La Tía Justa Bolillos para todos


AdriánTrejo

Chiquillos y chiquillas, presten atención.

Hace una semana no pudimos interactuar porque andaba persiguiendo a Stefi.

Pues bien, esta semana ha sido, como las recientes, un sube y baja político y económico, que nos tiene con los nervios de punta y ha provocado la escasez de bolillo y te de tila.

A algunas hasta se les espantó la leche luego de que se dijera que Donald Trump había amenazado con enviar tropas a la frontera norte para combatir a los «bad hombres».

Y entre que si fue cierto y que no, que se había malinterpretado el «generoso ofrecimiento» -ajá- del loco del norte, aquí pasamos
las de Caín.

Con decirles que ya hasta los hoyos para barbacoa se comenzaban a ver como futuras trincheras o refugios antibombas.

Luego, el Trump dijo que había ofrecido «colaboración» a nuestro gobierno y que si la quería o no -la colaboración-, ese era asunto
del mexicano.

Lo que Trump pretende es imponer la presencia militar estadounidense en nuestro territorio, como se hizo en los años ochentas y noventas en Colombia, cuando la guerrilla y el narco se unificaron hasta hacer de ese bello país el centro de producción y tráfico de cocaína líder en el mundo.

Ahora ese lugar lo ocupa nuestro país y el loquito del norte piensa -es un decir- que puede replicar en México el operativo puesto
en práctica en Colombia.

Yo creo que el pelos de elote en realidad no dijo «enviar tropas», sino «enviar trompas», ya ven que aquí han comenzado a escasear para los tacos; de tripa y nenepil sigue habiendo, pero de trompa
casi ya no se ven.

En fin, como sea el caso, el debate se llevó todaaaaaa la semana y concluyó ayer domingo con una movilización masiva en el DF y otros sitios del país en la que desfilaron miles y miles de mexicanos al grito de guerra, digo, de unidad, como una forma tangible de enviar un mensaje a Trump de que puede que estemos jodidos, pero no divididos.

Hay quienes creen que estas marchas no sirven para maldita la cosa; asumo que ustedes no.

Pero las movilizaciones ciudadanas en el mundo, no sólo en México, han logrado derribar muros -físicos e ideológicos-, derrocar dictaduras, acabar con tiranías y hasta correr a entrenadores de la selección nacional.

Sabemos que no es la solución, sino parte de, y como mexicanos nos corresponde respaldar, sin distingos de partidos y colores,
credos, preferencias sexuales, equipos de futbol, a un gobierno que la verdad la verdad, ahora si le tocó bailar con la más fea y
peluda. Por el peluquín, claro.

Así que sobrinos, sacúdanse los corucos y muévanse; la patria os lo demanda.

Y el que no lo haga, seguro se enfrentará a Larry que no perdona.

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LA CONSTITUCIÓN DE LA CIUDAD DE MÉXICO

Cambiando de tema, el 5 de febrero pasado se cumplieron 100 años de la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, hecha por Venustiano Carranza, el de la barbita de chivo.
Si se quieren aventar una investigación rápida del tema, se darán cuenta que de aquel documento, pomposamente llamada la “primera Constitución social’’ -¿pues qué la de otros países era antisocial?-, ya no queda nada, nada, nada, nada, como decía en una de sus canciones el ídolo de mis sobrinos Roberto y Enrique, no precisamente de los de Plaza Sésamo.

A la Constitución le han metido mano, o sea reformado, más de 660 veces en el siglo; tan sólo de Luis Echeverría a la fecha, se
han realizado 380 modificaciones, entre las que van desde adiciones hasta la desaparición de artículos completos.

Echeverría modificó 40 artículos; López Portillo, 34; De la Madrid 60 artículos; Salinas de Gortari55; Zedillo le hizo 77 modificaciones; Fox 31; Calderón…Ycontando.

La Carta Magna tiene 136 artículos, nueve títulos y 19 artículos transitorios; todos han sido manoseados indiscriminadamente,
lo que, como se dice en latín culto, le puso en la madre al espíritu del texto original.

Y con ese escenario, la CDMX estrenó su Constitución Política, luego de meses de transacciones, perdón, de negociaciones.

¿Y saben qué ha pasado? Nada. Los chilangos siguen siendo los mismos.

No conozco a uno que luego de la promulgación del documento –cuyo origen debe ser acreditado con toda justicia a Marcelo Ebrard, quien fue el que inició el cabildeo cuando fue jefe de gobierno-, que me diga que se siente más ciudadano que el
pasado 4 de febrero.

O que se sienta más protegido o más seguro; o se esté festejando que ahora si ya no será un “ciudadano de segunda’’.

Es más, le puede decir con absoluta certeza qué, salvo los 100 constituyentes, los casi nueve millones de chilangos de a
pie desconocen absolutamente de qué se trata el documento que no pidieron ni les interesa.

Porque con Constitución o sin ella, las tranzas siguen igual.

Y ya me voy antes de que me encarbone.

Si tienen agua…son afortunados.

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