Gabino, el eterno sometido


Raymundo Riva Palacio (Eje Central)

1er. TIEMPO: Siempre, dubitativo y pusilánime. La verdad, para todos los que recuerdan a Gabino Cué como subsecretario de Gobernación cuando el presidente era Ernesto Zedillo, era un político muy prometedor. Serio y con una sólida formación académica, había sido introducido en la política por dos zorros oaxaqueños, Jesús Martínez Álvarez, gobernador interino de Oaxaca a mediados de los 80’s, y Ericel Gómez Nucamendi, dueño del diario Noticias. Otro nativo lo adoptó, Diódoro Carrasco, que lo integró primero en su gobierno en el estado y lo llevó con él a Gobernación. Lo impulsó para llegar al Senado y más adelante formó parte de la red que con el apoyo del presidente Felipe Calderón, y de quien lo tachaba de espurio, Andrés Manuel López Obrador, llegó a su destino. Su llegada a la gubernatura había sido fabricada a mano. La trabajó con Movimiento Ciudadano, en ese entonces llamado Convergencia, que ayudó a fundar Martínez Álvarez, y con López Obrador, que le tenía gran cariño. No tenía la mano del PRI, pero una mañana fría en el hotel Four Seasons de la ciudad de México, le pidió consejo a quien era su líder en el Senado, Manlio Fabio Beltrones. “Busca a Gómez Mont”, le recomendó. Cué buscó a Fernando Gómez Mont, en ese entonces secretario de Gobernación, que lo llevó con Calderón. Fue candidato de una alianza que expulsó al PRI del gobierno, que encabezaba Ulises Ruiz. No tardó mucho en comenzar a decepcionar a todos. La luna de miel con la izquierda que lo ayudó a llegar al poder y con la que actuó de la mano en contra de Ruiz, rompió con él 60 días después de llegar a la gubernatura, al decirse traicionada. Los maestros disidentes, con quienes caminó durante un largo tramo de su vida pública, protestaron cuando entregó posiciones claves en el gobierno a la maestra Elba EstherGordillo, en ese entonces líder magisterial. Estaba haciendo agua por lo que recurrió una vez más a su mentor Álvarez Martínez para rescatar su gobierno. Sin embargo, la actitud dubitativa y a veces pusilánime con la que gobernaba, sus ausencias e indecisiones, terminó con su paciencia y renunció a la mitad del gobierno, momento en el cual comenzaría el desplome total. Era abril de 2013.

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2º.TIEMPO. Las hipocresías del gobernador. La Reforma Educativa fue la de mayor consenso nacional de todas las emprendidas por el presidente Enrique Peña Nieto. Afectó al sindicato magisterial y su líder, Elba Esther Gordillo se fue a la cárcel. Pero su enemigo histórico, la Coordinadora Magisterial, no sufrió en sus liderazgos, los principales, en la Sección 22 en Oaxaca. La protesta contra la reforma fue incendiaria en la trinchera de la disidencia y se extendió de manera asfixiante a la Ciudad de México. La Sección 22 mudó sus protestas masivas a la capital federal y Cué, que apoyaba la Reforma de palabra, financiaba en los hechos a los maestros. El gobernador les dio los recursos para el primer envió de la rebelión. Salarios y un bono de arranque antes incluso de iniciar clases. El dinero por debajo de la mesa a la Sección 22, para trasladar la protesta lejos de Oaxaca, causó una molestia en el centro, proporcional al trastorno causado en la Ciudad de México. “Se tendría que abrirle un proceso de destitución en el Congreso local por ser uno de los responsables directos de todo lo que ha sucedido”, dijo en ese entonces una alta fuente gubernamental. “No tenía de otra”, justificó uno de los políticos que asesoraba al secretario de Gobernación. Era la dualidad dentro del gobierno de Peña Nieto en donde Cué aprovechaba las contradicciones. “Si no lo hace, acaban con él en Oaxaca”, decía el asesor en aquél momento. El gobernador navegó en las dos aguas hasta el año pasado, cuando el entoncessecretario de Educación, Emilio Chuayffet, lo acusó de no gobernar en materia de educación y de ser rehén de la Coordinadora magisterial, a la que la dejaba hacer lo que quería. No pasaron de ser escaramuzas verbales las de Chuayffet, que ya iba de salida. Pero los apoyos a Cué dentro del gobierno federal perdieron fuerza. El gobernador tuvo que respaldar lo que no quería hacer: que el Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca, fuera tomado por el gobierno y que desalojaran a los maestros. Ahí, se puede decir, finalizó su gobierno.

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 3er. TIEMPO: Del sometimiento ¿a la cárcel? El vapor no le duró mucho a Gabino Cué en la gubernatura de Oaxaca. Cuando se acabó su alianza con la maestra Elba Esther Gordillo y rompió con su mentor Jesús Martínez Álvarez, se entregó a quien había conocido en la Secretaría de Gobernación como el operador financiero del titular de aquella época, Diódoro Carrasco. Era Jorge Castillo, un político-empresario de familia acaudalada y buen trato, quien era el hombre de Cué en la Ciudad de México pero, sobretodo, quien era el poder real en Oaxaca. Cué le delegó todo mientras despachaba en restaurantes y hoteles en la capital federal. Como antes se había sometido a otros, en la parte final de su administración se entregó totalmente a Castillo, y construyó una alianza con Ulises Ruiz, a quien trató de tirar como gobernador en 2006, para impedir que el hijo de otro gobernador, José Murat, llegara al poder. Otra decisión equivocada, sacó los esqueletos del clóset. Contra Alejandro Murat, candidato del PRI, puso al ex priista José Antonio Estefan Garfias, que fue secretario general de Gobierno cuando Carrasco fue gobernador en Oaxaca, e hizo a un lado al senador Benjamín Robles, que quería la candidatura, sin que él o Castillo sanaran sus heridas. Robles se vengó. Denunció ante la PGR a Castillo por enriquecimiento ilícito, corrupción y tráfico de influencias, y dijo que amasó una fortuna de dos mil millones de pesos durante el gobierno de Cué. La investigación sigue su curso y la telaraña de Castillo está atrapando a Cué. La investigación en su contra puede saltar en cualquier momento hacia el gobernador, cuya acción de doblegarse ante el presidente Enrique Peña Nieto en el final de su gobierno, puede ser inútil. La corrupción es una epidemia que el Presidente necesita cortar y Cué puede ser una buena ficha. Les jugó a las contras durante un largo tiempo y pagó mucho de la desestabilización que sufrió el gobierno. ¿Por qué cuidarlo? Las acusaciones en la PGR tienen mucha solidez y, sobretodo, un gran fondo que en cámara lenta se va iluminando.