La ONU + 70


Miguel Marín Bosch/La Jornada

El pasado martes la Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU) inició su septuagésimo periodo ordinario de sesiones. Esas siete décadas de existencia ininterrumpida constituyen un hito en la historia de las relaciones internacionales en general y del multilateralismo en particular.

La ONU ha tenido sus buenas y no tan buenas épocas. En este y el siguiente artículo intentaremos hacer un balance de sus éxitos y fracasos.

Empecemos por lo obvio. La ONU fue una creación de la alianza militar que triunfó en la Segunda Guerra Mundial. Estados Unidos fue su principal promotor. El presidente Franklin Roosevelt quiso sentar las bases de un nuevo orden internacional y convenció al primer ministro británico Winston Churchill y al líder de la Unión Soviética Josef Stalin de establecer una organización mundial que se encargaría de mantener la seguridad internacional, promover el desarrollo económico y social y avanzar en el terreno de un marco jurídico multilateral.

Un cuarto de siglo antes, otro presidente estadunidense, Woodrow Wilson, había propuesto algo parecido al término de la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la Sociedad de Naciones se fundó, pero el Senado de Estados Unidos se opuso al ingreso de Washington a la nueva organización.

De ahí que Roosevelt y sus aliados idearan una serie de candados para la futura ONU, empezando por el derecho (¿privilegio?) a vetar cualquier propuesta en el Consejo de Seguridad. Ese derecho se concedió a Estados Unidos, Reino Unido, Unión Soviética (luego Rusia), Francia y China. Ello resultó, durante décadas, en una parálisis en el consejo.

Como consecuencia de esa parálisis en el Consejo de Seguridad, la Asamblea General fue cobrando mucho más protagonismo en la ONU. Hoy, con sus 193 miembros, la Asamblea General es el órgano más representativo de la comunidad internacional. Desde 1946 ha aprobado casi 17 mil resoluciones sobre los temas más diversos. Algunas de esas resoluciones han tenido un impacto importante en el curso de las relaciones internacionales. En mi página desarmex.org se encuentra una compilación de esas resoluciones.

Pensemos en dos rubros: los derechos humanos y la descolonización. En ambos casos, el papel de Washington fue decisivo. La viuda de Roosevelt, Eleanor, promovió con éxito la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se aprobó en 1948. La Asamblea General también ha logrado importantes avances en muchos otros aspectos de los derechos humanos.

Se han aprobado un sinnúmero de tratados y convenciones sobre los derechos de la mujer, de los niños, la tortura, las desapariciones forzadas, la discriminación racial, los derechos políticos, económicos y sociales, y muchas otras cuestiones. La importancia de estos instrumentos internacionales es que hay un proceso de seguimiento. Los países que los suscriben están obligados a informar periódicamente a grupos de expertos internacionales sobre lo que han hecho en la materia. Ello conlleva un escrutinio de la responsabilidad del Estado que antes no existía.

En materia de descolonización, la ONU quizás ha registrado sus mayores logros. Piensen en el centenar de países que han logrado su independencia en gran parte debido a los esfuerzos de la ONU. Tras la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, la Unión Soviética y muchos otros países, incluyendo los latinoamericanos, abogaron por un fin a los imperios coloniales. De ahí que los británicos, franceses, belgas, portugueses, españoles y holandeses trataran de defender sus posesiones de ultramar. Pero no lo lograron.

La ONU, por conducto de su Asamblea General, instituyó un sistema muy modesto en un principio. Se trataba simplemente de que las potencias coloniales informaran acerca de la situación de los habitantes de esas colonias. Con el tiempo, el peso de los expedientes de esos informes fue suficiente para que las potencias cedieran. No todas actuaron con decencia. Como lo dijo Julius Nyerere en la Asamblea General, él tuvo la suerte de ser súbdito británico. Los que lo fueron de los belgas o portugueses corrieron una suerte muy distinta.

En cambio, en los temas económicos la ONU no pudo avanzar como se pensó en 1945. El Consejo Económico y Social (Ecosoc) se estableció como uno de los seis órganos principales de la ONU (junto con el Consejo de Seguridad, la Asamblea General, el Consejo de Administración Fiduciaria, la secretaría y la Corte Internacional de Justicia). Al igual que ocurrió con el Consejo de Seguridad, la Asamblea General le fue arrebatando funciones al Ecosoc. En las décadas de los años 70 y 80, con el auge del Tercer Mundo, la Asamblea General quiso fomentar un nuevo orden económico internacional.

El Ecosoc quedó relegado a un segundo plano y los temas importantes económicos, empezando por el comercio, pasaron a otras organizaciones internacionales. El Ecosoc es hoy una modesta instancia de debate sin mayor trascendencia.

En materia de desarme la ONU ha hecho una importante contribución. De ello hablaremos en nuestro siguiente artículo.

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