La cultura y otras cosas


Rafael Cardona

A raíz de las obras bárbaras en el Cerro del Fortín y la oposición de algunos ciudadanos representados fielmente por los pintores Sergio Hernández y Francisco Toledo y las consecuentes agresiones sobre ambos, la estigmatización y el azuzamiento de las jaurías del ex gobernador Gabino Cué, Hernández desarrolló un observatorio ciudadano cuya  intención es de incidir en las políticas oficiales en torno de la cultura y el silencio como respuesta.

La historia es interesante como también lo son sus reflexiones.

“La cultura humaniza, nos ayuda a pensar, nos da libertad, alimenta nuestro sentido estético, nos aleja de la violencia, nos identifica con nosotros mismos, sintetiza el mundo sobrenatural y el terrenal. En suma,  repite la maravilla de la creación.

“Transforma y acrece el mundo, lo aumenta, lo complementa mientras lo explica.

“Con palabras iniciales o palabras errantes; con  palabras huérfanas, tratamos de encontrarnos en nosotros mismos.  Las palabras –y en otros lenguajes las imágenes y los objetos creados–, empiezan a vivir una ambigüedad de una paradoja todo es posible todo está en duda, la cultura parece como una amplia región donde lo mismo cabe la locura metódica que el racionalismo optimista;  el erotismo gozoso, el reprimido o el celestial.

“En la cultura –y en el arte, el hacer del hombre,  todo es posible.

Atrapar el cosmos y sentir el  origen del universo y la tierra pasando a saltos, del origen bíblico al medioevo o por los códigos Mixtecos, las palabras del Buda o los misterios del Sufí, todo de acuerdo con símbolos homologados de manera inequívoca.

Y en su promoción no es fortuito el drama de las preguntas sin respuesta, las propuestas desatendidas; el silencio del  poder y las burocracias siempre aferradas a un mañana inexistente para no ayudar al desarrollo de la cultura.

¿Qué pretenden con esta ceguera y sordera crónicas los gobernantes además de utilizar los fondos del fomento cultural en otras cosas?, ¿que no pensemos?, ¿que no nos humanicemos?, ¿que no nos solidaricemos en contra de los abusos del poder?  Quieren –es obvio–, nada más nuestro silencio y  nuestra obediencia.

Estos 12 grabados que con gusto comparto con ustedes son una manera de decir no somos árbol ni piedra porque nosotros sí somos hijos de la palabra y el signo; el color y la voz y el pincel y el libro y el lienzo;  porque hablamos como Don Quijote con Sancho que compartían su ideal y su realidad, su espíritu y materia todo gracias a la expresión.

“Compartir estos 12 grabados es un intento por presentar de manera visual y concreta, a pesar de su abstracción plástica,  la lucha del Observatorio Cultural Ciudadano (OCUC”, el cual –como comienzo de sus actividades–, ha intentado pedir a los nuevos 12 gobernadores electos recientemente sus programas de cultura cotejados con nuestra propuesta para enriquecer su programa de cultura, pero pareciera que somos el árbol o la piedra.  No hemos tenido respuesta.

“Intentamos un diálogo que enriquezca el programa cultural de que todo gobierno debe tener, conocer de qué manera gastan nuestros impuestos, la respuesta es el silencio.

“Queremos la propuesta de autoridades para que conozcan la nuestra de 150 artistas y hacer lo máximo posible por qué la cultura se desarrolle un programa cultural que se realice respetando nuestras tradiciones,  nuestras creencias,  nuestra libertad de creación y con transparencia en la aplicación de los recursos.

“Las obras tratan de evitar que el mundo se nos deshaga (con esa frase tan usada por la gente del gobierno) mañana. Ese mañana que ellos invocan y no quieren construir en verdad.  Para ellos mañana  sólo anuncia la entrada al gran teatro universal de las sombras en movimiento, de los pobres actores idiotas que cuentan un cuento o nos dicen un discurso que nada significa, excepto su  necesidad compulsiva de mentir y más mentir.

“Tal parece que todas las cosas en estos nuevos gobiernos han perdido su concierto”.

cardona-rafael

TOVAR

El homenaje, en el cual simbólicamente Rafael Tovar y de Teresa dominará el Centro Nacional de las Artes, construido durante su primera administración al frente de la institucionalidad cultural del país, nos pondrá de frente ante una realidad compleja en materia de fomento de la creatividad.

El Centro de las Artes fue construido, sobre cenizas.

Su desarrollo se dio como una especie de contrición burocrática tras el desastre del incendio de la Cineteca Nacional en los tiempos frívolos de José López Portillo y su hermana Margarita.

Rafael Tovar lo propuso, lo impulsó y lo hizo de la mano con otro mexicano importante en la cultura nacional; el arquitecto Teodoro González de León.

En el Cenart se agrupan foros, escenarios, librerías, bibliotecas, la escuela de La Esmeralda y muchas otras instalaciones dentro de los terrenos de los amplísimos Estudios Churubusco, desarrollados desde la segunda mitad del siglo pasado.

Una ciudad del pensamiento, dijo alguien una vez.

EL propio conjunto es una muestra de cómo ha evolucionado de manera compleja y a veces contradictoria, el esfuerzo de lograr una estructura pública de fomento a la creación intelectual y su continuidad, su prolongación, su acumulación en ese envolvente concepto de “Cultura”.

Tovar comprendió todo esto de manera clara. Fue un hombre sin aspavientos, pero con dirección en sus propósitos y habilidad en sus procedimientos. Jamás se arredró por el enanismo presupuestal y aprovechó al máximo los recursos de sus varias administraciones. Podía hacer mucho con poco. Y si más tenía; más hacía.

Quizá su mejor cualidad, tanto en el Instituto de Bellas Artes como en el Consejo y después y por poco tiempo, desgraciadamente, en la secretaría de Cultura, fue su diplomacia para negociar con el vanidoso y en ocasiones insoportable “mundo” de los cultillos y quienes no lo son  tanto.

El ámbito de la creación esta poblado de farsantes, mediocres y “presupuestívoros” quienes exigen como si fueran James Joyce y escriben con la rupestre condición de un cagatintas.

Cualquier bailarina mediocre es Ana Pavlova y todo editor se siente propietario del “boom”. Tovar los trataba con delicadeza y cortesía y le daba a cada grupo, compañía, “ensemble” o conjunto, el lugar correspondiente.

Muchas cosas se le van a ir reconociendo y agradeciendo a Rafael Tovar y de Teresa con el paso del tiempo. Muchas en verdad.

cardona-los-danos-al-cerro-del-fortin

En lo personal esta columna siempre estará agradecida con su atención y trato. Él aceptó incluir un libro mío en la colección de Periodismo Cultural (“El espejo de los días”,1994 ) y en tiempos cercanos me alentaba con insistencia casi retadora a prolongar aquel trabajo  con uno de mayor amplitud y profundidad.

–¿Cuándo me vas a dar el libro?, me decía cuando nos encontrábamos.

La incursión de Rafael Tovar en la administración de Felipe Calderón es un tema aparte.

Como todos recordamos una de las muestras mayores de ineptitud y rapacería de los gobiernos panistas fue la conmemoración de los festejos del Centenario de la Revolución (cuyo solo nombre les repugna) y el Bicentenario de la Independencia. La existencia del adefesio costoso llamado “Estela de luz”, nos deja ver su estela de corrupción simbólica e inamovible.

La comisión organizadora de los festejos le fue encomendada por Vicente Fox al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas  quien aceptó para hallar después una salida justificada: quiso crear una nueva constitución nacional. Se fue.

Felipe Calderón puso tiempo después las cosas en manos de Rafael Tovar y de Teresa.

En la avenida Constituyentes a un costado de Los Pinos, donde fue el Colegio de Arquitectos, Tovar recibió despacho y paisaje. Todo Chapultepec frente a sus ventanales. Estaba emocionado ante la posibilidad de repetir, con las herramientas de la modernidad, la hazaña de Guillermo de Landa y Escandón, gobernador del Distrito Federal en el Centenario.

Me contó sus proyectos  –una especie de federalismo, en el cual los Estados tendrían participación, como ya se había hecho en 1910–, y poco a poco lo vi desencantarse en medio una burocracia implacable y envidiosa; una mezquindad financiera feroz y una incomprensión propia de quien nada entendía: el Presidente Calderón quien tras el fracaso, hoy se ufana en oportunista tuiteo de haber tenido a Tovar en su equipo.

Lo tuvo, pero no lo retuvo. Tampoco lo mereció.

De buena manera pero con firmeza, Tovar le renunció. Los festejos fueron un desastre (una dispendiosa pirotecnia pueblerina con todo y un enorme monigote colosal e incomprensible, como para dar risa), y Felipe Calderón se tragó toda la “Estela de Luz”, inevitable símbolo de su derrota frente a la oportunidad de hacer algo más allá de la también fracasada guerra contra el narcotráfico y la delincuencia.

Alonso Lujambio, a quien le cayó en las manos la papa de la caliente ineptitud de su jefe, murió poco tiempo después de apechugar con el cataclismo.

Hoy Tovar también está muerto. Renació de aquel pantano burocrático del panismo inservible y volvió a Conaculta para luego construir la Secretaría de Cultura.

La vida no le dio tiempo para más, pero él aprovechó su tiempo para hacer mucho.

Gracias.

cardona-estela-de-luz-monumento