El diluvio: Registros libertarios, ciudadana dependiente


Penal de Cadereyta en pleno motÌn

Rafael Cardona

El jueves  por la mañana, con la solemnidad de los frases hechas y la falsedad inherente a la mercadotecnia política, Margarita Zavala –durante su registro como candidata “independiente” en el INE–, les dijo a sus amigos, afines y simpatizantes (contratados o no, es lo de menos), “hoy nace un movimiento de mexicanos libres”.

–¿Libres de qué?, preguntaría cualquiera. Y después, podría cavilar: ¿de veras es esta la doncella de Orleans de nuestra historia actual? No lo dudo, lo niego.

Uno entendería esta invocación libertaria si viviéramos en una nación sometida al autoritarismo de un dictador, si estuviéramos en Corea del Norte o en Filipinas. No hacen falta más ejemplos.

Pero en México hablar de libertad es una asunto innecesario. No puede invocar esa condición una mujer, seis de cuyos años de vida se han pasado en la Casa Presidencial y aun  ahora disfruta las mieles de la seguridad pagada por el gobierno y una condición  social de privilegio y excepción, nada más por el último empleo de su marido, el ex presidente de la República, Felipe Calderón.

Pero el asunto nacional es sencillo: este país se ha convertido en una arena de combate entre gladiadores de la palabra, la distorsión y la mentira.

Pero vayamos a días anteriores a este registro al cual le faltan aun 800 y tantas mil firmas para cuajar como una gelatina competitiva.

La renuncia de Margarita Zavala de Calderón al PAN, cuyos efectos ya se vieron hasta en la ampliación de los plazos de registro de los candidatos independientes por el acomodaticio Tribunal Electoral, con tal de darle comodidad y tiempo a tan distinguida señora, tendrá dentro de ese partido muchos efectos, algunos de ellos temporalmente provechosos para Ricardo Anaya quien se ha quedado solo en el puente de mando del navío azul, pero con el riesgo de un motín a bordo.

Si la pendencia fue por la desmesura de forzar desde la presidencia del Partido su candidatura presidencial, al dejarlo sólo le han allanado el camino, le han quitado los obstáculos (uno a uno) y le han permitido llevarse –como dicen en los pueblos–, el santo y la limosna. Después de eso le pueden decir cualquier cosa.

En la política sólo cuenta la realidad, no las buenas intenciones o las malas ideas disfrazadas con  la piel de la oveja. Pero también en la política lo único seguro es la inseguridad.

Angustia de familiares de reclusos en penal de Cadereyta

Cualquier estratega militar sabe los riesgos de abandonar no sólo el campo de batalla sino la plaza misma, como ha hecho la señora de Calderón, cuya buena fama y recatado estilo fueron sobrealimentados con los esteroides de la cursilería política y las encuestas “cuchareadas” hasta la saciedad, desde hace varios años, para presentarla como una lideresa redentora en el futuro de México, de manera tan alambicada y mediática, como para encubrir  la verdadera intención del grupo político: la reelección de Felipe de Jesús del Sagrado Corazón Calderón Hinojosa.

Ese proyecto solamente podía lograr su prolongación mediante la candidatura de Margarita Zavala y la tolerancia de quienes debieron ser sus opositores.

Como no es posible,  de acuerdo con la ley, la reelección presidencial construyeron juntos, con frescura de rebozo y de tinaja, la reelección matrimonial. Contra ella no hay leyes ni previsiones. Una linda forma de pasarse de listo.

Pero la renuncia misma es un juego de espejos. La verdad es más sencilla: en el pleito de los calderonistas contra Anaya, los felipistas quisieron vencer por la emocionalidad y perdieron por la política.

Acusaron, con su ambición por delante, a Ricardo Anaya de ser un ambicioso, como si ellos y ella misma no lo fueran en grado superlativo, tanto como para albergar sueños de continuidad dinástica.

Ahora, como consecuencia de esa dimisión,  vemos cosas inéditas de relativa importancia. Por ejemplo, nunca había habido un candidato cuyo domicilio por seis años hubiera sido  la residencia de Los Pinos.  Excepto en el caso de Cuauhtémoc Cárdenas quien vivía en la casa familiar, no en el domicilio conyugal y  no fue independiente. Tampoco habíamos visto a alguien quien tuviera como punto culminante de sus capacidades políticas y su trayectoria personal, el dudoso mérito de ser conocida (como en EU) como la Primera Dama.

Los demás peldaños en la breve escalera de la señora Zavala, son bisutería. Jamás un cargo de importancia. Bueno, ni una alcaldía. Sólo prebendas de grupo dentro del PAN; incluyendo sus mediocres pasos por el Poder Legislativo. Puros dedazos.

Pero en ciertos momentos de la vida brotan las imágenes de Isabel Perón o “Evita”; Cristina Kirschner, Hillary Clinton o Rosario Murillo, para no ir hasta dimensiones históricas con personajes tan distintos de la ahora emocionalmente sobrevaluada señora Zavala de Calderón, cuya conmovedora despedida, meditada y producida con  iluminación y lectura de primera categoría en pantalla, incluido el maquillaje sin mácula y el vestuario apropiado, fue un provechoso acto de arranque de campaña, seguido por la kermesse de su registro en el INE.

Líneas arriba dije de quien abandona la plaza o deja el campo de batalla. Hacer eso, para Napoleón tiene un equivalente. Encuentro esta frase del Gran Corso:

“Abandonarse al dolor sin resistir, suicidarse para sustraerse de él, es abandonar el campo de batalla sin haber luchado”.

¿Y LOS MUERTOS?

Tras los hechos registrados en el penal de Cadereyta, Nuevo León, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) demandó de manera urgente se restablezca el orden con pleno respeto a los derechos humanos.

Asimismo, expresó su preocupación ante la falta de respuesta adecuada de las autoridades para atender la problemática que se ha denunciado en los centros de reclusión de la entidad, y que se ve reflejada de manera recurrente en hechos violentos.

La CNDH dio a conocer que ya se emitieron medidas cautelares a efecto de que se tomen las acciones necesarias, se brinde información a los familiares de los internos, se les dé un trato adecuado y se les proporcione la atención que conforme a derecho corresponda, por parte de las autoridades del sistema penitenciario.

Bonito boletín. pero ¿y a los presos,  quien los mató?

Ricardo Anaya