El travestismo político de Donald Trump


J. Jaime Hernández y David Brooks/La Jornada

 Una sola frase empleada por los periodistas de The New York Times podría resumir el encuentro del presidente electo, Donald Trump, con el consejo editorial de ese periódico:

“La entrevista mostró la volatilidad del señor Trump en sus posiciones”.

En cristiano: Donald Trump va a cambiar de postura según le convenga a sus intereses.

Experto en mercadotecnia, Trump ha aprendido lo que desde hace mucho políticos de dilatada experiencia ya sabían: en el mundo actual, la diferencia entre un candidato a la presidencia y un presidente electo es la etiqueta que cambian a conveniencia, para resultar más atractivos en ese aparador de temporada donde desfilan las expectativas que casi nunca son cumplidas.

A manera de ejemplo, y como lo ha consignado nuestro corresponsal, David Brooks, los súbitos cambios de Trump en sus promesas de buscar el procesamiento de Hillary Clinton por el uso indebido de información clasificada a través de un servidor privado de internet.

O su sorpresivo cambio en el uso de la tortura que prometió durante su campaña contra los sospechosos de actividades terroristas, pero que ahora abandona ante ese selecto grupo de periodistas que no han dejado de denunciar sus posiciones extremas.

En medio de este espectáculo de travestismo, millones se preguntan hoy: ¿Quién es realmente Donald Trump?

Julian Zelizer, autor del libro “The Fierce Urgency of Now”, ofrece una posible respuesta:

“Lo que vamos a ver a partir de ahora es la forma en que la gente que apoyó a Trump durante las elecciones le seguirá siendo fiel. Lo que no está muy claro, es que Trump les será fiel a todos ellos”.

En el mundo de la política en Washington, donde el cinismo es la moneda de cambio, todo el personal sabe que una cosa es lo que se promete en tiempos de campaña, y otra muy distinta la que se cumple cuando asumes las riendas de la nación.

En su libro “El arte de la negociación”, Donald Trump ofreció una fórmula de 11 pasos para tener éxito en los negocios. Una de las recomendaciones establece la importancia de “conocer tu mercado”.

Como el experimentado dueño de una tienda de abarrotes, Donald Trump tantea hoy su mercado. Escucha a sus aliados, pero sobre todo, a sus adversarios. Como el presidente Barack Obama, quien ya le advirtió sobre el riesgo de querer gobernar sólo en beneficio de aquellos que votaron por ti.

O como el ex gobernador de Massachusetts, Mitt Romney, quien le advirtió sobre el riesgo de caminar al lado de nazistas y extremistas a lo largo de su campaña. Unos extremistas que, por cierto, le ayudaron a reagrupar el voto del hombre blanco y poco educado que le catapultó a la presidencia.

Quizá, por ello, Mitt Romney se encuentra hoy en la lista corta de quienes pueden convertirse en el primer Secretario de Estado de la era Trump. Lo mismo ocurre con la gobernadora de Carolina del Sur, Nikki Haley, la primera mujer hija de inmigrantes de origen hindú que conquista una gubernatura por el partido republicano, y que se ha convertido en la próxima representante de EU ante la ONU.

Aunque la elección de estos dos políticos, en muchos sentidos en las antípodas de Donald Trump, ha caído como una patada en los dientes de algunos de los aliados más radicales del presidente electo, su designación deja entrever el deseo de Trump de equilibrar su gabinete tras la designación de extremistas como el senador por Alabama, Jeff Sessions, como su futuro Procurador General; o el nombramiento de Steve Bannon, un extremista de conocidas credenciales neonazis, como su jefe de gabinete.

En medio de este espectáculo de travestismo y de bandazos que sorprenden a propios y extraños, muchos se siguen preguntando si acaso la presidencia de Donald Trump será capaz de llegar a puerto seguro llevando a bordo de la misma embarcación a colaboradores que solo tienen en común su visión contrapuesta del mundo.

Muchos se preguntan si, acaso, la designación de políticos moderados en su gabinete será suficiente para mantener a raya a sus viejos demonios extremistas y sus conocidas tendencias racistas.

¿Cuál será el Donald Trump que prevalecerá al final?

Sólo el tiempo lo dirá …

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