El diluvio: Termina el mundial; comienza la realidad


Sentimientos encontrados entre seguidores del Tri
  • Esperanzas de mexicanos cada 4 años en el deporte; cada seis en la política.
  • Director técnico, primero en el altar, tras resultados, a punto de ser “colgado”.
  • Respecto a AMLO se olvidaron viejas rencillas, insultos y diatribas del pasado.
  • Iniciará presidente electo Campaña de desempleo dentro de la alta burocracia.

Rafael Cardona 

La esperanza, todos lo sabemos, es una virtud teologal, junto con la fe y la caridad. También es un  ave oculta en la oscura caja de las desgracias sueltas por el mundo, cuyo vuelo final nos hace creer en la posibilidad de conjurar males y tragedias. Una paloma.

La esperanza es creer en el futuro y en ese sentido se vuelve tanto un anhelo, como un  consuelo.

La esperanza es el refugio de los desesperados y de quienes piden milagros al cielo. Es creer en lo imposible, como la curación de los enfermos o la repentina inteligencia de los idiotas. Muere al final, pero tiene capacidades de resurrección. Fénix es también la ceniza de la esperanza.

ACTITUD CÍCLICA

Es un  sentimiento, una actitud y un hábito.  Los mexicanos la sentimos cíclicamente cada cuatro años, en un asunto deportivo, y cada seis en materia política.

Cada cuatro años soñamos con el Director Técnico (argentino, sueco, mexicano, colombiano, croata o marciano si se pudiera), cuyo talento haga jugar a los “ratones verdes” como si fueran gigantes verdes.

Y ganamos un  juego o dos, le ponemos un gol en las redes al campeón mundial (vacío y eliminado) y entonces alzamos el altar antes de tener al dios. Somos teogónicos.

La iglesia vacía se nos llena de milagros no ocurridos y dos fechas más adelante queremos colgar de un árbol  al técnico cuyo trabajo nos hundió en otra noche triste, en el lugar de siempre, en la eterna condena de la mediocridad deportiva.

Sucede cada cuatro años en busca del “quinto partido” (la mediocridad nacional nos compele a no pensar en el sexto o más allá; el quinto basta y sobra),  y cuando la ansiada, soñada y anhelada meta no se alcanza, entonces el amor se desliza por la delegada línea junto al odio, y abominamos de aquello antes amado, adorado, venerado.

Ya nadie le lleva serenata a Osorio y los héroes efímeros son abucheados en el aeropuerto cuando llegan cargados de vergüenza y caras largas.

Y cada seis años, con los limpios aromas del estreno, la dicha esperanzada sale por las calles en interminables muestras e adhesión y júbilo por el nuevo presidente cuyo verbo (siempre el verbo), nos ofrece la redención nacional tan ansiada, etapa feliz de nuestra acongojada existencia de nación pobre, injusta e ignorante, cuyos dones serán redescubiertos y aprovechados para convertirnos en realidad en esa nación en la cual siempre hemos creído.

Fanatismo en su máxima expresión

La vacía cornucopia por fin se llenará de frutos y manjares y todos, los buenos y los asesinos; los campesinos y los obreros;  los curas y las putas; los estudiosos y los zafios; los perfectos y los dañados; los sanos y los enfermos, todos cantaremos en el coro celestial de la dicha mexicana y seremos por fin la tierra imaginada tantos siglos,  y el águila se comerá de una vez por todas a la maligna sierpe y el vuelo de su plumaje se alzará por encima del lodazal de los lagos muertos.

Toda la semana hemos visto el idilio del triunfo inalterable de Andrés Manuel con el pueblo consagratorio. Su camioneta viajaba por la ciudad como si se tratara del vehículo vaticano. No era el Papamóvil blanco; era el ”Pejemovil”.

Por el cielo lo seguían helicópteros artillados con cámaras de TV en vuelo circular sobre el hotel de su equipo, junto a la añeja y pepelaca Alameda Central de mustias jacarandas; lo miraban en el Zócalo todos los ojos de todos los canales y lo seguían incesantes motocicletas por la Colonia Roma y la calle Chihuahua, ahí casi junto a Monterrey donde  una estación terrena mira al aire con su plato blanco, y los menesterosos (junto al poder todos se vuelven menesterosos, pues algo han menester de la voluntad  poderosa), llegaban a pedir, pues la fiesta del poder siempre ofrece la migaja de la dádiva.

Las caras largas en el Ángel

Y en esta semana llamaron la atención los ritos de la unanimidad.

Si la elección se ganó por mayoría aplastante, el volumen (por encima de las expectativas hasta de los ganadores), uniformó las respuestas y las actitudes posteriores. En la fila anhelante de los parabienes, las felicitaciones y el oportunismo, no hubo ni colores ni distinciones de clase.

A nadie le importan las viejas rencillas, insultos y diatribas de ayer en esta hora luminosa en la cual todo se festeja, todo se celebra y en todo se ha olvidado.

No se critican ni se advierten los pequeños indicios de frivolidad como la irrupción de la ubicua Belinda quien de Dos Santos pasa a Silvano Aureoles, el desaparecido gobernador (dizque) perredista cuyo destino quedó voluntariamente aliado con el fracaso electoral de José Antonio Meade, y ahora pizpireta y dispuesta, se coloca al lado de Marcelo Ebrard para anunciarnos su nombramiento como Secretario de Relaciones Exteriores, pues mucho de eso sabe en especial por su autoexilio parisino y gringo de los últimos años, cuando la prudencia lo puso a  salto de la mata frente al escándalo de la Ruta o línea 12 del dorado Sistema de Transporte Colectivo, hoy convertido en carcacha remendada para la cual no se piensa si no se es como una tarifa subsidiada eternamente en grandísimo agujero sin  fondo del primer programa universal de transporte casi regalado. Cinco pesos, los cuales no son nada en aire líquido de las finanzas reales. Apenas un “quarter”.

Marcelo Ebrard, activista voluntario en la campaña de  Hillary Clinton. Marcelo Ebrard, sentado a la mesa de interminables juntas con Giuliani el abogado de Donald Trump cuya habilidad le permitió lo mismo un programa de seguridad para el DF de en tones (inútil, obviamente) o comprar el silencio de Stormy Daniels, llenándole el buche con caso un cuarto de millón de dólares. Y eso, sin grabar ni un minuto más de porno.

Martha Bárcena

La frivolidad cabe en todas partes. En las canciones familiares grabadas, producidas y difundidas ahora y en la hora futura, o en el aprovechamiento (como siempre), de la fama de deportistas y actores o actrices de la TV para conseguir puestos menores en las cámaras o hasta un deplorable gobierno estatal en Morelos, estado republicano asolado en los últimos años (digamos cien…) por la mediocridad de ineptos y rapaces y en el futuro gobernado quien  sabe por quién, pero con la fachada siempre llamativa de Cuauhtémoc Blanco.

Pero si la apabullante victoria electoral es cualquier cosa, menos garantía de éxito, también es cierta la posibilidad de echar mano de una fuerza omnipresente (congresos estatales, gobiernos locales, cámaras legislativas, medios controlados); para brincarse los límites alguna vez imposibles cuando existe el equilibrio (hoy desaparecido), entre los poderes.

Nadie puede acusar al futuro gobierno de autoritario, pero nadie puede negar su posibilidad de usar todo el poder acumulado en el momento necesario. “El poder –dijo Malraux–, no consiste en matarte, sino en convencerte que te puedo matar”.

En fin, estos serán meses de observación y preludio. Hasta ahora, la campaña sigue, con algunos indicios de cómo vendrá el vaivén de las decisiones y con el mismo discurso de cuarto o cinco dogmas reiterados.

Andrés Manuel López Obrador en el pejemovil

DELGAZAR LA BUROCRACIA

El adelgazamiento administrativo, la eliminación  de puestos, el cese a compensaciones, bonos, pagos extraordinarios; gastos de representación, viajes, boletos y demás prebendas tan frecuentes en la alta burocracia, es una idea individual cuya puesta en práctica es un acto de autoridad, la autoridad genuina derivada de un a votación abrumadora, por lo tanto nadie podrá decir, Andrés Manuel impone su voluntad; no, de ninguna manera, actúa de acuerdo con una consulta interminable desarrollada a lo largo doce o quince años, por lo menos, en la cual todo mundo lo escuchó anunciar estos afanes y a final de cuentas lo autorizó para llegar al puesto desde donde lo podría hacer realidad.

Si, el 53 por ciento de los electores son el medio mundo de nuestro país.

Pero eso no significa sino la forma democrática de llegar al autoritarismo.

Marcelo Ebrard

La fábrica de cesantes ya ha sido puesta en marcha y ahora el gobierno comenzará no con un  plan de empleo, sino de desempleo. El gobierno ha decidido cesar en su función de primer empleador nacional. Lo seguirá siendo, de todos modos, pero la burocracia, sobre todo la de cuño sexenal; los nuevos funcionarios llegados con el nuevo gobierno, no serán beneficiados de la caja abierta de todos los  privilegios.

Tampoco serán contratados parientes, excepto, claro cuando sea parientes del Presidente, como en el caso de Martha Bárcena, quien  es esposa del embajador Agustín Gutiérrez Canet,  tío de la señora Beatriz Rodríguez Mueller y ex embajadora en Turquía, acomodada en el equipo de trabajo de la reunión con los halcones de Donald Trump quienes le pusieron a México las peras a veinticinco, en la apabullante visita a los empleados de Juan Trump.

Pero nada de eso puede ser señalado como falta a la palabra. Andrés Manuel lo ofreció todo, y más, durante la larguísima campaña y los electores le creyeron y le pusieron en las manos la mayor capacidad de poder concentrado en una sola persona desde mucho antes de la mitad del siglo pasado, no es culpa suya, si culpas hubiera.

Belinda

En todo caso es un  triunfo, un  enorme triunfo, aun cuando ya sabemos lo peligroso de subir a un hombre, a cualquiera, a tan elevadas cumbres donde la realidad  ser distorsiona y se aprecia distinta.

Vender aviones, cancelar reformas, desparecer cuerpos castrenses de necesidad logística y de organización con  la Casa Presidencial cerrar la casa misma, hacer cola, caminar por la acera, etc., son ofertas de campaña seductoras y  nadie se puso a pensar en la consecuencia inconveniente de ponerlas en práctica.

Hoy el cese les toca a la puerta a miles de personas quienes no disfrutaron jamás las mieles de la mafia del poder. Empleados simples de mediano acomodo quienes se irán a vivir en  el tan temido error de aquel infierno descrito por Garizurieta, vivirán equivocas pues quedarán fuera del presupuesto.

En la tiranía un  hombre se puede equivocar sin preguntarle a nadie. Y todos callan.

En la democracia un hombre se puede equivocar después de preguntarles a todos.

Así son las cosas.