El Diluvio: La ilusión de la urna


Urnas en el Estado de México

Rafael Cardona

El domingo anterior –y el conflicto post electoral correspondiente hace aun vigente la fecha y la reflexión–, hubo elecciones en los estados de Coahuila, Nayarit, Veracruz y México, en la República Mexicana, para ilusoriamente decidir los nuevos rumbos, senderos ideales e imaginarios por los cuales jamás se transitará una vez satisfecho el requisito del ánfora y la expresión general de la voluntad transformadora, en el volátil papel de una boleta de sufragio.

La experiencia nos lo demuestra: la realidad –de fondo; no de maquillaje–, no se cambia con el voto, se cambian los protagonistas de una realidad cuya terca presencia parece gobernarse a si misma, por encima de supuestas voluntades de cambio.

“La democracia electoral –dijo Thomas Carlyle–, es el caos provisto de urnas”. Y en algo acertó.

Pero mientras no se invente un sistema distinto, ésta es la expresión más acabada de las cosas políticas al alcance de la mano de los ciudadanos.

Toma uno su credencial con fotografía, acude a su casilla, se forma en una fila paciente y casi siempre rápida y recibe una abundante papelería. Se mete a una especie de gabinetito y con un  marcador graso le pone una marca a su voluntad. Una cruz. Cada quien su cruz.

Y como por arte mágica, la voluntad se expresa. El voto se ha emitido y después será contado con sus semejantes. Todo quedará escrito e inscrito en un acta. La suma de todo eso se llama expresión popular: la mayoría decide, el elegido será investido de poderes plenos. Es una especie de fórmula canonizadora.

“El pueblo habló con  la voz del voto”; nos dijo en una vieja ocasión el célebre Mario Moya Palencia cuando presidía la desaparecida Comisión Federal Electoral. El pueblo, en aquellos años, era monolingüe. Sólo hablaba una lengua, la democracia no tenía otro idioma.  Se cantaba en el mismo tono, se caminaba por la misma acera.

“Éramos felices y hasta ahora nos venimos a dar cuenta”, dijo un cínico invadido por la nostalgia.

Quienes buscan victorias por encima de lo ya conocido –como en Coahuila, doblemente sabido–, invocan una figura idílica: la alternancia. Quienes buscan el poder también argumentan la necesidad de otros ropajes en pos de otros resultados.

Los monjes cambian de hábito pero no de credo, la realidad sobrepasa la inexistencia de las ideologías. La alternancia, en términos reales, sencillos, simples y rotundos significa nada más una cosa: ¡Quítate tú para ponerme yo!

Lo demás es pasto de la propaganda electoral.

Napoleón Bonaparte
Napoleón Bonaparte

Pero la “realpolitik” suele ser más simple: Maquiavelo nos enseñó:

“…Pero cuando las ciudades o provincias están habituadas a vivir bajo la obediencia de un príncipe como están habituadas, por una parte a obedecer y por otra carecen de su antiguo señor, no concuerdan los ciudadanos entre sí para elegir a otro nuevo; y no sabiendo vivir libres, son  más tardos en tomar las armas. Se puede conquistarlos con más facilidad y asegurar la posesión suya…”

El gran Napoleón, al leer estas reflexiones florentinas, anotó:

“Especialmente cuando se dice que se le traen la libertad e igualdad al pueblo”.

Traerle al pueblo igualdad y libertad. ¿Cuántas veces se han  escuchado esas palabras? ¿Cuántas veces las mismas ofertas? Toda la vida. Afanes incumplidos, falsas promesas.

No importa quien gane las elecciones. Nayarit seguirá siendo un  estado empobrecido, excepto por la camarilla operadora de sus bellezas turísticas en un gobierno hereditario; en Coahuila nada cambiará ni en la zona carbonífera ni en los tristes eriales de la Candelilla.

Los veracruzanos seguirán viendo el destorlongo crónico y el saqueo permanente de la feracidad de la tierra y la insondable riqueza mar. Los mexiquenses conocerán, quizá un nuevo horizonte; el peor imaginable.

Y así iremos, a tropezones por la historia, pero envueltos en el nuevo celofán de la elección: Somos otros, no importa si seguimos siendo los mismos.

La alternancia nada más significa comprar un espejo nuevo.

La imagen es la misma.

Aportaron, como suele decirse  con una frase hecha (a veces mal hecha como lo son la mayoría ), “su granito de arena” en la implacable, salvífica, interminable y por tanto inacabada tarea de arrojar al PRI a los pantanos del olvido, y nos regalaron varios videos en los cuales exigían, persuadían, pedían, convocaban y llamaban con certeza a no darle ni siquiera un voto al Revolucionario Institucional,  causante –como todos sabemos– de los males de la patria, los habidos y aquellos aún por llegar a este desolado valle de lágrimas.

Algunos se unieron en uno más de los infinitos membretes cuya rimbombancia sacude cualquier conciencia,  siempre y cuando se tenga una, es cierto: la “Organización Nacional Anticorrupción”.

Alfredo de Mazo
Alfredo de Mazo

En uno de sus mensajes se dice lo siguiente (Proceso):

“La ONA dio a conocer un nuevo video en el que ocho destacados intelectuales, periodistas y defensores de derechos humanos llaman a no dar ni un voto más al PRI en la elección del Estado de México del próximo domingo 4 de junio.

“En una grabación de poco más de dos minutos (29 de mayo), piden a los ciudadanos mexiquenses ¡salir a votar! y ¡alzar la voz! porque, dice el poeta Javier Sicilia: “el PRI no es más de lo mismo, es peor de lo mismo (esa frase es en sí misma un premio Villaurrutia, de menos)”.

“Además de Sicilia, participan en el video, Sergio Aguayo, Clara Jusidman, Denise Dresser (but of course), Ernesto Villanueva, Enrique Galván Ochoa, Carlos Gidi y Clara Luz Álvarez.

“Dresser pide “¡sacar al PRI a patadas del Estado de México”, mientras que Gidi y Villanueva aconsejan: ¡no le des una nueva oportunidad al PRI!”.

En esas condiciones la realidad parece estar a punto de decirles a tan distinguidos señores y señoras, “…lástima, “Margaritos”, pero será para la otra, pues en esta ocasión el dinosaurio comió pastito.”

Lo mismo parece decirles a quienes grabaron otro video, éste el 10 de mayo pasado y solamente con  “estrellas” de las pantallas grandes o menores.

Con actores de la talla y gloria de un caballero a quien llaman “El diablito” y en cuya fe de bautismo se lee Mauricio Barrientos o Mauricio Mancera, Pedro Mira, Tenoch Huerta (así se llama) y otros de reconocido talento y trayectoria, como Fernanda Castillo (famosa por su narcoserie, “El señor de los cielos”); Arcelia Ramírez o Ximena Sariñana, entre algunos más, la espontaneidad ciudadana y la buena conciencia, los artistas piden en  todos los tonos la extinción del prinosaurio y convocan a cegar el pozo del estado de México.

Ni un  voto para el PRI, pidieron todos ellos. Los académicos, los ensayistas, los poetas en rebeldía; los actores en cesantía. Todos. Todos a una.

Pero al parecer la persuasión  a través de las redes, la propagación de los videos y la justicia implícita en su causa, tan correcta y tan política, no fue suficiente contra la operación electoral de una maquinaria cuyo peso absoluto llevó (al menos hasta ayer al mediodía así lo parecía) al joven Alfredo del Mazo a sentarse en la silla alguna vez ocupada por su padre y por su abuelo.

Artistas contra el PRI
Artistas contra el PRI