El Diluvio: Residuos corporativos; el poder formal, el poder real


Ricardo Anaya

Rafael Cardona

Obviamente la lucha política no es sino la persecución del poder, pero a estas alturas de la “evolución” social y el “libre” juego democrático, nos deberíamos preguntar con una cierta sinceridad, o al menos ecuanimidad, ¿cuál poder?

¿Poder para administrar o poder para mandar?, pues como decía Don Quijote, buena cosa es mandar y ser obedecido, ¿o  poder para  interpretar y acatar otras voluntades y actuar como ellos quieren?; lo cual ya nos lleva a eso de mandar obedeciendo, idea luminosa en el catálogo de las buenas conciencias capaces de sacrificarlo todo por el fulgor de una bonita frase.

Poder para no poder han dicho de algunos febles gobiernos.

El presidente propone y el Congreso dispone dijo Vicente Fox antes de tirarse en la hamaca sexenal y dejarlo todo a la Bartola y vivir siempre a la trompa talega, sin voluntad, sin tino.

Hasta hoy los candidatos ofrecen una misma cara. Ninguno diría como Roa Bastos, “¡Yo!, el supremo. Ni tiranos ni banderas, don Ramón.

Tienen  todos una idéntica actitud de obsecuencia (quizá fingida) y un visible (y falso) deseo de halagar a quien se les ponga enfrente ( o frente a quienes ellos eligen como audiencia para sus fantasías y ofertas).

Eso les han  dejado las leyes electorales de la corrección política, la equidad y hasta las candidaturas independientes cuyos resultados serán mínimos, muy mínimos, pero suficientes para desequilibrar los platillos en la balanza de un empate.

Veamos al pasado.

El libro se llama “Entre Dios y el Rey; la República”. Lo hizo Annick Lempérière y en él se analizan las estructuras del poder en el México novohispano, entre los siglos XVI y XIX; la organización de los gremios como cimientos de la autoridad y a menudo los choques entre los elementos corporativos de la sociedad y la forma de ejercer la autoridad y administrar los intereses.

Había un equilibrio entre el virrey, el tribunal de audiencia, el cabildo y las agrupaciones (gremios y corporaciones, hermandades, el clero  y cofradías), cuya concurrencia determinaba (mediante una “infalible” interpretación), las actuaciones a favor del interés del público. Pero la base de todo era la organización católica, monárquica, corporativa.

Vicente Fox

¿CUÁNDO INICIARON LAS INCONFORMIDADES?

En el siglo XX, el de la revolución Mexicana, las corporaciones fueron asimiladas por las organizaciones políticas, se convirtieron a veces en apéndices, a veces en herramientas de los clubes y partidos políticos. La conformación del Partido Revolucionario Institucional en sectores, dándole a esta palabra el sentido de partes representativas sin cuya cohesión el cuerpo entero perdía funcionalidad y hasta viabilidad.

Ese corporativismo funcionó mientras todos los componentes lograban la satisfacción de sus necesidades y a veces hasta la concesión de sus prebendas. Cuando no hubo forma de satisfacerlos a todos, especialmente a quienes habían quedado relegados en el reparto inicial, los inconformes descubrieron las fallas del sistema, criticaron el autoritarismo y comenzaron la pugna contra el modo de concentrar y repartir el poder dentro de un mismo aparato político: el PRI.

Cuando ese sistema de inclusión y distribución llegó a su fin, por presiones internas y externos de cuya naturaleza ahora no hay tiempo para analizar a fondo, ocurrió el desmantelamiento de las grandes centrales obreras y al desaparecer la organización ejidal se hundieron las representaciones campesinas, mientras los grupos adheridos a una confederación de organizaciones populares comenzaron a desprenderse por la extinción de las formas únicas de asociación y hasta de voto colectivo.

El PRD (ya casi desaparecido) asimiló y se apropió de toda esa estructura y  ese modelo. Después de corromperlo (si se pudiera) hasta el extremo ahora lo cede (involuntariamente) a Morena.

La libertad individual sueño de todos liberalismo, choca contra la rancia fórmula del interés colectivo. Por eso se acabó con el sindicalismo, el cooperativismo y otras formas  de defensa y funcionamiento, en eras del individualismo.

De individuo solidario pasamos al individuo solitario.

Así ocurrió, en términos generales,  desde el siglo XVII:

“…Cualesquiera que fueran, territoriales o asociativas, las colectividades sólo se reconocían en el gobierno de turno, cuando era capaz y estaba en disposición de dirimir sus conflictos y respetar sus libertades. En otras palabras,  la inestabilidad resultaba de la imposibilidad de unificar, en el mismo momento y alrededor de un proyecto común, el mosaico de corporaciones y comunidad es que componían el cuerpo político…”

Pero el corporativismo sólo ha cambiado su forma de locomoción. Pasó del remolque a la locomotora. Los gremios se reúnen en Cámaras o Asociaciones, cuya visión de mundo sólo es visible para ellos, pues nadie más tiene los anteojos de sus intereses y sus, a veces, exaltadas exigencias; todas ellas orientadas a satisfacer sus privilegios o al menos sus condiciones.

Y claridosos y a veces amenazantes, llamar a los candidatos a pasar examen. Ante los sinodales de su preferencia, todos frente al tribunal de la opinión pública.

Y los candidatos (en tantas cosas tan iguales), acuden a sus terrenos y les ofrecen exactamente los frutos apetitosos de su propio menú.

Andrés Manuel López Obrador

Por eso es maravilloso escuchar  en la serena palabra del maestro de Macuspana, cómo en este  tiempo les dice  a sus banqueros, en verdad os digo, no ejecutaré expropiaciones ni estatizaciones demoniacas, no os ofrezco expropiaciones ni expulsiones.

Al país le hace falta una banca fuerte, una estabilidad financiera como esta; una fiesta en Acapulco como esta.

Y todos están contentos porque han cumplido una fase de las rondas de la comparecencia ante los nuevos gremios.

Ya los señores de la ANCTAD, quienes amparados por  el enorme capital de los supermercados y tiendas de autoservicio han recibido garantías de trabajo con todo y sus colaterales servicios financieros; ya los caballeros de la alta especulación urbana han visto desfilar en su convención (su “Real Estate Show”, como le han llamado)  a los tres señores candidatos de quienes han obtenido garantías y más garantías para sus actividades.

Lo mismo ha ocurrido con los banqueros y pronto todos peregrinarán como romeros en la Ruta de Santiago, hacia el Lago de Guadalupe a someterse a evaluaciones y quizá recibir bendiciones de los purpurados y clérigos de la Santa Madre Iglesia, frente a los cuales alguien les prometerá evangélicas reformas morales a la Constitución.

Los gremios juzgan, evalúan y por ahora callan: Cada uno moverá los resortes disponibles y como dicen algunos, sabrá cuales botones oprimir en el cuerpo social para provocar reacciones en favor o en contra de alguien.

Hoy ya nadie puede pensar, a  pesar de todo, en el omnímodo poder de un Estado. Ni siquiera en una (hasta cierto punto provechosa), “dictadura perfecta”, tan literaria como otras advertencias políticas de novelista Mario Vargas Llosa.

Los banqueros, como los tenderos y constructores de multifamiliares, bien vestidos y mejor promovidos, conocen a Meade y en su discurso de tecnócrata educado,  se reconocen.

Y mientras tanto Anaya pasea junto con su discurso de “power point”, su pliego quejicoso por una autoridad cuyo fin más visible es descarrilarlo.

Y así se han pasado los días sin reflejar su curso en las encuestas.

El anhelo del poder se postra frente a los gremios poderosos. Ya no es la política quien decide el imperio (es decir, el mandato; la orden es imperativa), sino el interés de estos poderes.

Por eso hace muchos años no sabemos de esto, resumido magistralmente por Leonardo Padura en su más reciente novela: “La transparencia del tiempo”:

“…sabía mucho de los ocultamientos y de las presiones que había debido resistir tanta gente para poder vivir en una sociedad empecinada en regir todos los comportamientos éticos, políticos, sociales, y en reprimir, con rigor y hasta con saña, cualquier manifestación de diferencia…”

Por eso la política dejo de ser diferente. Ya no hay olmos, ni peras.