El diluvio: Las audiencias, las filtraciones, la Casa Blanca


Ifetel, pretende coartar la libertad de medios de comunicación.

Senado de la República y Presidencia presentan controversia.

Filtraciones de la conversación entre mandatarios de México y EU.

Rafael Cardona

Todos lo hemos leído. Es la referencia de Don Quijote al pobre pintor Orbaneja, quien de tan malo como era, necesitaba complementar sus dibujos y pinturas con letreros explicativos:

“…Yo apostaré —dijo Sancho— que antes de mucho tiempo no ha de haber bodegón, venta ni mesón o tienda de barbero donde no ande pintada la historia de nuestras hazañas; pero querría yo que la pintasen manos de otro mejor pintor que el que ha pintado a estas.

—Tienes razón, Sancho —dijo don Quijote—, porque este pintor es como Orbaneja, un pintor que estaba en Úbeda, que cuando le preguntaban qué pintaba, respondía: «Lo que saliere»; y si por ventura pintaba un gallo, escribía debajo:

–«Este es gallo», porque no pensasen que era zorra”.

Y esto de explicar las cosas, como si no fueran obvias, quiere hacerlo el Instituto Federal de Telecomunicaciones, para cuyos “tiquis miquis” (derivados de una ley mal hecha, es cierto), las audiencias (ese difuso universo de personas incontables y desconocidas), necesita una mano fiel, conductora infalible,  para distinguir las palabras alojadas en sus oídos.

Hace unos días esta columna (“El papasal de las audiencias), dijo:

“Como si no hubiera nada mejor en la vida, la ociosidad intelectual, asociada en conveniente matrimonio con  la moda y la corrección política, la cual suele ser correcta pero a veces es imbécil, han  producido (no sólo en este país, es cierto), una colección de conceptos a los cuales se les debe forzar para un ajuste exacto entre la realidad y el capricho.

“Y uno de esos engendros se llama “el derecho (o los derechos) de las audiencias”. Sus similares, gemelos o afines, como usted quiera, son el derecho de réplica y los códigos de ética. Todo suena bien, pero en la vida real no sirve para nada”.

Esos conceptos, personales y propios, está relacionados nada más con el ejercicio de esta profesión, de este oficio al cual le han brotado sabios por todas partes: esos académicos de lánguidas intenciones, redentores de lo innecesario quienes se ven obligados a desenmascarar a quienes le dan gato por liebre al público.

Así pues uno de los “derechos” (creados quien sabe por quién) es el de la veracidad informativa y la distinción entre propaganda y contenido, digamos periodístico y otro el de la separación entre contenidos informativos y opiniones personales.

Pero lo peor de la ley en la cual se apoya al Ifetel para imponer estos “lineamientos”, es la patraña inútil del “defensor de las audiencias» en  cada medio electrónico, el cual debe ser ratificado (lo cual equivale a nombrarlo), por el propio instituto. El concesionario no puede nombrar a quien quiera; debe ser aprobado por la burocracia de las telecomunicaciones.

Esto es para evitar la complicidad entre el defensor y los propietarios de medios, tanto como para –a fin de cuentas–, garantizar la afinidad de los “defensores”, con el Instituto. La burocracia tendrá un alfil en cada medio. Y todos pagados por la industria.

El Ifetel se vuelve juez, legislador, auditor, y censor. Todo a un tiempo.

Por eso resulta muy saludable conocer esta información reciente: el Senado y la Presidencia, cada quien  por su lado, inician sendas controversias constitucionales contra esta monstruosidad. Mejor, contra esta forma de censura e intervención en la libertad de los medios.

“…El presidente del Senado, Pablo Escudero Morales, presentó ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) una controversia en contra de los Lineamientos del Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFT), por considerar que se rebasaban las atribuciones de este Instituto y se pretendía ejercer censura previa.

“Desde el Senado de la República hemos recogido con gran preocupación las expresiones de gobernadores, de presidentes municipales, de los diputados, de académicos, de generadores de opinión y de todos los grupos parlamentarios, así como de empresarios y personas que se dedican a la comunicación, respecto a estos lineamientos”, señaló Pablo Escudero”.

Y más:

“La Presidencia de la República anunció que interpondrá una controversia constitucional contra el Instituto Federal de Telecomunicaciones (IFETEL) por haber emitido los lineamientos sobre los derechos de las audiencias, acción que, a su parecer, está fuera de su competencia, recurso que alcanza al Congreso de la Unión.”

Uno quisiera desatarse de esta rutina triste de escribir día con día de los conflictos derivados del capricho incomprensible y obsesivo del presidente de Estados Unidos quien en franco atropello de protocolos, procedimientos, cortesía y  reglas de convivencia internacional, golpea a México con  asiduidad tenaz, pero los recientes acontecimientos obligan a una reflexión sobre sus actitudes, pero por encima de ellas, de las nuestras.

Todo comenzó con una nota de Dolia Estévez, una corresponsal mexicana en Washington cuya presencia en los  medios ha sido siempre, por decir lo menos, incómoda. Hoy como nunca: se le identifica con la animosidad extrema de Carmen Aristegui (de quien es colaboradora)  contra el gobierno de Enrique Peña. El follón de la Aristgui es otra historia,

De acuerdo con uno de sus reportes, procedente de una fuente anónima (como suelen serlo todas) Trump habría tratado con la punta del pie al presidente de México a quien entre otras humillaciones le habría asestado la advertencia (así haya sido después matizada como oferta auxiliadora), de enviar tropas para actuar como debe hacerlo un Ejército, y no como lo hacen nuestras fuerzas armadas (mal trabajo dijo DT) en la lucha contra el crimen organizado.

Pero después la misma harina salió de otros costales. Ya no se trataba de la habilidad reporteril de la señora Estévez, sino de un plan de la Casa Blanca para ablandar aún más al gobierno mexicano. Las filtraciones (no los hallazgos periodísticos, no las hazañas de investigación; no, el oficio del correveidile, nada más) se extendieron a la Associated Press y a CNN. Hoy ya pueblan media prensa americana. Cada quien con sus versiones y sus tonalidades.

El gobierno mexicano se equivocó en su reacción: el mal no estriba en lo publicado o difundido por los corresponsales, el asunto reside en quien los utiliza. Le han respondido al títere, no al titiritero.

La primera fuente fue protegida por la complicidad de la imposible revelación de las fuentes, en el nombre de cuya sacralidad es posible inventar, agregar, tergiversa, adobar y hasta exagera lo inicialmente dicho por el filtrador.

Total, no puede reclamar abiertamente. Y si no existe, si es un colega, si es una “cosecha”, si es un murmullo, si yo soy mi propia fuente protegida; no importa, ya solté las palabras al aire. El crimen perfecto. Eso es muy viejo.

Pero la segunda y tercera filtraciones, ya hablaban de síntesis de la versión estenográfica de la conversación.

Para nadie es un secreto cómo siempre, de los dos lados, se graban estos diálogos presidenciales. Por muchas razones, hasta para someterlas pruebas “poligráficos” mediante el análisis de la voz y sus inflexiones. Es un asunto normal. Todos lo saben.

El ejemplo más claro está en el “comes y te vas” de Fidel Castro. El desaparecido dictador dio una lección de cómo utilizar esas cintas (o bytes) cuando se trata de salvar el pellejo y no exponerse a un mentís. Pero no todos aprenden.

En esas condiciones el gobierno mexicano se apuró a desmentir con vehemencia el contenido de las filtraciones, en lugar de hacer algo muy simple: responderle a la Casa Blanca con su misma actitud. ¿Cómo? Divulgando íntegramente el contenido de la conversación.

Sin embargo eso no se hizo ni se hará.

–¿Por qué? Porque México reconocería públicamente su mentira. Relaciones Exteriores, a través de una funcionaria de quinto nivel, hizo desaparecer las amenazas, advertencias u ofertas de ayuda militar de Trump a un gobierno cuyo Ejército no le merece ninguna calificación positiva. En vez de defender a nuestros militares, la Cancillería defendió a Trump y le prestó al gobierno el mecate para amarrarse las manos con la única defensa posible: exhibir la grabación de toda la plática, por ríspida como hubiera sido, dijera cuanto diga.

Esa es una buena manera de perder una oportunidad. Como dicen los gringos: “He NeverMisses an Opportunity to Miss an Opportunity”.

Una vez desmentido el contenido de la filtración, México se ha hecho responsable de todo el diálogo, como si fuera suyo,  y de sus consecuencias, como si no le afectaran.

Esa historieta de la efectividad telefónica y la plática productiva, cuyo primer compromiso, no volver públicamente a lo del muro, se abatió por la parte gringa en menos de un minuto; ya no convence a nadie.

La firmeza en defensa de lo nacional debería comenzar por exhibir (con su propia voz, cuando ellos ya han divulgado una parcialidad del diálogo confidencial) la grosería, las amenazas y los malos humores del presidente de Estados Unidos.

–¿Y las consecuencias?

Pues como sean.  De todos modos las estamos pagando.

Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, ha enviado al decorativo presidente de ese país, Reuven Rivlin, a ofrecer una disculpa burocrática cuando la ofensa (hipócritamente llamada “malentendido”) de sus palabras sólo requiere su propia retractación.

Pero no lo hará: los fundamentalistas, como él, no saben dar pasos hacia atrás. El “halcón “ Netanyahu, nunca se va a disculpar con México. México le debe dar la espalda de manera permanente.

Ahora resulta: los mexicanos no entienden (además de ofendidos; idiotas). Dice Rivlin.