Hillary Clinton; ¿Ese objeto del Deseo?


David Brooks y J. Jaime Hernández/La Jornada

La puntillosa reportera de la cadena CNN, Dana Bash, fue la encargada de soltar la metáfora cargada de retranca: “Bill Clinton presentó a Hillary Clinton como ese objeto del deseo… Y es muy importante para la gente creer en ello…”. Para empezar, quizá habría que reconocer que el mensaje de Bill Clinton a favor de su esposa fue una pieza de orfebrería literaria. Pero de literatura infantil, de esas que les lees a tus hijos cuando los arropas de noche en la cama para contarles un cuento de hadas, o uno de terror.

Lo interesante del caso es que, el gran “cuenta cuentos” que es Bill Clinton (¿quien no recuerda el cuento que nos soltó para tratar de convencernos de sus ingenuos escarceos amorosos en la oficina oval con Mónica Lewinsky?), consiguió hipnotizar a millones de estadounidenses en horario estelar con la versión más romántica de su esposa:

“Esa chica que conocí en la primavera de 1971, que llevaba gafas muy grandes, faldas largas y floreadas y sin rastro de maquillaje”. Ah, y la forma en que Hillary se hizo la difícil antes de darle el sí para casarse con ella. ¡A él que siempre ha sido un conquistador de mucho cuidado!. Según nos contó el pobre de Bill, tuvo que esperar varios años y proponerle matrimonio hasta en tres ocasiones antes de que Hillary le diera el sí.

Seguramente, toda esta narrativa captó la atención de los guionistas de Hollywood que no desaprovecharán el material cuando llegue el momento de hacer la película de “Hillary Clinton y su conquista de la Casa Blanca”; o “La primera mujer que conquistó…” o que “Estuvo a punto de conquistar la presidencia”.

(Hago esta distinción porque aún estamos en la fase en la que el guión se sigue escribiendo a sí mismo, desafiando los límites de lo posible y lo imprevisible).

Lo que no nos dijo Bill Clinton durante la noche del martes pasado, quizá porque no era el mejor momento, quizá porque el relato tenía que encajar en ese molde de excepcionalismo presidencial, fue que su matrimonio con Hillary no pocas veces estuvo a punto de naufragar.

Lo que no mencionó, fue la forma en que el movimiento feminista se sintió traicionado por esa mujer que no sólo aceptó la versión que su esposo intentó vender a la opinión pública en medio de un proceso para destituirle.

Que consintió la forma en que se lapidó a Monica Lewinsky para tranquilizar a las buenas conciencias y, de paso, cobrar venganza.

Donald Trump, amigo de los Clinton durante muchos años antes de que se le ocurriera contender por la presidencia, aseguró el pasado miércoles que durante su mensaje Bill Clinton se dejó los pasajes más interesantes de su relación con Hillary.

Aunque resulta repugnante coincidir con un racista y un oportunista redomado como Trump, tengo que reconocer que tiene razón.

Pero no por los pasajes que seguramente imaginó Trump. Esos pertenecen al ámbito privado de los Clinton. Me refiero a esa faceta de Hillary Clinton ha mostrado en incidentes como Bengasi en septiembre de 2012, donde la impericia de los servicios de inteligencia, quizá los principales responsables de la muerte del embajador Chris Stevens y tres de sus colaboradores, y la falta de reflejos de la propia Hillary, arrojaron a la administración de Barack Obama en brazos de uno de los peores desastres.

Me refiero al uso de la Fundación Clinton que recibió millones de dólares de gobierno extranjeros mientras Hillary fungía como Secretaria de Estado.

Me refiero a la propensión de Hillary a actuar como un “halcón” en política exterior.

Y qué decir de la decisión de Clinton de utilizar un servidor privado para manejar sus correos electrónicos. Una muestra de la irresponsabilidad y de la arrogancia de quien se creyó por encima de la ley.

Hoy, ese error la sigue persiguiendo, a pesar de que el Departamento de Justicia y el FBI la hayan librado de un procesamiento por falta de evidencias.

Así es que, si Bill Clinton quiso vender a su esposa como “Ese objeto del deseo”, con el fin de asegurarse su victoria en las presidenciales de noviembre próximo, sospecho que su historia sólo cundió entre los más leales de Hillary. Pero no entre los independientes, ni entre muchas mujeres, ni entre esa legión de jóvenes que siguieron a Bernie Sanders y que, de seguro, se metieron el dedo a la boca para provocarse un vómito mientras escuchaban a Bill perorando su cuento de hadas.

Dicho esto, tengo que reconocer que, puestos a elegir, prefiero el “cuento” de Bill para vendernos a Hillary como “Ese objeto del deseo”, antes que resignarme a esa pesadilla llamada Donald Trump que hoy roba el sueño de millones de seres humanos dentro y fuera de EU.

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ASALTO CONTRA DONALD TRUMP DESDE MÉXICO

Ultimamente, Donald Trump no deja de bromear con supuestas tramas de conspiración orquestadas en su contra desde México para atacarle o borrarlo de la faz de la tierra por sus afrentas e insultos contra la comunidad inmigrante de origen mexicano.

Como el pasado 30 de junio cuando, durante un acto de campaña desde Manchester, New Hampshire, aprovechó el paso de un avión que surcaba los cielos para decirles a sus simpatizantes: “parece ser un avión mexicano que se prepara para atacarme”.

Esta anécdota vino a mi mente cuando, apenas la semana pasada, leí el titular del diario El País en su edición América: “México se convierte en grupo de presión en EEUU ante Trump”. Casi inmediatamente lo enmarqué mentalmente y lo puse en el muro de titulares extravagantes.

brooks  melania trump

JUEGO CON FANTASÍAS DE LA GENTE: D. TRUMP

Por un extraño proceso de asociación, me acordé de aquella frase que Donald Trump hizo famosa en su libro The Art of the Deal (El arte de la negociación):

“Juego con las fantasías de la gente. Un poco de hipérbole (o exageración) nunca hace daño. La gente quiere creer que algo, o alguien, es de lo más grandioso”.

En este caso, el gobierno de México al que, distintos medios de comunicación, han intentado hacer pasar —de forma voluntaria o involuntaria—, por un gigante de la diplomacia. Por un poderoso cabildero dentro de Estados Unidos. Por un  gobierno con la mano muy larga y con las fuerzas sobradas para liderar, entre la clase política y la sociedad civil de Estados Unidos, un frente común contra Donald Trump y evitar así a toda costa que gane las elecciones de noviembre próximo.

¿Debería ponerse a temblar el candidato republicano ante estos planes del gobierno de México contra su candidatura?. ¿Debería la campaña de Hillary Clinton contratar a los genios del gobierno de México y hacer suyo su plan para cerrarle el paso a su adversario republicano?.

El sólo pensar que el gobierno de México será capaz de torcer la voluntad de millones de electores el próximo mes de noviembre, o de influir en uno de los procesos electorales más inciertos en la historia reciente de EU,  es una invitación al sarcasmo.

En ese universo paralelo que ha conseguido crear Donald Trump en torno a su figura, últimamente no es infrecuente toparnos con ejemplos de ilusos o de oportunistas que han encontrado en Trump la mejor forma de subirse al carro de la notoriedad, o de la trascendencia.

O simple y sencillamente, para tratar de cambiar la conversación y el foco de atención de asuntos más preocupantes en México.

Ahí tenemos el ejemplo del ex presidente, Vicente Fox, quien no dudó en subirse al ring para presentarse como el campeón de los inmigrantes y los mexicanos contra Donald Trump luego de que éste los retratara como criminales, violadores y traficantes de drogas.

También tenemos el caso de quienes, incluso, han llegado a escribir libros para “Frenar a Trump”. O quienes han sugerido campañas anti Trump que les permitirán abonar el terreno de sus aspiraciones presidenciales como independientes en el 2018.

En muchos sentidos, Trump ha conseguido crear una economía de mercado y de expectativas políticas. Un agujero negro que se alimenta de los miedos, de los odios enconados, de la ambición desmedida, del oportunismo craso y de las frustraciones de quienes ven en él la mejor oportunidad para escapar de los pésimos índices de popularidad o para distraer la atención de aquellos escándalos que los han colocado en la lista negra de naciones que violan los Derechos Humanos.

En este sentido, Trump también se ha convertido para el gobierno de México en un formidable pararrayos que pretende utilizar para tratar de escapar de las muchas tormentas que le persiguen últimamente.

Ahí tenemos la tragedia de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa. Ahí está la crisis irresuelta con la CNTE y la pésima forma en que se ha consensuado e implementado una reforma educativa que hoy da tumbos, entre muestras de impericia política, actos de represión y violencia.

Por cierto, ambos asuntos no fueron abordados durante la reciente rueda de prensa de Obama y Enrique Peña Nieto en la Casa Blanca.

Recientemente, Ginger Thompson, ex corresponsal de The New York Times en México, escribió  una columna bajo el sugerente título de “México su peor enemigo”. Su texto habla del ambiente generado en México país por el llamado fenómeno Trump y por la forma en que el gobierno mexicano ha decidido abordarlo desde el frente diplomático para contrarrestar la amenaza que ha llegado con el candidato republicano:

“Los funcionarios gubernamentales (en México) parecen más preocupados por las declaraciones  rimbombantes de Trump sobre el país y sus ciudadanos, como su referencia que identificaba a los mexicanos como “violadores”. Estas declaraciones son, por supuesto, infundadas y ofensivas. Pero ¿cómo puede mejorar la imagen de México cuando sus líderes no pueden demostrar algo de compromiso para terminar con los abusos y la impunidad que preocupan tanto a sus propios ciudadanos?”.

Auch!!!

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MELANIA TRUMP;  “LADY PLAGIADORA”

Pobre Melania Trump. Quien iba a decir que, el día de su cita con la historia, en lugar de perfilarse como la ideal sucesora de una Primera Dama como Jackie Kennedy (a quien ha señalado como su modelo a seguir), se convertiría en “Lady Plagiadora”.

Se supone que el papel de Melania —al igual que lo ha sido para las esposas de los precandidatos presidenciales— era el de mostrar sus cualidades como futura inquilina de la Casa Blanca y, de paso, ofrecer el lado más humano de su esposo, Donald Trump.

En otras palabras, edulcorar el aspecto más belicoso y atrabancado de quien es visto, dentro y fuera de Estados Unidos, como una amenaza en caso de convertirse en el próximo presidente de Estados Unidos.

En lugar de eso, Melania ha pasado a la historia como la mujer que fue capaz de copiar el mensaje que Michelle Obama pronunció en la Convención del Partido Demócrata en 2008.

¿Quien ha sido el responsable de semejante metedura de pata?. ¿Quien se encargó de colocar a Melania y, por extensión, a su esposo, Donald Trump en medio de un situación tan calamitosa y bochornosa?

Paul Manafort, el responsable de la campaña de Donald Trump, se ha defendido como gato panza arriba mientras acusaba a la campaña de Hillary Clinton de estar detrás de esta insidiosa campaña contra Melania:

“Este es un ejemplo de que, cuando una mujer pone en peligro Hillary Clinton, ésta siempre busca la forma la forma de denigrarla y derribarla”, le soltó Manafort a la cadena CNN.

Debbie Wasserman, la presidenta del Comité Nacional Demócrata (DNC), ha recomendado a los responsables de la campaña Trump dejar de buscar culpables en la trinchera de enfrente y “rendir cuentas” por un error que (dicho sea de paso), les ha ofrecido un arsenal formidable arsenal.

En un país como Estados Unidos, donde el plagio es un pecado capital, la vergüenza y el oprobio se convierten en una sombra que te acompaña durante años, sino es que a lo largo de tu carrera profesional. Por ello mismo, sorprende que un hombre como Donald Trump, que se ha presentado a sí mismo como la encarnación de la eficacia y el trabajo bien hecho, haya permitido semejante pifia en el equipo encargado de asesorar a su esposa Melania.

Corey Lewandowski, polémico el responsable de campaña de Donald Trump, que fue despedido “por sacar la peor parte de Donald Trump” durante una encarnizada fase de primarias en la que consiguió que su jefe se peleara con todo el mundo (con los inmigrantes, con los musulmanes, con las mujeres, con la comunidad gay y con los gobiernos de México o China), no ha desaprovechado la oportunidad para tratar de cobrar venganza contra aquellos que consiguieron desalojarle de las Torres Trump como quien se deshace de un perro rabioso:

“Quien haya escrito el discurso (de Melania Trump) tendría que ser despedido”, aseguró Lewandoski con la esperanza de cobrar una víctima de entre quienes fueron sus verdugos.

Más allá del debate sobre un escándalo que perseguirá a Melania durante muchos años, los expertos en intención de voto lamentaban la increíble perdida de oportunidad de la campaña Trump para conseguir que la esposa del magnate redujera durante su presentación estelar la desfavorable percepción del candidato republicano entre las mujeres que representan más de la mitad del padrón electoral:

“Hasta el momento, Trump se enfrenta a una brecha de género realmente grande. En una encuesta de Pew de principios de julio, Clinton adelantaba a Trump por 24 puntos porcentuales entre las mujeres”, opinó Elaine Kamarck, analista de Brookings Institution.

“Lo que hace que esta brecha de género especialmente importante es el hecho de que, en los últimos años, las mujeres han votado en mayor proporción que los hombres. Por supuesto, la candidatura de Trump podría buscar (en noviembre próximo) una mayor participación entre los hombres blancos. Pero, la historia no parece estar de su lado”, añadió Karnak en alusión al creciente peso de las minorías y de las mujeres en el proceso electoral.

Tras la metedura de pata de su esposa Melania, al parecer no sólo la historia no está del lado de Donald Trump. Sino también, la suerte que necesitará para dejar atrás un episodio que ha convertido a su esposa en “Lady Plagiadora”.