Gran Angular Oaxaca, Guerrero y las elecciones2018


EPR y conexión con lo que ocurre actualmente en Oaxaca

México camino hacia el bipartidismo con miras hacia 2018

 Raúl Rodríguez Cortés

Este domingo, si no hay cancelación por inseguridad y violencia en algunas partes del país, deberá estar transcurriendo la elección federal intermedia que aquí en Oaxaca, al igual que en el resto del país, elegirá la Cámara de Diputados, pero que en Guerrero y  otros ocho estados, también renovará gobiernos locales.

¿Por qué referir en específico a Oaxaca y Guerrero? Porque son los estados en los que hay claros focos de desestabilización violenta, que en estos momentos bien podrían estar boicoteando ya los comicios.

La sección 22 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), parte fundamental de la disidencia magisterial congregada en la Coordinadora (CNTE), ha escalado hasta el boicot electoral su oposición a la Reforma Educativa e intensificado su activismo desde diez días antes de los comicios

Lo que ahora ocurre con la Sección 22 de Oaxaca viene de tiempo atrás y forma parte de un proceso que, en su capítulo más reciente, viene de nueve años atrás y sugiere es trabajo del EPR, acaso la guerrilla mejor articulada del país, con un cambio de estrategia que si bien no anuló la vía armada para derrocar al gobierno y tomar el poder, se abrió a la creación, en un bueno número de estados, de organizaciones de masas hoy movilizadas como fachada.

 

LA APPO Y EL ARRIBO DE LA PFP A OAXACA

Pero vayamos por partes y ubiquémonos el 29 de octubre de 2006. Ese día, después de cinco meses de un conflicto derivado de una pésima negociación salarial con los maestros de la Sección 22 y la abierta confrontación entre el gobierno de Vicente Fox y el de Ulises Ruiz, fuerzas federales, por momentos rebasadas, entraron al Zócalo de Oaxaca, rompieron las barricadas de la recién conformada APPO y pusieron fin a los que muchos definieron como una insurrección popular.

La Sección 22, en efecto, fue punta de lanza con su negociación salarial pero, a partir de sus protestas, hicieron confluir en una sola entidad, la APPO, a un bueno número de organizaciones sociales populares oaxaqueñas, que tomaron como bandera el derrocamiento de Ulises Ruiz, objetivo que estuvieron a punto de conseguir pero que finalmente no lograron.

El EPR, para entonces, había infiltrado a la Sección 22 y a la APPO, para tomar el mando ideológico y estratégico de aquel movimiento. En su momento algunos se dieron a llamar fracaso lo que, al final del día, había sido un experimento, más bien exitoso del EPR, en la aplicación de la estrategia de guerra de guerrillas urbanas.

Fuentes de inteligencia documentaron en su momento que al frente de aquella operación estuvo el llamado comandante José Arturo, integrante de una de las familias fundadoras del EPR y que en realidad se llama Constantino Alejandro Canseco Ruiz.

Y el experimentó Oaxaca siguió ahí mismo, en ese estado, y se ha extendido a otros como Guerrero, Chiapas, Hidalgo, Jalisco, Michoacán, Morelos, Puebla, San Luis Potosí y la ciudad de México.

Parte de la estrategia ha sido conformar cada vez más frentes abiertos o de masas (que eso son ahora la Sección 22, la CNTE, la CETEG y otras), que operan como fachada de la guerrilla que es la que marca los objetivos ideológicos y estratégicos. Guerrero, a su vez, y aquí entrada el segundo estado referido al principio de estas líneas, ha sido el lugar de la formación (acaso escuelas normales) y el entrenamiento (campamentos guerrilleros) como brazo táctico-operativo de la guerrilla.

Ésta, por lo demás, se dedicó con éxito a reproducir el esquema de la APPO (conformada por 23 organizaciones y 17 asambleas populares) en los estados referidos, para darle a la pretendida insurrección popular una dimensión nacional.

 

HASTA LLEGAR AL CASO AYOTZINAPA

En el transcurrir de esos nueve años, un factor de confluencia de todas esas organizaciones conducidas por el EPR, fue la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa, en septiembre pasado. Esa bandera ha encontrado en la actual coyuntura electoral, un peligroso detonado: el boicot a las elecciones de este domingo.

Ya habrá oportunidad de revisar cómo transcurrió la jornada electoral. Es muy poco probables que sin incidentes violentos, aunque no de tal calado que implicaran la anulación de las elecciones en regiones o estados.

Pero el asunto no parará ahí. Deberá transitar también la parte pos electoral, la de los conflictos inevitables que llegarán a tribunales y, en ese período, el de la estrategia llamada “Junio Negro” que, según advirtió el CISEN a los gobernadores, ha sido puesta en marcha por grupos anarquistas que, a no dudarlo, son también organizaciones fachada de la guerilla.

 

MÉXICO HACIA EL BIPARTIDISMO

En veintiséis años (1989-2015) los políticos han hecho nueve reformas constitucionales en materia electoral. No hay país en el mundo con semejante marca. Pero los legisladores mexicanos están convencidos de que una triquiñuela electoral se resuelve o evita con cambios a la ley. Y así se la llevan hasta el infinito,  de crisis en crisis electoral, hasta que se hace necesaria otra modificación a la ley que volverá a ser insuficiente y necesariamente modificada.

Pero esa dinámica de chanchullo- reforma, forma parte, en el fondo, de la construcción de un modelo esencialmente bipartidista definido y planeado desde 1989 por el gobierno, priista, de Carlos Salinas de Gortari, que continúa en desarrollo y acaso tenga una expresión clara en las elecciones presidenciales de 2018.

Con urgencia legitimadora, pues no se olvide que Salinas le robó la elección al reformista Cuauhtémoc Cárdenas en 1988, aquel PRI del “triunfo contundente e inobjetable” que nadie le creyó, acordó con un PAN más pragmático, menos amarrado a sus principios originarios y ya dominado por grupos empresariales norteños que impusieron la candidatura presidencial de Manuel J.Clouthier, el plan que llevara al modelo bipartidista.

De aquel acuerdo vino la legitimación del gobierno de Salinas por parte de un partido que al igual que la izquierda había reclamado fraude en la elección, el primer gobierno estatal panista (Rufo en Baja California), las concertacesiones en estados como Guanajuato y una suficiente de votos en el Congreso elegido en 1991, que facilitó reformas como la que avaló las  asociaciones de capital privado con ejidatarios, la que reconoció a las Iglesias y la que  permitió la educación religiosa en las escuelas privadas, entre otras.

Aquella alianza PAN-PRI llevó a la alternancia y, en principio, al modelo bipartidista deseado por ambas fuerzas, lo que se concretó con los gobiernos de Fox Calderón que impidieron, a toda costa, el eventual triunfo de la izquierda representada en el PRD y candidatos-caudillos como Cárdenas AMLO.

En el trayecto, las diferencias políticas e ideológicas de tricolores y albiazules se fueron desdibujando hasta ya casi no existir. Los dos partidos se volvieron lo mismo aunque las élites ven en ellos la opción del bipartidismo y la alternancia, y saben que representan y defienden sus intereses. La verdadera oposición, durante los gobiernos panistas, la ejerció el PRD en aquellos años.

 

EL PRD DE NUESTROS DÍAS

Hoy, con el cuento chino de la izquierda moderna y dialogante, ese PRD dejó de ser la izquierda o de representarla electoralmente. Hoy, con Los Chuchos al frente es una organización burocrática y fantasmal que recibe a manos llenas del gobierno, tras sumarse con PRI y PAN en el Pacto con México para avalar la privatización del petróleo y otras de las tan cantadas reformas estructurales.

En ese contexto no es descabellado plantear estos dos asertos lamentables:

  1. Que el PAN y el PRD no tienen futuro sin el PRI y de ahí que se infiera que la suma de esas tres fuerzas será la que apuntale a una de las opciones bipartidistas consecuencia de aquel acuerdo de 1989.
  2. Y que la otra opción será la que eventualmente pueda hacer confluir Morena en la figura caudillista de López Obrador, apoyado por otras pequeñas fuerzas políticas de signo similar y sectores inconformes del panismo, priismo y perredismo. Sus posibilidades se fortalecerían si esta opción tomara como causa propia la de los movimientos sociales, a los que tanto miedo le tienen los partidos políticos, incluyendo los de la izquierda.

Esa confrontación bipartidista, claramente ideológica, se podría ver tan pronto como en 2018, en las elecciones presidenciales.

Habrá quienes vean como algo natural y redituable que México camine hacia el bipartidismo, lo que por supuesto es respetable. Pero hay otros que vemos en la pluralidad y en la diversidad, el verdadero sustento de una vida democrática.