Helia Bravo, historia de espinas suculentas


El 117 aniversario del natalicio de la destacada bióloga mexicana. 

  • Toda una vida dedicada al estudio de las plantas; cactáceas su especialidad.
  • Numerosas especies de plantas llevan actualmente su nombre en su honor.
  • Contra su voluntad fue jubilada a los 90 años en plena lucidez de facultades.
  • Faltando cuatro días para cumplir un siglo de vida, falleció la destacada bióloga.

De la Redacción.

El pasado 30 de septiembre se conmemoró el 117 aniversario del natalicio de la maestra Helia Bravo Hollis. Fue una científica y botánica mexicana, distinguida con los títulos de Investigadora Emérita y doctora honoris causa de la UNAM. Casi toda su carrera científica la desarrolló en el Instituto de Biología de la Universidad Nacional Autónoma de México. Fue hermana de la helmintóloga mexicana Margarita Bravo Hollis.

Realizó su aprendizaje básico en la Villa de Mixcoac, Ciudad de México. El despertar de su vocación por los seres vivos fueron las recorridas dominicales, con sus padres. Gracias a su promedio durante la primaria recibió un reconocimiento firmado por el presidente Porfirio Díaz y por el entonces Secretario de Justicia e Instrucción Pública y Bellas Artes, Justo Sierra.

Aunque los conflictos armados de 1914 trastocan a su familia, termina la educación básica y en 1919 comienza el bachillerato.

San Ildefonso (Escuela Nacional Preparatoria), en la ciudad de México, fue para ella un recinto muy interesante, con profesores como: Vicente Lombardo Toledano, Sotero Prieto, Erasmo Castellano, Antonio Caso, Isaac Ochoterena (quien le transmite el interés por las ciencias biológicas).

SE IMPUSO VOCACIÓN

Terminado su bachillerato exitosamente, sigue medicina; pues no existía la carrera de biología en la Universidad Nacional, y tenía presión familiar por esa profesión. Por suerte, se abre Biología, un año después, en la Escuela de Altos Estudios, y pide el cambio. Ahí tuvo profesores como Antonio Caso, Carlos Hoffman, Isaac Ochoterena, Eduardo Caballero, Federico Mulleried.

Luego, en 1931, se gradúa de Maestra en Ciencias Biológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, con la tesis Contribución al conocimiento de las cactáceas de Tehuacán.

Cactus en floración

DESTACADA TRAYECTORIA

Trabajó en zoología, sobre protozoarios de vida libre y no, área en la que publicó nueve contribuciones, de 1921 y 1927, aun siendo estudiante, al lado del profesor Isaac Ochoterena. También formó parte del cuerpo docente de la Escuela Nacional Preparatoria como ayudante y después como profesora.

Fue invitada a colaborar en la Dirección de Estudios Biológicos de la Universidad Nacional que, con el proceso de autonomía universitaria de 1929, es el Instituto de Biología de la UNAM.

En 1930, la nombraron responsable del Herbario Nacional, e incursionó en botánica, con las florísticas regionales y taxonomías en cactáceas. Publicó la primera edición de Las cactáceas de México, en 1937.

En la década de 1950, se reincorporó a la vida académica, como catedrática de botánica en la Escuela Nacional de Ciencias Biológicas del Instituto Politécnico Nacional. Dos años después, se reincorporó al Instituto de Biología de la UNAM. En ese periodo, compartió con la maestra Débora Ramírez Cantú la responsabilidad del Herbario Nacional.

Retomó los estudios florísticos, más en regiones tórridas del oriente de México y taxonómicos en cactáceas. Organizó una colección viva de cactáceas y otras plantas suculentas, con el propósito de registrar cambios durante el desarrollo y evaluar caracteres morfológicos.

Se convirtió en la promotora del Jardín Botánico de la UNAM, fundado en 1959, y que ella misma dirigió durante la década de 1960.

En 1951, fue cofundadora de la Sociedad Mexicana de Cactología.

Se dedicó al estudio taxonómico de cactáceas de México, y avanzó a la región mesoamericana, generando una monografía completa y actualizada. Hizo trabajo de campo y de herbario, y difundió ese conocimiento a través de publicaciones, congresos y conferencias.

SEIS DÉCADAS DE CIENCIA

En su vasta obra hay 60 años de ciencia taxonómica; exploró México, muchas veces con colegas del Instituto de Biología como Maximino Martínez, Eizi Matuda, Leonila Vázquez, Faustino Miranda, Hernando Sánchez-Mejorada y miembros de la Sociedad Mexicana de Cactología.

Hizo registros de variabilidad morfológica de las especies, consultando herbarios nacionales y extranjeros y estableciendo vínculos con colegas especialistas europeos y estadounidenses, como Edward F. Anderson, Lyman Benson, Franz Buxbaum, David Hunt, George Lindsay y Marshall Taylor.

Su obra científica es de más de 160 publicaciones, 60 taxa descritos y 59 cambios nomenclaturales.

Tiene el mérito de haber expandido varios campos de investigación: protozoología, flora acuática (lemnáceas del Valle de México), flora y vegetación de zonas tropicales y áridas (Escárcega, Campeche, Valle del Mezquital y Actopan, Hidalgo) y la taxonomía de cactáceas.

Candelabros de Oaxaca

RECONOCIMIENTOS

La maestra Bravo obtuvo distinciones y reconocimientos nacionales e internacionales. En 1985,3​ la UNAM le otorgó el doctorado Honoris Causa. En el 2000, se le reconoció por su contribución a la flora de Metztitlán, Hidalgo, durante el decreto de formación de la Reserva de la Biosfera de Metztitlán.

ENORME LUCIDEZ

Durante su desarrollo profesional,  a nadie, hasta entonces, se le había ocurrido recorrer palmo a palmo sierras, montañas y desiertos en busca de todas las variedades de cactáceas para clasificarlas, nombrarlas y explicarlas para la posteridad. Sólo con una paciencia y una dedicación extremas era posible un trabajo tan vasto, que la naturaleza le devolvió en forma una lucidez extraordinaria hasta fallecer cuatro días antes de cumplir 100 años.

A la doctora Helia Bravo Hollis, “maestra Bravo” como la conocían sus alumnos y a ella le gustaba que la llamaran, nunca le molestó ni le preocupó ser pionera en una disciplina y en un momento histórico convulso en la historia mexicana, aunque siempre tuvo una gran preocupación por las desigualdades sociales y la situación de su país. Su trabajo se define con la palabra vocación como demuestran estas palabras suyas, llenas también de humildad: “Hice mi trabajo con sentido de responsabilidad ante la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), con amor, con pasión, con coraje; no fue un trabajo con sueldo, fue una grata investigación. A pesar de todo, creo que mi trabajo dejó mucho que desear, pues el conocimiento de las cactáceas no está acabado, siempre se está haciendo”.

vigilantes cactus

PREMIOS APARTE…

El reconocimiento, más allá de títulos, premios y legado incalculable de su obra está en las numerosas especies y subespecies bautizadas con su nombre en su honor, por ejemplo ‘Heliabravoa chende’, ‘Airocarpus bravoanus’, ‘Opuntia bravoanus’, ‘Opuntia heliabravoana’ y ‘Opuntia heliae’, entre otras…

 SUS PRIMERAS PUBLICACIONES

La joven científica publicó su primer trabajo en la ‘Revista Mexicana de Biología’ en 1921. La influencia del profesor Ochoterena fue tal, tanto en ella como en sus compañeros, que no solo les inculcó el amor por la biología, sino que además lo hizo por el gusto por la cultura. De hecho, la primera asignatura del profesor Ochoterena incluía una actividad que era observar la vida de los protozoarios en un caldo de cultivo a base de paja, y Helia se convirtió en una experta en protozoos hasta el punto de publicar ocho obras entre 1921 y 1929 sobre este apartado.

En 1927 Helia Bravo Hollis se convirtió en la primera bióloga titulada de México y, cuando en 1929 la Universidad alcanzó su autonomía y Ochoterena fue nombrado encargado del futuro Instituto de Biología, Helia fue la elegida para formar el herbario y también le encargaron el estudio de las cactáceas, una de las familias de plantas más identificativas de México: cactus, chollas, nopales,… y así más de 700 especies que en su mayoría no existen en ningún otro lugar.

Estrellas en el cielo

RECORRIÓ TODO MÉXICO

Bravo Hollis comenzó así una etapa de viajes para recabar información, recolectar muestras y fotografiar diferentes tipos de cactáceas que culminó en 1931 cuando se graduó como Maestra en Ciencias Biológicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM con la tesis titulada ‘Contribución al conocimiento de las cactáceas de Tehuacán’. A partir de este momento su carrera investigadora resultó imparable, enfocada a la sistematización de plantas y enfocada en los cactus mexicanos. En 1937 publicó su libro ‘Las cactáceas de México’, que la situó a la vanguardia de ese campo investigador en todo el mundo.

En otoño de 1951 se fundó la Sociedad Mexicana de Cactología con Helia Bravo Hollis como presidenta y con el doctor Meyrán como editor de la revista ‘Cactáceas y Suculentas Mexicanas’, que publicó su primer número en junio de 1955. Sus miembros realizan un intenso trabajo de campo y con todo el material recogido contribuyeron a la fundación del que en la actualidad es el Jardín Botánico de la Universidad Nacional Autónoma Mexicana (UNAM). A lo largo de la década de 1960 la doctora Bravo dirigió los jardines con pasión y fue muy respetada, hasta el punto de que incluso se dice que pagó a los trabajadores de su propio bolsillo cuando una huelga los dejó sin salario.

Belleza de cactos

JUBILADA A LOS 90 AÑOS

A los 90 años, con un gran disgusto como ella mismo expresó, y en plena lucidez, se jubila: “Me retiran de trabajar en el Instituto de Biología a los 90 años, impedida por una dolorosa artritis que me impide caminar”.

En total, la doctora Helia Bravo Hollis publicó casi 170 artículos, dos libros, describió 60 clasificaciones científicas y realizó 59 revisiones de nomenclatura. Recibió numerosos premios y reconocimientos, incluidos el Cactus d’Or de la Organización Internacional de Suculentas, un doctorado honoris causa y un Premio Investigador Emérito en la UNAM. Sus trabajos recibieron la aclamación mundial de colegas biólogos y botánicos y en la actualidad seis especies y una subespecie de cactus llevan su nombre.

ULTIMOS Y FRUCTIFEROS AÑOS DE SU VIDA

Asimismo, el Jardín del Desierto, dentro del Jardín Botánico de la UNAM, lleva su nombre, al igual que un jardín botánico y una colección de cactus en Zapotitlán de las Salinas, en el estado de Puebla. En el año 2000 también se creó una Reserva de la Biosfera en Metztitlán, en gran parte gracias al trabajo investigador que realizó en esa zona.

En los últimos años de su vida se dedicó a la pintura, y lo hizo reflejar paisajes que recordaba de la infancia “para que ustedes, ya en otro siglo, conozcan cómo fue nuestra preciosa ciudad”, aseguraba.

Bisnaga

Falleció el 26 de septiembre de 2001, en medio de los preparativos de lo que iba a ser, cuatro días después, la celebración de su centenario y destacando siempre su lucidez. Su mérito, además de ser pionera en la Botánica mexicana y en el estudio y clasificación de los cactus, se extiende a otros campos de la Biología a nivel mundial, ya que también destacan sus investigaciones en campos de la protozoología, la flora acuática, la flora y la vegetación de zonas tropicales y áridas.