José Luis Cuevas maestro del lápiz y el autorretrato


Toma aérea del homenaje al artista en Bellas Artes

Adiós a toda una época del arte mexicano    (balazo)

Polémica su partida como lo fue su vida.

Estalla escándalo durante su homenaje en Bellas Artes.

¿Qué le pasó a Cuevas? Reclamó Homero Aridjis.

Agencias.

El artista que casi todo lo ha dicho “con una actitud a veces descarada” nació en la Ciudad de México el 26 de febrero de 1934 entre lápices y papeles como marca del destino, en los altos de la fábrica El Lápiz del Águila, propiedad de su abuelo, con quien vivió hasta los ocho años. Dos años después fue diagnosticado de fiebre reumática, enfermedad que, según su médico, “lame las articulaciones y muerde el corazón”, contaba el mismo Cuevas, y le crea una obsesión “de que muera en cualquier momento”, pero sobre todo un tremendo terror que “de un golpe te arranquen la vida y con ello, tus proyectos”.

En la cama de su niñez enferma lo acompañan los libros. Desde entonces se nutre de la literatura, de la que ha hecho equivalencias gráficas de primer nivel sobre textos de Kafka, el marqués de Sade, Quevedo, Nietzche, Ionesco, lejos siempre de la ilustración. Ahí postrado nace también su vocación primigenia de dibujante a través de los cómics: “Siendo muy chico tenía la costumbre de narrar en historietas cosas autobiográficas y lo hacía con influencia de las caricaturas”, le cuenta a Raquel Tibol para su libro Nuevo realismo y posvanguardia en las Américas, donde agrega que “siempre se ha considerado más que un pintor un narrador, un artista definitivamente literario. Sin historia estaría perdido”.

 

INICIOS EN EL ARTE

En 1944 ingresa a la escuela de pintura La Esmeralda, que abandona dos años después y a la que ya no regresa a consecuencia de la fiebre reumática, por lo que se le considera fundamentalmente autodidacto; aunque “cursó estudios en las obras de Bosch, Alberto Durero, Brueghel el Viejo, Rembrandt y culminó sus universidades imaginarias con los alemanes que vivieron poco antes y poco después de Käthe Kollwitz”, escribe Raquel Tibol en su citado libro.

De ahí que Cuevas sea “un maestro de la línea que expuso a la par con Picasso y otros artistas de ese nivel”, en los años 60-70 del siglo pasado, relató  Del Conde, para quien el autor de El gato macho “persigue ese vocabulario, lo cuaja, lo perfecciona y lo reitera incansablemente. Es un método y no podemos obviar que sea efectivo porque es un maestro de la línea y el grabado, si me dicen pintura no, y en escultura ha hecho algunas afortunadas, pero otras son reiterativas a morir”. Driben agrega: “Fundamentalmente es un dibujante que ha explorado la condición y el cuerpo humano, de la que ha hecho una deformación transformadora”.

Considerado un rebelde, un gran impugnador y polemista, es ya mítico su escrito de La cortina de nopal donde se desprende del yugo de la Escuela Mexicana de Pintura alzando la voz por una generación que seguía sus propios pasos. En los años 50, junto a  Günther Gerzo, Vicente Rojo, Alberto Gironella, Manuel Felguérez y Carlos Mérida, entre otros, Cuevas encabeza La Ruptura, pero “fueron rupturistas de manera solitaria, en mi libro –apunta Lelia Driben– los pongo como los modernistas solitarios ya que, como dijo Fernando González Gortázar, fue más un movimiento que una generación, aunque se les conozca así”. Para Del Conde es uno de los principales de esa generación, pero el único “que hizo una ruptura a partir de sí mismo fue (Juan) Soriano”.

 

EL MURAL EFÍMERO

Una década más tarde sorprende a todos con su mural efímero del que, “en medio de porras lanzadas por una docena de preciosas muchachas de minifalda y suéter y con el autorretrato del pintor en el pecho (…) el mural que develará hoy está destinado a terminar con la solemnidad de los muralista profesionales”, reseñó el diario  Excélsior el 8 de junio de 1967. Ese día, a las siete de la noche, el joven pintor llegó a la esquina de Génova y Londres “acompañado de su madre, María Regla Novelo, quien dijo que para ella era mejor estar ahí que en casa preocupada”, publicó un día después este diario, que contabilizó más de dos mil personas en el acto. Ahí, provocador, Cuevas declaró: “Me resultó tan fácil hacer este mural que estoy pensando dedicarme solamente al muralismo y dejar el dibujo”.

No lo hizo. Sin recursos económicos en sus inicios, lo que hacía era ir “a la morgue a dibujar prostitutas muertas, le dijo a unas respetables señoras que casi se desmayan del susto”, contaba José de la Colina; y como “el modelo que tengo más a mi alcance soy yo mismo”, decía Cuevas, se acostumbró a iniciar las labores del día dibujándose, en su estudio de San Ángel, tapizado de crucifijos y rodeado de espejos, reiterando su obsesión por el autorretrato, género en el que es uno de los “principales exponentes en México, junto con Frida Kahlo y Julio Galán”, señala Driben.

Grandes personalidades lo despidieron
Grandes personalidades lo despidieron

RETRATO DIARIO Y SU AMADA BERTHA

Pero hacía más. Durante casi tres décadas se tomó una fotografía diaria para mirar cómo envejecía, una tarea para la que contaba con la complicidad de su esposa, Bertha Riestra, quien pulsaba la cámara, y concluyó a la muerte de ésta, en 2000. La mayoría eran instantáneas Polaroid que a veces Cuevas mostraba gozoso sin especificar qué haría con ellas y de las cuales se desconoce su destino. Nunca las exhibió, como sí hizo con su semen encapsulado en una ampolleta, en 1979, algo que Driben considera “extensiones de su egocentrismo y me parecen de mal gusto”. Del Conde duda que fuera real: “Era agua jabonada. Es una especulación mía porque es como se expuso en París; era una moda, que él no impuso, por cierto”.

 

VISITAS AL MANICOMIO Y ASILO DE ANCIANOS

Ya antes había causado polémica con sus visitas al asilo de ancianos y al manicomio, donde lo retrató Daisy Ascher, “de quien nadie se acuerda”, lamenta Del Conde, y fue la única fotógrafa que lo capturó desnudo y a quien le pidió que esas fotos “no fueran dadas a conocer hasta después de mi muerte. Incluso te he dicho que tienes la exclusiva para fotografiar mi cadáver”, le escribió en su columna Cuevario, en Excélsior, el 18 de febrero de 1985, año en que inició una colaboración semanal con este diario y que mantuvo por 13 años en el suplemento que dirigía su amigo René Avilés Fabila.

José Luis Cuevas joven
José Luis Cuevas joven

AQUEL CUEVARIO

En su Cuevario dio cuenta de todo: su amor por sus hijas, su esposa Bertha, la maga que hizo posible que se erigiera su museo tantas veces postergado, sus viajes, su autoexilio, sus amoríos y hasta sus pesadillas, aunque nunca recordó ahí su frustrado paso por la política como candidato independiente para diputado, en 1970, y que perdió porque, acusaba en una entrevista con Excélsior, “me hicieron una campaña sucia, dijeron que me lancé para que la mariguana se fume libremente en la Zona Rosa”.

 

ENVIUDA, NUEVA ESPOSA, 38 BODAS

Ya para la última década del siglo pasado, asentado en su fama, sufrió la muerte de Bertha, de la que se recuperó tres años después cuando Beatriz de Carmen “le puso color a su vida con el amor” y con quien hizo un curioso happening de su boda, pues se casó 38 veces con ella, por distintos ritos. Los “filtros” para acercársele empezaron a crecer y su protagonismo a disminuir.

 

PINTURA A CUATRO MANOS; DESACUERDOS

Junto a su nueva esposa inició otra etapa creativa, a cuatro manos, en la cual ella colorea sus dibujos, una intervención que nunca antes permitió, pues ni Bertha entraba a su estudio mientras trabajaba, cuentan amigos cercanos: Ahora lo hace porque “a la mejor está contento con eso”, agrega Driben, para quien “hace mucho que conocimos la perfección de la técnica de Cuevas. A los 30-40 años ya estaba dando todo lo que pudo dar”. No hablaría de una decadencia, “palabra muy dolorosa, pero no estoy de acuerdo con los dibujos que colorea su esposa, es un trabajo que no tendría que ser”.

No creó escuela, a pesar de que artistas como “Gabriel Macotela o Luciano Spanó lo consideran un maestro”, dice Del Conde, quien le admira “sobremanera haberse creado un vocabulario inconfundible que no dejó, sino que cultivó y multiplicó, y ha durado hasta este siglo, por lo que está ya en la historia del arte mexicano y del mundo”.

 

HOMENAJE Y ESCÁNDALO EN EL PALACIO DE BELLAS ARTES

El homenaje luctuoso para José Luis Cuevas devino en una manifestación pública de apoyo a sus hijas María José, Ximena y Mariana, quienes desde 2013 tuvieron problemas familiares con la esposa del pintor, Beatriz del Carmen Bazán, que las distanció del artista plástico.

El acto que tuvo lugar pasadas las 17 horas en el vestíbulo del Palacio de Bellas Artes, encabezado por la secretaria de Cultura, María Cristina García Cepeda, reunió a miembros de la comunidad artística y cultural, entre ellos, los poetas Marco Antonio Campos y Homero Aridjis, los actores Daniel Giménez Cacho y Patricia Reyes Spíndola, la cantante Astrid Hadad, y hasta las vedetes Wanda Seux y Princesa Yamal.

Los funcionarios públicos Lidia Camacho, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA); Xavier Guzmán Urbiola, subdirector del Patrimonio Artístico Inmueble del INBA; Miguel Fernández Félix, director del Museo del Palacio de Bellas Artes; Eduardo Vázquez Martín, secretario de Cultura de la Ciudad de México; el político Porfirio Muñoz Ledo; la expresidenta del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sari Bermúdez; Silvia Lemus, viuda del escritor Carlos Fuentes; y Rafael Tovar, hijo del desaparecido Rafael Tovar y de Teresa, primer secretario de Cultura, también acudieron al homenaje.

Era previsible un escándalo, puesto que las hijas de Cuevas dieron a conocer recientemente que no pudieron verlo este último Día del Padre. En diversas ocasiones se quejaron de que tenían vedado el acceso a él, cuando además denunciaron su delicado estado de salud. Incluso, existía el antecedente de que fue sacado del Hospital Médica Sur en 2013 sin haber sido dado de alta, como señaló en su momento su hermano, el doctor Alberto Cuevas.

Con su primera esposa Bertha Riestra
Con su primera esposa Bertha Riestra

VIVAS A LAS HIJAS

Una vez colocadas las cenizas dentro del recinto cultural, se realizó la primera guardia encabezada por García Cepeda, Beatriz del Carmen Bazán, Eduardo Vázquez Martín. Pero fue durante la segunda guardia con las hijas, que irrumpieron los gritos de ¡Arriba Bertha!, quien fue primera esposa de Cuevas, así como ¡No están solas! ¡No están solas! y ¡Vivan las Cuevas!

La imagen del pintor sonriendo -tomada en 1991 por el fotógrafo Rogelio Cuellar-, era el mudo testigo de esta expresión de la gente que llegó con las hijas, a las cuales Patricia Reyes Spíndola, en declaraciones consideró su verdadero legado.

 

¿QUÉ LE PASÓ A CUEVAS?

Hasta el discurso de María Cristina García Cepeda, en el cual hizo una semblanza del artista plástico, nacido en esta ciudad en 1931 (reveló su hermano), quedó opacado cuando Homero Aridjis tomó el micrófono sin estar en el programa oficial para recordar al amigo con el que tomaba café en la Zona Rosa, nombre que junto con Luis Guillermo Piazza, puso Cuevas a esa zona de la colonia Juárez.

Y contó que le tocó ver la creación del Museo José Luis Cuevas, ubicado en las calles de Academia y Moneda en el Centro Histórico, “legado para sus hijas” y resultado del trabajo de Bertha, lo cual provocó una andanada de aplausos.

“Me va a quedar para siempre el misterio de José Luis, como el misterio de Nellie Campobello y algunas tragedias mexicanas, queda la pista como el amigo secuestrado, él era otro.

“Me queda la anécdota de Carlota, cuando enloqueció que dicen le habían dado toloache, ¿José Luis no habrá caído en la línea de ese tipo de víctimas? Fue muy extraño todo, todos estos años han sido patéticos. Me pregunto ¿qué pasó? ¿qué le pasó a Cuevas? ¿Por qué había caído miserablemente, cómo es posible que una mente brillante de pronto se haya desvanecido?”

Y reclamó:

“Vine a ver el cuerpo presente de José Luis y me topo con sus cenizas, aparte de su muerte, mi pregunta es ¿por qué lo cremaron rápidamente?”. Nuevamente los gritos del público se escucharon: “¡Queremos la verdad! ¡queremos la verdad!”

El arquitecto Fernando González Gortázar, quien sí estaba invitado a dar el discurso de despedida, citó al pintor Vicente Rojo para señalar que Cuevas no sólo perteneció a la generación de La Ruptura, sino de La Apertura, “porque en realidad lo que hubo es una continuidad cultural y los muertos se reconcilian con los muertos, y Cuevas se reconcilió con la cultura mexicana”.

Se refería al rompimiento que el pintor expresó con el Muralismo mexicano en la carta “La cortina del nopal”, en la cual, a decir de González Gortázar, “pugnaba por la universalidad del arte mexicano; es decir, abrir puertas y ventanas porque consideraba que la demagogia de ese arte nos había encerrado”.

 

PALABRAS DE SU HIJA XIMENA

Casi inaccesible para la prensa, que tuvo que realizar la cobertura a metros del acto oficial -no así los invitados de lujo, en su mayoría funcionarios culturales-, el homenaje excluyó a la poca gente que acudió al Palacio de Bellas Artes, pues no pudo pasar frente a las cenizas, a pesar de que la invitación indicaba que estaría abierto al público. Igual fue prácticamente imposible hablar con alguna de sus hijas.

Sin embargo, Ximena finalmente aceptó declarar ante las insistentes preguntas sobre la herencia, sobre la herencia de su padre que, dijo, es “la educación, la sensibilidad y el amor por el arte”. Sólo por eso, añadió, estaría eternamente agradecida con su padre.

Sin mencionar a Carmen Beatriz Bazán y después de todos los problemas entre ellas, aseguró que su padre ya se encontraba al lado de su madre Bertha y sus ancestros y que se sentía orgullosa de llevar en sus venas la sangre del pintor.

 

La primera guardia de honor estuvo a cargo de la secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda; la directora general del Instituto Nacional de Bellas Artes, Lidia Camacho; el secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín; y la viuda del pintor, Beatriz del Carmen.

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PALABRAS DE MUÑOZ LEDO

En el acto, el político Porfirio Muñoz Ledo mencionó que Cuevas fue el enemigo de los mitos, el mentor de meras realidades, «un símbolo de mi generación», y refirió que el artista hizo fundamental lo que es realidad en todas las culturas: la capacidad de renovación.

Fue a la pintura y las artes plásticas lo que Charles Pierre Baudelaire pudo ser en su tiempo; parecería paradójico desde el punto de vista de las posiciones políticas, pero Cuevas fue un precursor del 68”, consideró.

Tras la ceremonia, se repitieron las muestras de apoyo y solidaridad hacia las hijas de Cuevas de parte de amigos, invitados especiales y otros asistentes al homenaje al artista que duró poco más de una hora y 20 minutos.

 

ESPEJO Y ANTIPATÍA DE JOSÉ LUIS CUEVAS

José Luis Cuevas y su espejo. Veneración de sí mismo, pleitesía al yo que seduce y que pinta. Narciso mayor del arte mexicano, practicaba una “vanidad lúdica” (la frase es de Homero Aridjis) que lo mismo asombraba que irritaba. Una vez quedó en tercer lugar en un concurso organizado en una revista para designar a la personalidad más antipática de México. Le ganaron María Félix y Jorge Saldaña. Era amado u odiado, admirado o desdeñado. Se lo ganó a pulso en la construcción de ese personaje público, polémico, rijoso, seductor, enojoso, besable, petulante, galán irresistible, que fue José Luis Cuevas. Lo dijo en su momento Carlos Monsiváis: “Cuevas es una leyenda, un mito, una actitud despectiva, una conducta ofensiva, un sitio inalcanzable, una referencia común”.