El diluvio: La vida primitiva, los salvajes, la barbarie


Rafael Cardona

Volvemos a los tiempos primitivos de la conducta social en este país.

Y por tiempos primitivos no quiero decir tiempos remotos, quiero decir primitivos porque obedecen a impulsos que han estado presentes durante mucho tiempo a lo largo de la historia mexicana, así la palabra linchamiento, la palabra misma, nos manda a la cultura o a la tradición anglosajona.

El hecho de que un grupo, de manera anónima y de manera abusiva, ataque a una sola persona y la mate; pueda tener motivos religiosos, puede tener motivos étnicos, puede tener motivos de miedo colectivo o puede ser parte de una tradición nacional.

En México creo que estamos por desgracia en el último de los casos. 

No hace falta soltar el pogróm, no hace falta ser un negro perseguido por el Kukux klan, para que te linchen en este país.

En este país basta con que el rumor establezca el dominio de la conciencia de la gente sin conciencia. Todos los casos que yo conozco de linchamiento en México, todos están calcados.

Se diría que, quien los promueve, lo hace a partir de la repetición de una formula y la formula siempre tiene que ver con los niños o con las mujeres. Siempre aparece alguien diciendo que ahí hay unos señores que van a secuestrar a los niños, que se los van a llevar, los «robachicos», así fue el asunto de Tláhuac con una agravante.

El asunto de Tláhuac en tiempos de López Obrador en el DF, se pudo haber evitado. Hubo tiempo para evitarlo porque hubo una denuncia oportuna, pero no hubo una policía que trabajara para evitarlo. Llegó primero la televisión que la policía.

Marcelo Ebrard estaba en su escritorio y sus helicópteros se quedaron parados, él era el secretario de Seguridad Pública. Por esa razón Vicente Fox lo cesó y por razones de la pugna entre Vicente Fox y López Obrador, Andrés Manuel lo hizo secretario de Desarrollo Social y después lo hizo candidato al Gobierno de la Ciudad con las consecuencias que hasta hoy estamos viendo, incluyendo el amparo que acaba de tramitar el señor Ebrard, porque no vaya a ser que por lo de Tláhuac, (no lo de Tláhuac el linchamiento sino el metro que termina en Tláhuac), le vayan a dar un susto a través de una orden de aprehensión.

Pero cuando lo debieron de aprehender no lo hicieron, me refiero a aquella época, en aquel tiempo, menos lo van a hacer ahora.

Este asunto del linchamiento y su vinculación con los derechos humanos me recuerda que, hace casi 12 años, la CNDH hizo un concurso para recibir ensayos de especialistas en antropología o en psicología social, sociólogos también o simplemente historiadores o quien tuviera interés en el tema. Y se recibieron muchos ensayos sobre el asunto.

La conclusión después de leerlos todos, fue la misma: en un país en donde no está suficientemente vertebrado el sistema de justicia, tanto de procuración como de impartición de justicia, es muy fácil secar la pastura del descontento y encenderlo con la llama del linchamiento.

Es muy fácil. Basta con que dos señoras gritonas vayan y se posesionen de un campanario y digan que iban a secuestrar a los niños del pueblo para que los primeros forasteros que estén a la vista, los primeros a los que nadie conozca, esos sean los culpables.

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PUEBLA, LA ACTUALIDAD

En este caso de los encuestadores de allá de Puebla, de este lugar que se llama Ajalpan, en este caso, hubo personas que dijeron «esos no son, esos no fueron, esos no hicieron nada», pero algo ocurre en la mente humana que cuando se disparan los mecanismos de la violencia colectiva, ya son absolutamente incontenibles.

Tan incontenibles que si el pretexto estúpido para el linchamiento era que esos dos iban a robarse unos niños, eso no tenía nada que ver con las posteriores escenas de vandalismo por los cuales a lo largo de varias horas, saquearon el pueblo.

Entonces ¿qué quiere decir? Qué la inconformidad está en el sedimento y que cualquier pequeño fuego logra la ebullición completa del temperamento, casi siempre en zonas semiurbanas o semirurales, como se le quiera decir.

¿Qué se puede hacer para que no haya otros nueve linchamientos en Puebla, como dice la Comisión de Derechos Humanos, que ha documentado tan grave número? ¿Qué se puede hacer? pues por desgracia no se puede hacer nada, absolutamente nada.

Estas personas que instigaron el comportamiento salvaje e incontenible de todos, están identificados. Vivimos en la época de los teléfonos celulares y los videos.

Están localizables, el presidente municipal dice que él ya sabe quienes fueron. Yo estaría dispuesto a sostener, dentro de un mes, que el castigo para quien lo haya, será tan pequeño que no podrá dimensionar la proporción entre lo que se haga para castigar y lo que se hizo para ofender y privar de la vida de manera tan brutal, tan cavernaria, a estas personas.

Estoy de acuerdo que los hubieran detenido y que los hubieran llevado al ministerio público y hubieran estado al tanto de un proceso; pero sacarlos de la administración municipal, con el deliberado propósito de matarlos a golpes y después quemar los cuerpos, ya sobre pasa todo intento de hacer injusticia por propia mano.

Porque la propia definición a mí me parece inadecuada cuando se habla de que hasta en la constitución se dice: hacer justicia por propia mano. Si por propia mano se pudiera hacer justicia, bendita sería la mano; lo que se hace por la propia mano es la injusticia porque es injusto asumir un papel que no te corresponde y al amparo del furor y de la temperatura elevada de la sangre que arde y que hierve, mates a gente en un país donde ni siquiera el estado reconoce la legitimidad moral de la pena de muerte.

En este país no existe la pena de muerte, ya no digamos por los órganos legales a los cuales todos hemos contribuido en su construcción.

No, no hay pena de muerte, aquí no puedes matar a nadie, ni siquiera en el cumplimiento de la Ley, porque no hay Ley que lo permita, mucho menos no puede haber una No-Ley que lo solape y esa No-Ley es la ley de la multitud y la ley de la multitud va avanzando ¿por qué? porque nunca se puede castigar a la multitud.

Aquí habría que regresar a los términos del viejo inquisidor: «en ese pueblo hay herejes ¿qué hacemos contra los herejes?» Maten a todo el pueblo, mátenlos a todos, Dios escogerá a los suyos, pero Dios por lo visto, en lo relativo a este país está ocupado en otros asuntos.

cardona marcelo  ebrard