, que incluye, por poner ejemplos, la estrategia de cultura de paz y la recuperación de espacios públicos que lleva a cabo la Sedatu”.

Repensar la enseñanza

–¿La pandemia obligó a repensar la educación?

–Fue una etapa muy dolorosa, durante la cual maestras y maestros mantuvieron su compromiso con la niñez y la juventud, sostuvieron los procesos educativos y construyeron nuevas formas de enseñar y aprender. El programa Aprende en Casa fue fundamental para mantener la centralidad del proceso educativo. Pero quizá lo más destacable es que muchos docentes constataron la realidad de sus estudiantes, hicieron todo para lograr que se conectaran, y contaron con la colaboración de las familias, que como nunca se involucraron en el proceso educativo. De ahí surgieron muchos “aprendizajes inesperados”, que fueron muy valiosos y se expresaron en los diálogos que se han sostenido con el magisterio y otros sectores.

–¿“Evaluación” dejará de ser una mala palabra para los docentes?

–Veníamos de una etapa oscura en la que se pretendió culpar al magisterio de la situación del sistema educativo, de un tiempo en el que se denigró la función docente con la intención de avanzar en una ruta privatizadora de la educación pública. La realidad es que los docentes nunca se negaron a ser evaluados, como se pretendió hacer creer, porque siempre han existido distintas formas de evaluar. Lo que rechazaban los docentes era la evaluación punitiva y, sobre todo, la denostación, el desprecio con el que fueron tratados.

“Los maestros nunca se negaron a la evaluación, han sido permanentemente evaluados y están acostumbrados a ello. Programas anteriores, como Carrera Magisterial, se basaban en evaluaciones. El rechazo de los maestros era a una evaluación punitiva que no tenía precisamente objetivos relacionados con la educación.

“En la reforma educativa y en las acciones que de ella se han derivado está claramente establecido que la evaluación debe ser un instrumento para la mejora continua de la educación”.

–¿Qué hacer con las normales rurales?

–Con todas las escuelas normales. A partir de este ciclo escolar arrancó el codiseño de los planes de estudio de las 18 licenciaturas que se imparten en estas instituciones. En ese proceso es central la participación de las y los docentes de las escuelas normales, quienes van a contribuir desde su experiencia para desarrollar los contenidos curriculares propuestos en dichos planes, y lo harán desde los contextos de cada normal y las escuelas de práctica, para impulsar una formación con las comunidades en el centro. Todo ello, en el contexto de la Nueva Escuela Mexicana.

–Elba Esther Gordillo dice que la conoció combativa y ahora la ve muy callada.

–Como dice el Presidente: no somos iguales.