Inicia el asalto al poder de los racistas y extremistas


J. Jaime Hernández y David Brooks/La Jornada

Dice el viejo refrán que la primera impresión es la que cuenta y que difícilmente tendrás una segunda oportunidad para enmendarla a tu favor.

Si nos atenemos a este viejo principio, de validez cuasi universal, el presidente electo Donald Trump ha confirmado lo que muchos temían; que se dispone a rodearse de extremistas y racistas en
el inicio de su mandato.

Comenzando por Jeff Sessions, senador por Alabama, quien ha sido designado por Trump como su Fiscal General.

Sesions es un viejo conocido de la comunidad inmigrante a la que siempre ha negado toda posibilidad de legalizar su situación en EU. Enemigo jurado de los dos últimos proyectos de ley en materia de reforma migratoria, que contribuyó a dinamitar,
Sessions considera que los inmigrantes “no tienen derechos constitucionales”.

¿Recuerdan el viejo precepto fundacional que consagra la declaración de independencia de EU, de que “todos los hombres son creados iguales?… ¿Que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables, como por ejemplo el derecho a la vida, a la
libertad y a la búsqueda de la felicidad”? Pues, según Sessions, estos derechos no asisten a los más de 11 millones de inmigrantes indocumentados que hoy viven como esclavos de la era moderna y que se han convertido en objetivo prioritario de la presidencia de Donald Trump.

La designación de Jeff Sessions como máximo representante del Departamento de Justicia confirma que, el presidente electo
Donald Trump, se tomará muy en serio su cruzada contra la inmigración indocumentada.

Las redadas y deportaciones prometidas contarán, sin duda alguna, con su bendición.

En el marco de la relación bilateral con México, no es un secreto que el Departamento de Justicia es una de las oficinas que más
han estrechado su cooperación con la Procuraduría General de la República (PGR).

Las constantes visitas de los procuradores mexicanos, desde la presidencia de Felipe Calderón hasta la de Enrique Peña Nieto,
han permitido limar asperezas para el buen funcionamiento de labores de inteligencia entre los dos países; han acelerado los procesos de extradición de capos de la droga y han robustecido la cooperación entre las fuerzas armadas de México y las distintas agencias federales de EU que operan dentro de territorio mexicano.

Tras la designación de Sessions, la cooperación con países como México tendrá que volver a la casilla de salida. Algo similar a lo que ocurrió cuando Enrique Peña Nieto asumió la presidencia en 2012.

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Otras designaciones que mandan una poderosa señal, son la del congresista republicano y miembro del Tea Party, Mike Pompeo como nuevo director de la CIA y la del general retirado, Michael
Flynn, como asesor de seguridad nacional de Donald Trump.
En ambos casos, diplomáticos europeos han confirmado a La Jornada su “enorme preocupación” por la feroz oposición de ambos
al tema del acuerdo nuclear con Irán y por sus críticas a la vieja alianza de EU con la OTAN.

Pero, también, por la proximidad de Flynn con el gobierno ruso de Vladimir Putin, por su posición extremista ante la comunidad
musulmana a la que no se han cansado de criminalizar y, en particular, por la posición favorable de Pompeo hacia los programas de espionaje masivo y su defensa o justificación de la práctica de la tortura que quedó reflejado en el reporte senatorial de diciembre de 2014.

Un reporte que, por cierto, no ha generado ninguna investigación especial, no se ha castigado a nadie y no se ha compensado a
nadie por los daños causados durante largos períodos de encarcelamiento y tortura en centros de detención clandestinos en
Afganistán, Irak, países de Europa del este y en la base militar de Guantánamo.

Tras las designaciones de Sessions, Pompeo y Flynn, son muchos los que se preguntan si, acaso, el asalto de los extremistas
sólo ha comenzado en el inicio de la era Trump.

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