El diluvio: La última noche de Fidel en la habana


  • Incluido por expresa petición en la comitiva de prensa del Presidente Enrique Peña Nieto, a los homenajes mortuorios a Fidel Castro, escribí esta crónica hoy compartida con los lectores  de «El correo de Oaxaca». Un momento de historia viva, a pesar de ser una cosa de muerte y pérdida.

Rafael Cardona

 LA HABANA, Cuba., 29 de noviembre.- La sombra de la noche ya cortó con su tajo de negrura el último celaje de un poniente rojo y escarlata y la inmensa Plaza de la Revolución, corazón de La Habana,  reventada por hombres, mujeres y niños bajo la serenidad de los laureles y las palmas enhiestas, todos cubiertos por la  oscura comba celestial, indiferente a sus celos  y pasiones en el centro de Cuba y su historia, con su larguísima pirámide de mármol blanco y cemento y piedra, con la sedente figura de José Martí en interminable meditación solitaria con la vista al noroeste,  la cual se ha poblado de miles y más miles hasta contar un millón o dos millones o cuantos quiera la ociosidad estadística, en una interminable congregación cuyos integrantes acostumbrados a la oratoria por horas y horas, han resistido el paso de europeos, iberoamericanos, africanos y asiáticos,

empeñados todos en un torneo de palabras en las cuales el ditirambo y el elogio; la elegía y la epopeya suenan tan huecos como innecesarios, pues el personaje se pone en todo momento por encima de sus definiciones; casi es inútil frente a la contundencia de los concurrentes, el subrayado de sus cualidades, el ocultamiento de sus negruras, el silencio para sus errores, los cuales ahora resultaría inoportunos, porque no se trata en el momento de la muerte de hacer algo más allá de la conmemoración y el recuerdo y el homenaje y el tributo a una vida cuyo fulgor tiño la vida de los demás y ahora, con el paso del tiempo se ha vuelto humo y ceniza, como si un espíritu pudiera quedar cautivo, como si se tratara de un fantasma de trasluz, un hálito sobre la nuca de los cubanos quienes sienten sin necesidad

de argumentar, ni discurrir, ni reflexionar, pues eso han venido haciendo en los años y los días pasados en una especie de introspección colectiva, en la cual cada quien encontró su respuesta y su motivo, su meditación y su ensueño, pero ahora y hoy solamente es cosa de ir; ir, estar en el cogollo del instante fugaz y único en la vida, y ser parte del instante, porque siempre la muerte de otro es apenas un instante en nuestro tramo; vestirse con el color de la horay el día y la luz de las lámparas cuya luz blanca ilumina a los Jefes de Estado cuyo verbo conmueve a quien se quieran conmover (especialmente a si mismos) , frente a esa fotografía gigantesca de un guerrillero de gorda mochila a la espalda,  en el monte Turquino, dela sierra de Oriente, con la vista al futuro o a un mar lejano; porque

en una isla se camine a donde se quiera ir, si no hay reposo,  llega uno siempre a la playa, al agua; al mismo sitio,  como sucede en esta historia cuyo principio y su fin de entrelazan en la cadena interminable de una palabra dominante: Revolución.

2.- ¿A qué vino usted?, le pregunto a un hombre con  camisa sencilla, de cuadros azules y blancos. Zapatos viejos.

–¿Cómo a qué vine? A acompañar a Fidel.

–Pero Fidel no está, ni sus cenizas, ni su cuerpo.

–Pero está Fidel, me dice en la más impecable lógica de los sentimientos.

3.- La Plaza de la Revolución se extiende como si se pusiera un mantel sobre una loma, en la vieja zona habanera de Montserrat: Alguna vez en ese lugar estuvo la Ermita de los Catalanes y su idea como monumento data de los años 40, pero no fue sino mediados de los 50, cuando por suscripción popular, se inauguró la plaza cívica, con la escultura de Martí, la gran torres estrellada y el mirados cuya altura permite, como en una isla, mirar el mar y la salida del sol.

(Dice Ecured) “Con una altura de 112, 75 metros hasta la torre de remate y de 141, 995 hasta los faros y banderas, el monumento a JoséMartí constituye el punto más alto de la Ciudad de La Habana.

“Cuenta con un diámetro total de 78, 50 metros. La pirámide, de aproximadamente 28 metros de ancho, cuenta con un elevador interior de 90 metros de recorrido y una escalera de 579 peldaños.

“En el área de la base del monumento se encuentra el Memorial José Martí, en este se leen 79 pensamientos martianos grabados con letras color oro, distribuidos en los cinco salones que allí existen. La parte superior es una réplica de la planta baja.

En el piso están reflejadas las distancias existentes entre el monumento y las capitales de 43 países, así como de 8 lugares del territorio nacional.

“Desde sus balcones, en días de gran visibilidad, se puede divisar el paisaje habanero a una distancia de 60 kilómetros aproximadamente.

Para llegar hasta la cima del complejo monumentario se puede utilizar un elevador ó una escalera de 567 peldaños; o sea, cinco veces más de la modesta ascensión al Ángel de la Independencia en la ciudad de México.

4.–¿Usted sabe, ese monumento, no lo vaya a considerar una falta de respeto, pero esa torre, oiga, hay quien le dice “el coño”, porque la

mira un rústico guajiro recién llegado y dice sorprendido: “¡Coño!; qué alto esta esto, chico”

5.- Pero la noche mansa y cálida no está para bromas, es tiempo decongregación en torno de un sentimiento, no de una idea, ni siquiera de un  ideario, porque lo sabemos todos y todas, como dicen ahora, hacemos muchas cosas con la razón, pero la humanidad las hace todas, las realmente importantes, hasta morirse,  con la emoción y por eso se podría pensar, ni siquiera en un hombre sino en la huella de esos pasos en el alma de toda una nación, porque nación, donde se nace y donde la política dicta a veces cómo se nace, como se vive  y como se muere, especialmente cuando hay guerra, cuando hay fuego y fusil, cuando alguien se va a Angola o a Vietnam, pero nada de eso piensa ahora ninguno entre este millón o millón  y medio o tres millones de cubanos y mujeres con camisetas de algodón aupadas en la espalda los  jóvenes quienes quieren ver, más allá de esa sillería de simples asientos junto a la cual aquella asamblea papal  de fines del siglo pasado es ahora una pequeña concurrencia, pues nada  ha logrado contener este flujo silencioso, ordenado, doliente como si no hubiera dolor sino estupefacción, sentimiento de abandono, de pérdida,

pues, de la horrible pérdida irrecuperable, inextinguible,  sin  otra emoción más allá de saberse uno más entre el océano de gotas humanas de esta marejada en cuyo porvenir no se encienden cautelosas las luces de la certeza, pero no le hace, a fin de cuentas han  vivido toda la vida bajo la amenaza, la escasez, el aprendizaje de una supervivencia forzada, áspera, difícil, con resabios y sueños abortados como serpientes rojas extraídas del corazón con los dedos de la realidad inclemente, y sin embargo orgullosos, propios, suyos y nuestros, con la flama de un rigor necesario, asomados a los bacones del mar y de la brisa, y los libros y la escuela y el alfabeto desde su infancia de pioneros seguidores del Ché y Fidel, todos con sus pañuelos rojos en el cuello, todos dispuestos, todos en el orden desordenado a la bulla cuando era necesario, sin conocer la certeza jamás nunca, como me dice una mujer de ojos cansados cuyos dedos nudosos estrujan una bandera manchada de sudor mientras uno tras otro desfilan los políticos  incontenibles en el verbo reiterativo de un inagotable catálogo de virtudes, de lo cual por cierto dará cuenta la compañera reportara

Cecilia Téllez quien toma nota y nota debajo un árbol a pesar de lo innecesario de una sombra sin sol.

6.- Salgo a caminar entre la gente. Los altoparlantes vomitan sonidos y palabras. Discursos infinitos. Todos están quietos, extrañamente plácidos en la inconformidad de esta colmena cuya enormidad asusta,  porque nadie sabe si algo incontenible podría suceder si hubiera un

accidente, un explosión, un tanque de gas, una cosa cualquiera cuyo estruendo espantara a este abigarrado grupo humano tan extrañamente homogéneo, reunido no se si por influencia de liturgia revolucionaria o dogma o credo o simple sentimiento de orfandad, de perdida, de

ausencia de rumbo aun cuando el norte ya lo tienen hace muchos años; pero ahora es distinto, ¿sabe?, cuando no esté más  Fidel, será como si él árbol no tuviera raíz, todo será extraño, incompleto, como si se borrara el retrato de la familia o la manzana no tuviera manzana; comosi flotara el auto sin las ruedas, no nos importa si en los últimos tiempos  actuaba o no, simplemente ahí estaba y ahora no está más, ¿verdad? Usted entiende eso, ¿verdad?, hora ni lo tenemos más, ni para bien, ni para mal y eso es como un viejo libro de infancia cuyas hojas se hubieran puesto blancos, sin letras ni dibujos, ni imágenes, ni

nada.

“¿Usted sabe cómo se siente quedarse de pronto sin nada?